domingo, 14 de enero de 2018

23.- LA MADRE TIERRA EN LA MITOLOGÍA Y EN LA HISTORIA (1).



Los hallazgos arqueológicos revelan la presencia generalizada en todo el mundo de los cultos de figuras femeninas.

La mujer era la portadora de la vida y toda la concepción y la organización del mundo giraba alrededor de su figura.

“La religión patriarcal fue precedida por veinte mil años de religiones matriarcales”, dice una estudiosa de la espiritualidad de la mujer,

En los albores de la humanidad, la vida social giraba en torno a la mujer.

La madre tiene un papel de poder; la herencia material y cultural pasa de madre a hija; los principales valores están relacionados con el cuidado de la vida, el respeto, la convivencia, la belleza, la armonía.

La vida religiosa ve a la mujer en el centro, celebrando el misterio de la vida a través de la adoración de deidades femeninas como símbolos de la fertilidad, el cuidado de la vida, la hospitalidad y la transformación.

Aunque las figuras femeninas en el panteón de toda la humanidad son muchas, hoy en día se tiende a considerarlas como los diferentes aspectos de una divinidad antigua primordial, representación de la Tierra, el símbolo por excelencia de todas las características femeninas.

La Gran Madre o Madre Naturaleza son algunos de los términos de diferentes tradiciones que se refieren a la fuerza creativa y reguladora del mundo físico y de la naturaleza, las mismas fuerzas de las que la mujer ha sido la portavoz y la representante en las sociedades antiguas.

La diosa se asocia con la fertilidad, el amor, la protección de la vida –incluso con la lucha si es necesario.
También es una asociación recurrente la de la Luna y sus ciclos.

Se relaciona a la mujer con la tierra como la fuente de la vida e incluso de la muerte, porque es como la tierra que acoge la vida y se regenera.

La hembra está alineada con la existencia en este planeta en todas sus fases: el propio término “materia”, en lenguas latinas, viene de “Mater”, “madre”.

La tierra es vista como la madre en las culturas tradicionales en todo el mundo.

Las iniciaciones en los misterios de la antigua Grecia tenían lugar en una cueva, “el vientre de la tierra”, y el acto de resurgir a la superficie,
después de la iniciación, representaba un renacimiento.

El culto de lo femenino está presente en todas las civilizaciones vinculadas con el cuidado de la tierra: “Esta mujer es como una leyenda viviente: difunde su semilla, hombre”, dice un antiguo texto de la India.

“Vuestras mujeres son como campos para vosotros”, dice el Corán.

La revolución neolítica, es decir, la transición de una economía basada en la caza a la basada principalmente en la agricultura y la ganadería, da el nacimiento de dos tipos muy diferentes de actividad: una agrícola y sedentaria y otra pastoral, nómada o semi-nómada.
Si la primera sigue conectada a los cultos y rituales que veneran a la tierra, la segunda pierde rápidamente esta conexión reemplazando los valores relacionados con el arquetipo femenino, por el masculino de la fuerza, el poder y la dominación.

La Madre Tierra ya no es la referencia de esta cultura siendo sustituida por el Padre Cielo, creándose nuevos cultos, nuevos mitos, nuevas deidades.

Si la madre era la fuente primaria de todas las cosas y no necesitaba un dios para procrear, el triunfo del pueblo guerrero genera nuevas maneras de contar la historia del mundo.

Gaia se une a Urano, el dios del cielo, que se convierte en su amante y  su  semilla en forma de lluvia  que fecunda a  la tierra.

El templo de Delfos, dedicado a Gaia, es usurpado por Apolo, que mata a la serpiente pitón sagrada –antiguo símbolo de las fuerzas de autocuración de la naturaleza- y se asienta en lo que hoy es conocido como el santuario de Apolo.

La antigua diosa babilónica Tiamat, diosa del vacío primordial, había creado sola el mundo.
El dios Marduk era originalmente su hijo, pero luego se convierte en el dios creador que mata a Tiamat, a la que luego se la ve como el monstruo del caos primitivo.

En los mitos clásicos, que relatan Hesíodo y Homero, se ha documentado la lucha entre la vieja cultura matriarcal y la nueva religión que tuvo lugar en el orden social patriarcal del siglo VII antes de Cristo.

La adoración de un dios popularizado por Abraham, se ha introducido en una tradición ya existente, probablemente de fuente fenicia, donde la mujer tenía un papel importante, interpretada por la diosa Elat, en la que la figura femenina es fundamental para la organización social tribal, y la mujer durante su ciclo menstrual se encontraba en el centro de atención, a la altura de su poder, y no era separada por impura,  esto se dio con posterioridad.


La diosa madre es sustituida por un dios padre.

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