lunes, 16 de octubre de 2017

EL MARQUÉS DE SADE: UNA VIDA DE AVENTURAS (y 4)


Siempre quiso decir la verdad, afirmar sus convicciones y narrar lo que le gustaba, pensaba o simplemente sabía.
No quería escribir para la gente, él lo hacía para él.

“Maldito sea el escritor llano y vulgar que, sin pretender otra cosa que ensalzar las opiniones de moda, renuncia a la energía que ha recibido de la naturaleza, para no ofrecernos más que el incienso que quema con agrado a los pies del partido que domina. […] Lo que yo quiero es que el escritor sea un hombre de genio, cualesquiera que puedan ser sus costumbres y su carácter, porque no es con él con quien deseo vivir, sino con sus obras, y lo único que necesito es que haya verdad en lo que me procura; lo demás es para la sociedad, y hace mucho tiempo que se sabe que el hombre de sociedad raramente es un buen escritor. Diderot, Rousseau y D’alembert parecen poco menos que imbéciles en sociedad, y sus escritos serán siempre sublimes, a pesar de la torpeza de los señores de las tertulias. Por lo demás, está tan de moda pretender juzgar las costumbres de un escritor por sus escritos; esta falsa concepción encuentra hoy tantos partidarios, que casi nadie se atreve a poner a prueba una idea osada: si desgraciadamente, para colmo, a uno se le ocurre enunciar sus pensamientos sobre la religión, he ahí que la turba monacal os aplasta y no deja de haceros pasar por un hombre peligroso. ¡Los sinvergüenzas, de estar en su mano, os quemarían como la Inquisición! Después de esto, ¿cabe todavía sorprenderse de que, para haceros callar, difamen en el acto las costumbres de quienes no han tenido la bajeza de pensar como ellos?!

Sade había redactado y guardado su testamento.
Dejaba heredera universal de sus escasos bienes a su compañera Constance:

“Deseo expresar a esta dama mi extrema gratitud por la dedicación y sincera amistad que me prodigó desde el 25 de agosto de 1790 hasta el día de mi muerte”. 

Muere a los 74 años, en 1814.

Dejó dicho que en su desaparición, lo enterraran en un sitio en concreto y que bajo ningún concepto se abriera su cuerpo.
Tras su muerte, su hijo Armand quema todas las obras inéditas que encuentra y lo entierra en otro lugar, no elegido por el Marqués.

Además su cabeza fue exhumada, pasados unos años, para ser estudiada.

Se sabe que sus herederos aún tienen más de 14 obras inéditas. 

Hoy, hay quien tacharía al Marqués de Sade, de anárquico, e incluso de satánico, ya que se regía, por lo que quería, sin prohibición ni sometimiento a ley alguna y menos aún al yugo de la religión. 

Sade afirma que todos los seres somos iguales y así pues, a intentar ser feliz, aunque para ello sea la desdicha de otra persona.


En definitiva, se quitó la mordaza y quiso quitarnos la venda, sobre la sexualidad, naturaleza y violencia, que todos, en mayor o menor medida llevamos dentro. 

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