jueves, 6 de julio de 2017

EL AMOR EN SAN AGUSTÍN (5) FLORIA EMILIA Y “SUS CONFESIONES”


 Uno de los principales exponentes de la tradición humanista occidental, y quien se ha posicionado como icono de obligada referencia filosófica, es Agustín de Hipona (354-430).

Según Copleston, en su Historia de la Filosofía, para la cristiandad latina San Agustín es “el más grande de los Padres, tanto desde el punto de vista teológico como desde el literario, un hombre que dominó el pensamiento occidental hasta el siglo XIII, y cuyo nombre no puede perder su brillo […]”

Esta aura que rodea el nombre de Agustín de Hipona es una luz ambigua cuyo origen es multifocal.

Efectivamente, el pensamiento de Agustín no tiene ni una sola dirección, ni una sola fuente, sino que bebe de diversas corrientes teóricas de su época, entre ellas, como ya hemos indicado en otro lugar, el maniqueísmo, el escepticismo, el neoplatonismo y el cristianismo helenizado en forma de Paideia. 

Su teología y filosofía se caracterizan por la interiorización de la realidad, “noli FORAS, …IN INTERIORE HOMINE…”, es un filósofo de la intimidad. Así que se le ha llegado a considerar un ancestro del existencialismo.

Por otro lado, como parte de su herencia maniquea, Agustín considera que el cuerpo humano y las pasiones terrenales son malas a causa del pecado original, lo cual lo puso constantemente en conflicto con su herencia cristiana que considera el cuerpo como "imagen de Dios", no obstante prevaleció en él una visión de pesimismo antropológico que lo llevó a considerar al hombre como esclavo del pecado y sólo capaz de liberarse de él por ayuda de la gracia de Dios.

Para Agustín la naturaleza humana ha quedado sujeta a la corrupción que vemos y sentimos, y por ella a la muerte.

Foucault señala que la filosofía cristiana antigua y sus disciplinas pastorales del yo, de la cual la agustiniana es sólo una parte, tiene un origen paradójico, pues en tanto filosofías de la vida, tanto la cultura clásica como el cristianismo, nacieron de las premisas de "conocerse y cuidarse a uno mismo", es decir del reconocimiento de que la vida y el cuerpo son buenos y merecen atención, no obstante "a partir de esta exhortación a “ocuparse de sí mismo” se construyeron las morales más austeras", ya que con la llegada de las filosofías neoplatónicas y maniqueas se traspuso dicho énfasis en uno mismo, en un anhelo por liberarse del cuerpo y del mundo, despreciándolos en aras de una esperanza trans-mundana que espiritualiza la vida desarraigándola de su eroticidad”.

Raro cambio de énfasis en donde quienes más van a pagar las consecuencias de las especulaciones y los temores masculinos serán, desde luego, las mujeres (y era, ya, el temor de Floria Emilia)

Es en este contexto de espiritualización de la vida dentro del cual Agustín redactó Las Confesiones, documento en el que se encuentra "la escena del puente" que le ha servido a Jostein Gaarder –el famoso autor de "El mundo de Sofía" – para imaginar a la desconocida amante de las mocedades de Agustín con voz y con capacidad para decidir, por sí misma, sobre su bautizo. 

“Vita brevis” es una pequeña novela en donde Gaarder nos lleva por las tramas subjetivas de un ser humano reflexivo que, conociendo íntimamente a Agustín (lo que hemos denominado la “contra-biografía) , rechaza el odio al cuerpo, a la materia y a la vida del cristianismo helenizado.

"Floria Emilia" es el nombre otorgado a este ser humano que realiza un manifiesto en pro de la vida y del deleite (a los que ha renunciado Aurelio Agustín, tras “desposarse con “Continencia”)

Este ejercicio lúdico de Gaarder evidencia los complejos y abusos occidentales hacia las mujeres, y al ser humano en general, en nombre de una realidad descorporeizada y trascendente.

1. Tesis epistolar de Floria

En su epístola al venerable obispo de Hipona, Floria Emilia argumenta en contra de los principales elementos de la filosofía agustiniana, que son parte de la narrativa biográfica de Las Confesiones. 

La tesis de este argumento que esgrime en contra de "Aurelio Agustín" también es el leitmotiv de la carta, el cual se desprende de la reiterativa escena en el puente Arno, en donde el joven Aurelio se le acerca a su amada para oler su perfumado cabello, y en donde el enamorado declara: “Vita brevis” (La vida es breve).

Utilizando este momento fundacional Floria postula:

“La vida es breve y yo sé muy poco. Pero imagina, Aurelio, que no hubiera ningún cielo sobre nosotros, imagina que hayamos sido creados sólo para vivir esta vida”.

Como ya se ha dicho, la filosofía agustiniana, y en general la tradición cristiana occidental que tanta influencia ha tenido sobre la teoría humanista, se caracteriza por la trascendentalidad, es decir por la espiritualización de la vida y del mundo que lleva a considerar la temporalidad en términos de condenación de la que sólo la redención divina puede liberar.

Dicha redención se entiende como la liberación del cuerpo y de sus pasiones para entrar en el ámbito de la beatitud mística y de la eternidad.
De este modo la tesis de Floria consiste en eliminar la “trascendencia” para pensar en la “inmanencia”, dejar de ver el cielo y pisar la tierra, abandonar lo beato y regresar a lo erótico, y a fin de cuentas, dejar de obsesionarse por la eternidad para disfrutar la inmediatez y la brevedad de la vida.

Como se podrá ver, sin embargo, también aparece otra tesis subsidiaría y es la de eliminar la concepción de la mujer como origen del mal.

2. Razones de Floria al escribirle a Agustín

A todas luces Floria es impulsada a redactar la carta como un ajuste de cuentas histórico y biográfico.

El primer paso para conseguir dicho propósito es de presentarse ella misma con su nombre, Floria Emilia.

Uno de tantos biógrafos del Doctor africano, se distingue por dedicar un pequeño apartado en su biografía a "La madre de Adeodato", de quien dice, "La mujer ha quedado para nosotros sin nombre".

Poseemos el nombre del obispo, tenemos también el nombre de su hijo, pero el nombre, la identidad y el reconocimiento de esta mujer fuera de los parcos compartimentos de los títulos “concubina”, “amante”, “compañera” y “madre” ha sido sepultado por la visión androcéntrica de la historia que construye héroes masculinos, de los cuales las mujeres sólo son o la causa de sus dificultades o la presa (objeto) que los hará convertirse en héroes.

Así, que la epístola abre diciendo: "Floria Emilia saluda a".

Es la primera razón para escribir la carta: el reconocimiento público de una mujer (cuyo nombre es imaginado por el autor, pero eso no elimina la concreción de dicha mujer).

Otra razón que mueve a Floria para dirigirse al obispo es el de ayudarle a "hacer memoria de algunas cuestiones importantes".

Dichos tópicos versan en dos sentidos. Por un lado sobre el trato que ella ha recibido de parte de Mónica (hoy en día Santa Mónica), quien velando por el bienestar de su hijo separó violentamente a la pareja.

Floria pone de manifiesto cómo Mónica se ha convertido en un agente de la cultura patriarcal satanizando a una mujer considerada peligrosa para el desarrollo del hombre público que era Agustín, ya que esta mujer no era esposa (aunque ya no era virgen) y, para colmo de males, era pobre.

Una teóloga cristiana y feminista ha hablado sobre la forma en la cual las sociedades patriarcales instrumentalizan a las mismas mujeres para reproducir su dominación, interiorizando en ellas los valores que sustentan su ideología. 

De este modo la razón que Floria tiene para escribir es la misma razón que las mujeres dominadas tienen para hablar y realizar gestiones civiles que garanticen su igualdad frente a los varones, es decir, el derecho de autodeterminación dentro de la esfera privada y doméstica, que incluye escoger el esposo con quien realizará el contrato matrimonial o bien, y a esto le temía Mónica, con quien simplemente decide pasar sus días y compartir libremente su sexualidad.

Exponer las actitudes y acciones de Aurelio también forma parte de la ocasión para redactar.

Tradicionalmente "la madre de Adeodato" fue un objeto que Agustín utilizó para apaciguar sus bajos instintos en lo que conseguía una pareja formal.
No obstante la carta, enfatizando un pasaje de Las Confesiones, demuestra el amor que el joven sentía por su compañera y amante y el dolor que representó la separación, como a cualquier ser humano.

Además, Floria vio a su hijo alejarse y posteriormente escuchó las noticias de su muerte.

Así ella fue madre, pero su carácter de mujer trascendió la maternidad.

No obstante siente pesar por la muerte de su hijo y quiere exteriorizarlo al padre de Adeodato.

Pero quizá la razón más pragmática para redactar la carta sea la que se encuentra desde el inicio del documento:

"No quiero ser bautizada".

Es interesante que no diga "no me quiero bautizar", sino que señale el rito como una imposición hacia ella, y lo cual fue la causa de que el obispo de Cartago le diera, seguramente por intermediario, a leer Las Confesiones en un intento por convencerla de aceptar el sacramento.

De este modo la carta es una protesta para exigir el reconocimiento de su identidad y dignidad como mujer autónoma.

Demostrar que tiene la capacidad de pensar por sí misma (ella se presenta como ya filósofa), y de elegir sus creencias y rituales como un acto de autodeterminación.

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