lunes, 7 de mayo de 2018

LA MUERTE DE JESÚS EN LA CRUZ PODRÍA SER UN MITO.(Y 2)




La marca de los clavos

¿Por qué entonces hablamos siempre de los "clavos de Cristo"?

¿Y por qué tres y no cuatro?

Como de costumbre, es el  Evangelio de Juan, el más tardío y el que más diferencias esconde, el que genera esta confusión que llega hasta nuestros días. Aunque, al igual que el resto de evangelistas, Juan no explica en ningún momento que Jesucristo fuera clavado en la cruz, sí hace referencia a este hecho en la famosa escena de la incredulidad de Santo Tomás, cuando éste asegura: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado no lo creeré”.
Ocho días más tarde aparece Jesucristo y le pide a Tomás que vea sus heridas y deje de ser incrédulo. (Juan 20:24-29).

Es esta la única referencia de los evangelios canónicos al modo en que Cristo fue crucificado, y se realiza 'a posteriori' a través de un apóstol, Tomás, del que más allá del nombre no cuentan absolutamente nada el resto de evangelistas.
Para encontrar más información sobre los clavos de Cristo hay que recurrir a evangelios apócrifos.

En mis tiempos jóvenes el problema a resolver era que los clavos no podían estar atravesando las palmas de las manos porque, debido al cuerpo del crucificado, se habría desgarrado y haber caído al suelo el cuerpo, por lo que los clavos debieron estar atravesando la muñeca.
E, igualmente, que en vez de UN clavo para los dos pies, debió ser un clavo para cada pie por lo que “los clavos de Cristo” debieron ser cuatro y no tres.

Sólo después empezó esta reflexión la de que “ser crucificado” no significaba “ser clavado o enclavado” en la cruz.

Como tampoco que llevase la cruz a cuestas hasta el Gólgota sino sólo el palo pequeño o transversal, llevado por el condenado a muerte de cruz sobre el cuello y sobre el que sería atado y ascendido a la cruz.

Lo de lanza de Longinos en el costado, para acabar de matar, o rematar, al crucificado, siempre era en el lado izquierdo, sobre el corazón, y no sobre el lado derecho.

La tradición cristiana asume que los criminales eran clavados en la cruz, pero lo cierto es que en la mayoría de los casos eran colgados usando cuerdas.

El Evangelio de San Pedro, un texto hallado en Egipto en el siglo XIX y que, según la mayor parte de los investigadores, data de la primera mitad del siglo II (y es posterior, por tanto, a los evangelios canónicos), sí cuenta que los clavos fueron retirados de las manos de Cristo después de su muerte.

La cruz se convierte en un símbolo mucho después, pues en los albores del cristianismo no tuvo ninguna importancia, y fue ganando espacio a medida que iba expandiéndose la religión.

Hasta aquí lo que cuentan los textos religiosos pero ¿qué evidencias históricas respaldan su relato?

La crucifixión fue un “método de ejecución” ampliamente usado en el imperio Romano pero ya era practicado en las culturas vecinas del Mediterráneo, y que servía para humillar públicamente a los esclavos y a los criminales de más baja escala social, así como para castigar a los enemigos del Estado.

Esta última es la razón por la que, según los evangelios, los romanos condenaron a Jesús como “Rey de los Judíos”, lo que suponía un desafío a la  “supremacía imperial romana” (Mateo 27:37, Marco 15:26, Lucas 23:38, Juan 19:19-22).

Sólo existe una evidencia antropológica de este tipo de crucifixión, hallada en la tumba del siglo I d.C.

Gracias a los documentos históricos existentes sabemos que la crucifixión se podía llevar a cabo de muchas formas.
La tradición cristiana asume que los criminales eran clavados en un madero con forma de cruz –el debate se centra, únicamente, en si los clavos se situaban en la palma de la mano o en la muñeca, pero lo cierto es que en la mayoría de los casos los criminales eran colgados usando  cuerdas, y no siempre el instrumento de tortura tenía la forma que imaginamos hoy en día.

Es probable que las primeras cruces consistieran sólo en un palo o estaca vertical, a la que se ataba al reo hasta que moría muerto de hambre o ahogado/asfixiado (lo más habitual).
Después el método se sofisticó, añadiendo un travesaño de madera a la parte superior, formando un instrumento de tortura en forma de T. Otras formas comunes eran las cruces en forma de X (la Cruz de San Andrés) o en forma de Y.

El historiador judío-romano Flavio Josefo, responsable de la alusión directa más antigua a Jesús, procedente de fuentes no cristianas (en torno a los años 92 y 94 de nuestra era), asegura que, durante la primera gran revuelta judía (70 d. C.) los romanos “fuera de si – de ira y odio – se divertían clavando a sus prisioneros en diferentes posturas”.
Este hecho, aunque bastante posterior a la muerte de Jesús, parece indicar que, en efecto, en esta época los romanos se molestaban en clavar a la cruz a algunos criminales por causas o motivos de “tipo político”.

La práctica del  enclavamiento, sin embargo, goza de muy pocos vestigios arqueológicos (algo habitual en todo lo que respecta al Jesús histórico).
Sólo existe una evidencia antropológica de este tipo de crucifixión, la anteriormente expuesta, la hallada en una tumba datada en el siglo I d. C. El cuerpo de  Jehohanan, que así se llamaba el difunto, conservaba un clavo oxidado en el talón del pie derecho con el que, se cree, se debieron clavar a la cruz ambos pies. Pero no existen evidencias, por el contrario, de que se le hubieran clavado los brazos o las manos.

En esta época los cristianos nunca representaban a Jesucristo en la cruz, una práctica que no se extendió hasta bien entrado el siglo IV, cuando empieza a aparecer la  “imagen icónica” de Jesús que ha llegado hasta nuestros días.

Las primeras representaciones de Jesús de raigambre cristiana, no obstante, datan de los siglos II y III. Se trata de un par de gemas en las que, claramente, se ve cómo las manos de Jesucristo cuelgan de la cruz, como si estuvieran atadas.
 Son la 'gema mágica' del museo Británico (siglos II o III) y la gema de Constanza (siglo IV), también presente en el museo Británico.
En ella, además de Jesús aparecen los 12 apóstoles.

¿Quiere decir esto que los clavos de Jesucristo nunca existieron?

No, pero tampoco tenemos información para pensar lo contrario.
“Dado que la evidencia de la antigüedad no proporciona una respuesta clara sobre si Jesús fue clavado o atado a la cruz, es la tradición la que dicta esta  “representación común”.

Fue ya en el año 337 cuando el Emperador Constantino prohibió la crucifixión como método de ejecución en el Imperio Romano, pero no por razones éticas, sino por respeto a Jesucristo.
Para entonces el relato mítico ya se había formado y la leyenda y la historia no han dejado de confundirse desde entonces.

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