miércoles, 11 de noviembre de 2015

SOPA BOBA. LA TUNA. CARMINA BURANA



SOPA BOBA. LA TUNA. CARMINA BURANA

Aunque no os lo creáis, hice de protagonista en una película (tengo la cinta), de más de una hora de duración y que lleva por título SOPA BOBA. Luego han hecho otra película, española, con el mismo título, pero de temática diferente, protagonizada por actores profesionales, mejor quizá, pero creo que no más divertida. El autor de la obra (de la mía) es Fernando Alonso (no el piloto de fórmula uno, asturiano) sino un burgalés, que fue profesor de griego y de filosofía, y llegó a ser un experto en Literatura Infantil y Juvenil, trabajando en TVE, como director de programas infantiles y juveniles, y como guionista

Los “sopistas” eran unos estudiantes universitarios, que no daban un palo al agua, sin recursos económicos, que rondaban bares y tabernas entregando su música, su picardía y su simpatía a cambio de un humilde plato de comida llamado “sopa boba” (por lo que siempre llevaban consigo una cuchara y un tenedor de madera, para poder comer en cualquier lugar) o por unas monedas, para costearse los estudios o para poder volver a casa.

Los “sopistas” aparecen con las primeras universidades españolas, en el siglo XIII, coincidiendo con el auge de las ciudades y el ascenso de la burguesía, una vez dejados atrás tanto la nobleza como los castillos y poblados alrededor.

A partir del siglo XVI se les denomina “tunos”, y sus agrupaciones son nuestras “tunas” actuales, con vestimenta medieval y con distintivos, según facultades, además de “las cintas de la capa”, la firma de sus conquistas.

Los tunos de Salamanca se reunían en la Plaza Mayor, los sábados por la noche, para ir a rondar a las estudiantes universitarias, en los Colegios Mayores Femeninos, por una de cuyas ventanas solía descolgarse una botella, generalmente de Coñac o de Licor 43, atada a una cuerda.

Las letras, además de las típicas, serias, como “Triste y sola,….” eran picantes, obscenas, hasta soeces.

Para pertenecer a la tuna había que pasar dos pruebas: la académica (saber tocar un instrumento) y la mundana (aguantar “todo” lo que te echasen esa noche de examen, desde beber hasta emborracharte, hasta meterte la cabeza en la taza del water), es a lo que se le denominaba el “bautizo”.

Se aguantaba porque se sabía que, en adelante, él, también, formaría parte del jurado del próximo examinando, un nuevo estudiante candidato, al que se le denominaba “el bobo”.

Yo tenía una bandurria (que no la tocaba bien) y no era un bebedor excesivo, así que decidí no presentarme a examen. Pero acudía, con ellos, haciendo la ronda, acompañando a muchos amigos de la Tuna de Filosofía y Letras.

“Sopistas” o “tunos” es la versión española de los europeos “goliardos”. Una palabra de etimología dudosa (quizá francesa). Porque de Goliat lo que yo sabía y sé es que era un gigantón al que venció el pequeño David, con la piedra y la honda.

A no ser que lo de “gigantón” fuera por lo gordo y barrigudo, efectos del mucho comer y no menos beber.

Los goliardos, los “hijos de Satanás”, constituían la bohemia universitaria. Eran unos grandes comilones y bebedores que satirizaban, no tosca sino cultamente, a las autoridades civiles (el poder) pero sobre todo a las autoridades religiosas.

Su vida era un carnaval perpetuo.

Los concilios no hacían más que condenar su vida disipada y licenciosa, a lo que ellos ni tan siquiera se molestaban en defenderse, se contentaban con vivir.

Es un desmentido para aquellos que juzgan a la Edad Media como un período oscuro y triste.

Eran goliardos los clérigos pobres, los monjes ociosos, que habían renunciado a sus votos, clérigos díscolos, y los estudiantes vividores.

Sus temas preferidos eran el erotismo, los elogios al vino (ya no consagrado y convertido en “sangre de Cristo”, en el cáliz, sino en la jarra, abundante y “a morro”), en la taberna (la antiiglesia), a las mujeres, al juego, a la juerga, al amor carnal, a los placeres terrenales. Su lírica es una lírica profana. Cantan en lengua vulgar, muy alejados del canto gregoriano y las polifonías; y no en los coros de las iglesias, sino en la “catedral de la juerga”, en la taberna) Sus letras suelen ser de carácter licencioso, irreverente, muchas veces obsceno.

Son conscientes de la fugacidad de la vida, de la inestabilidad de la fortuna, de la muerte incierta, pero segura, que se presenta cuando menos la esperas y, sin tu permiso, te lleva por delante. Así que: “a practicar el “carpe diem”, “aprovecha el instante”, porque “oveja que bala, bocado que pierde”.

Sus cantos o poemas son los “cármina” (plural del neutro, latino, “carmen-nis, tercera declinación) (que nada tiene que ver con el árabe “carmen” (jardín) (los cármenes granadinos).

Los Cármina más famosos son los de Bura (ciudad alemana), de ahí los “Carmina Burana” (en latín no hay tildes, escrito “carmina”, leído “cármina”)

Esta colección se encuentra dividida en varias partes, dependiendo el tema crítico tratado (la jerarquía eclesiástica, la moral, el amor, los juegos, la bebida…

Los “Cármina potoria” (del latín “potare” = beber, de aquí lo de “potable”) se refieren al vino.

Y no me resisto a no poner un ejemplo (que aunque, naturalmente, están escritos en latín, no es un latín culto, sino vulgar, macarrónico, y que se entiende fácilmente (a lo más consultar 2 ó 3 veces aquel Diccionario Spes, que tenéis cubierto de polvo).

Fíjense en el ritmo frenético, en la métrica trepidante, muy superior a las clásicas “letanías”.


«Bibit / hera / bibit / herus // bibit / miles / bibit / clerus // bibit / ille / bibit / illa // bibit / servus / cum an / cilla // bibit / velox / bibit / piger // bibit / albus / bibit / niger // bibit / constans / bibit / vagus // bibit / rudus / bibit / magus // bibit / pauper / et e / grotus // bibit/ exul / et ig / notus // bibit / puer / bibit / canus // bibit / presul / et de / canus // bibit / soror / bibit / frater // bibit / anus / bibit / mater // bibit / ista / bibit / ille // bibunt / centum / bibunt / mille.»

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