lunes, 1 de enero de 2018

17.- FEDERICO GARCIA LORCA Y LA SEXUALIDAD (3) BODAS DE SANGRE




En BODAS DE SANGRE, escrita en 1.931, la virilidad, aun la despilfarrada, está presente:

         “Tu abuelo dejó un hijo en cada esquina. Eso me gusta”.

Igualmente el apetito sexual de la mujer:

         “Dichosa tú, que vas a abrazar a un hombre, que vas a sentir su peso”.

RESUMEN

La obra comienza con una conversación entre el novio y su madre, en la que planean pedirle la mano de su novia.
Cuando el novio está a punto de salir a la viña, le pide una navaja a su madre, pero ella no se la quiere dar porque dice que las navajas pueden matar y recuerda la muerte violenta de su esposo y otro hijo.

Después de salir el hijo, la madre se queda hablando con la vecina sobre la novia, a quien aún no ha conocido. La vecina le cuenta que la señorita había tenido un noviazgo con Leonardo Félix, hijo de la familia responsable por la muerte de su esposo e hijo.
Esta información la inquieta mucho, pero ocurrió años atrás y desde entonces Leonardo se ha casado y tiene un hijo.

En la próxima escena, la suegra de Leonardo y su mujer están cantándole una  nana a su hijo que presagia la tragedia que está por ocurrir:

“Duérmete, rosal, // que el caballo se pone a llorar.

Las patas heridas, // Las crines heladas, // dentro de los ojos // un puñal de plata.

Bajaba al río.

¡Ay, cómo bajaban!

La sangre corría // Más fuerte que el agua.”


Mientras que la suegra va a acostar al niño, llega Leonardo y le dice a su mujer que ha tenido que ponerle nuevas herraduras al caballo varias veces porque últimamente siempre se le caen.
La mujer sugiere que es porque usa el caballo demasiado, pero él lo niega.
También le cuenta que algunas vecinas lo vieron en los secanos el día anterior y que ella no creía que podía ser él, pero el caballo había llegado muy sudado.
Leonardo dice que no fue él.
Entra la suegra, y le pregunta quién está dando tanta carrera al caballo porque está tendido en el suelo con los ojos desorbitados.
Leonardo le contesta que estuvo con los medidores de trigo.

Llega a la casa de Leonardo una muchacha que vio al novio y a su madre comprando cosas para la novia, pero Leonardo le contesta bruscamente que no les importa saber qué le han comprado y que la novia es "de cuidado".

Entonces la suegra le recuerda que tuvo un noviazgo con ella, y su mujer comienza a llorar.

En la próxima escena, el novio y su madre viajan diez leguas para pedir la mano de la novia, quien vive sola en los secanos con su padre.
El padre les da su bendición y cuando la madre del novio le pregunta a la novia si sabe lo que es casarse, ella le contesta que sí y que está segura de su decisión.

Tras la visita, la criada se muere por ver los regalos, pero la novia no muestra ningún interés en abrirlos, por lo que la criada le dice: "parece como si no tuvieras ganas de casarte", y en seguida le cuenta que vio a Leonardo en su caballo fuera de su ventana a las 3 de la mañana.

Al principio la novia no se lo cree, pero esa noche aparece de nuevo fuera de su ventana. 

El día antes de la boda, la criada está peinando a la novia y hablándole del casamiento, pero la novia se muestra molesta y tira su corona de azahar al suelo.
Luego dice que quiere a su novio pero que casarse es un gran paso.

Esa mañana, Leonardo es el primer invitado en llegar y le pregunta a la novia:

"¿Quién he sido yo para ti?".

También le pregunta por el azahar, símbolo de la pureza.
La novia le pide que se vaya y le dice:

"No puedo oírte. No puedo oír tu voz. Es como si me bebiera una botella de anís y me durmiera en una colcha de rosas. Y me arrastra, y sé que me ahogo, pero voy detrás".


La criada trata de interrumpir la conversación, pero Leonardo le asegura que ésta será la última vez que hablan, porque a pesar de su atracción mutua, Leonardo aún no tiene pensado interponerse entre los novios, de ahí que le dice a la novia:

"Yo me casé. Cásate tú ahora".

A la madre del novio no le agrada que Leonardo y su mujer vengan a la boda, pero el padre de la novia le dice que los Félix son familia y es un día para perdonar, a lo que la madre responde:

"Me aguanto, pero no perdono".

Los novios se casan, pero en medio de la celebración, la novia le dice a su nuevo marido que necesita descansar por un rato. Sin embargo, poco después descubren que ha huido con Leonardo.
El novio sale a caballo en busca de la pareja.

La próxima escena tiene lugar en un bosque, un marcado contraste con las tierras áridas de la novia.
Unos leñadores están hablando de la huida de la pareja, cuando aparece la luna personificada y dice:

“No quiero sombras. Mis rayos // han de entrar en todas partes, // y haya en los troncos oscuros // un rumor de claridades, // para que esta noche tengan // mis mejillas dulce sangre, // y los juncos agrupados // en los anchos pies del aire //
¿Quién se oculta? ¡Afuera digo!
¡No! ¡No podrán escaparse!
Yo haré lucir al caballo // una fiebre de diamante”.

También llega una mendiga que representa la muerte y dice:

"Abren los cofres, y los blancos hilos // aguardan por el suelo de la alcoba // cuerpos pesados con el cuello herido".

La luna planea iluminar la escena para que el novio descubra a la pareja y la mendiga pueda acabar con ellos.

Aparecen en la escena la novia y Leonardo, y ella le dice que si él quiere llevarla con él, va a tener que ser a la fuerza, pero entonces él le recuerda que fue ella quien bajó primero las escaleras, le puso brindas nuevas al caballo y le calzó las espuelas para que se escapasen juntos.

La novia decide quedarse con Leonardo y ambos afirman que sólo la muerte los podrá separar.

Finalmente, el novio los encuentra y se escuchan unos gritos, pero las muertes del novio y de Leonardo tienen lugar fuera de la escena.

Al final, entra la mendiga, se pone de espaldas y abre su manto como un pájaro con alas inmensas.

En la próxima escena, una niña y unas muchachas están hablando de la boda, cuando llegan la mujer y la suegra de Leonardo, quien le dice a su nuera:

"Sobre la cama // pon una cruz de ceniza // donde estuvo su almohada".

Luego aparece la mendiga en la puerta de la casa y las muchachas le preguntan si viene del camino del arroyo.
Ella les contesta que sí y que vio a dos hombres muertos.

Al final de la obra, la vecina está en la casa de la madre del novio, y llega la novia cubierta en sangre.
La madre la golpea, y la novia le dice que ha venido a que la maten y explica lo ocurrido:

"Yo era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera, y tu hijo era un poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes".

También le jura que aún es una mujer honrada, pero la madre le contesta que no le importa su honradez ni que quiera morirse, porque su hijo está muerto.

La obra termina con una especie de adoración al cuchillo que recitan la madre y la novia.

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