5.- SIGLO XX. REFLEXIONES (6)
No es que a mí me guste que “dos más dos son cuatro”, es que “dos más dos son cuatro” independientemente de que me guste o me deje de gustar.
Ya dijimos que después de Nietzsche nada seguirá siendo igual, o lo superamos o seguimos en el nihilismo.
Recordemos que en los griegos (sobre todo en los estoicos), el orden perfecto no era un ideal, porque era inmanente al universo. Éste era un “cosmos”. Y no un “caos”. Lo divino, la divinidad, era inmanente al cosmos, aunque fuera trascendente al hombre, estaba ahí, independiente, más allá de él, trascendente a él.
Ese orden no lo “inventaba”, no lo “ponía”, no lo “creaba” el hombre, sólo lo “descubría”. La divinidad, el orden, era trascendente a él.
Posteriormente, en los monoteísmos, sobre todo el judío, el cristiano y el islámico, Dios, la divinidad, es trascendente, tanto al cosmos como al hombre. Dios ha creado a ambos.
Si la divinidad estoica se fundía con la armonía universal, era inmanente al cosmos (que por eso era “cosmos”), para las religiones monoteístas Dios es “sobre-natural”, está fuera, más allá, por encima, de la naturaleza y del hombre, ambos, temporales y creados, Él, eterno y creador,
En tercer lugar “la trascendencia en la inmanencia” (y no es un juego de palabras), es lo que defendía y explicaba Husserl.
Tomaba un cubo o una caja de cerillas y les hacía ver a los alumnos que, pusieran como pusieran el objeto en cuestión, de las seis caras que tenía, en sí, sólo podía, el sujeto, ver tres, aunque hubiera seis. Las tres no vistas eran trascendentes al sujeto cognoscente.
Las tres caras que veo suponen las otras tres caras que no veo, igual que toda figura supone un fondo, toda presencia una ausencia, y toda inmanencia visible una trascendencia no visible.
Esta trascendencia no es una invención del hombre, está ahí, aunque no podamos verla. Así como el horizonte siempre está ahí, más allá, y, a medida que nos acercamos, él se va desplazando, siempre estará ahí, trascendente a mí, nunca siendo aprehendido.
Husserl defendía la “intencionalidad” de la conciencia, de todo acto consciente.
Si alguien dice que ve, podemos preguntarle qué es lo que está viendo. Porque si ve (acto) está viendo algo (objeto), y si dice que ve, pero no ve nada, no está viendo, porque la visión es “intencional”, remite a un objeto.
Igualmente el conocimiento de….estar enamorado de….. maravillarse de…… temer que ocurra….. esperar que…..desear que…. tiene que haber un objeto al que/del que….
Los valores se manifiestan en mí, pero no los creo yo, son trascendentes a mí.
Sean la Belleza, la Verdad, la Justicia, el Amor.
Estos cuatro valores, que sólo son “descubiertos” en mí, no son creaciones mías. Cuando los descubro son “inmanentes a mí” pero son “trascendentes en sí”, trascienden a todo individuo descubridor.
Las verdades matemáticas, la belleza de un paisaje o de una sinfonía, la ayuda a un necesitado (los imperativos éticos), el amor,… son “trascendentes a mí”, no son “ídolos”, creaciones mías, como puedan serlo Dios, el paraíso, el socialismo,…
No es que a mí me guste o no que dos más dos sean cuatro. Su verdad se me impone desde fuera.
Igualmente, quien tenga oído musical o educación estética verá, al escuchar o ver, la belleza de Las Cuatro Estaciones o del mar en calma o bravío.
Yo no las invento, las descubro, aunque sea en mí, pero están ahí, trascendentes a mí.
Trascendencia, pues, de los valores, aunque descubiertos en la inmanencia del sujeto. Ellos me superan, pero se me desvelan en mi conciencia.
Si me enamoro es porque he sido seducido por un ser externo a mí (a no ser que sea un narcisista), pero a ese otro lo descubro en mí.
Mientras para los griegos el cosmos era como debía ser, para los modernos la ciencia descubre lo que hay, lo que es, sin referencia a lo que debería haber (puede haber otros mundos posibles más perfectos, pero de ello no se preocupa la ciencia).
La ciencia es “descriptiva”, no “normativa”.
Que “fumar es malo para la salud” y “puede matar”, lo sabemos, es un hecho científico, pero el científico no puede ni prohibírtelo ni obligártelo. Su misión es “describir”, no “obligar ni prohibir”. Es uno mismo el que debe decidirlo, según sus valores.
Ciencia y Ética han estado instaladas en ámbitos distintos, el “descriptivo” y el “normativo”.
Pero tras la 2ª guerra mundial, tras Hiroshima y Nagasaki se inició un cuestionamiento sobre la neutralidad ética de la ciencia.
¿Es neutral la ciencia?. ¿”Debe” hacerse (ética) todo lo que “puede” hacerse (ciencia-tecnología).
Los conocimientos científicos y los artefactos tecnológicos tienen repercusiones e implicaciones en la Moral y en la Política, sea la Ecología o la Bioética.
Todos sabemos de los peligros potenciales del uso indebido del átomo, del efecto invernadero, de la ingeniería genética,….
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