martes, 24 de noviembre de 2015

LA BENDICIÓN. “BEN-DITOS SEÁIS”.



“Ben-dición”, “ben-decir”, “decir bien”, “ben-decido”, “ben-dito”, “bien dicho”.

Cuando, entre los antiguos, un hijo tenía que alejarse del hogar, le pedía a su padre (nunca a su madre) la bendición.
El padre le DECÍA, solemnemente, los buenos deseos, las buenas venturas, los buenos hechos que deseaba que le ocurrieran, porque se creía en “el poder de la PALABRA”, eso es los que OCURRIRÁ, lo que el padre ha DICHO BIEN.

Entre el DECIR y el HACER había una continuidad, una consecuencia natural, un fluir por sí mismo, lo uno llevaba a, producía, lo otro. OCURRIRÍA lo que se DECÍA. Se cumplía la palabra.

También lo contrario, la MAL-DICIÓN, el MAL-DECIR, lo MAL- DECIDO, lo MAL-DITO, lo MAL-DICHO.
DECIR, desear malas cosas a alguien; eso es lo que OCURRIRÍA.

Fíjense cómo comienza el Génesis: “y DIJO Dios: SEA la luz, y la luz fue HECHA. Y luego DIJO Dios: que se separen las aguas de las tierras….. y APARECIÓ la tierra firme y el océano….” Etc….etc….etc…

Y “qué decir del inicio del Evangelio de San Juan: “in principio erat VERBUM”, “en el comienzo estaba/era la PALABRA”
¡El DECIR es la causa del HACERSE, del OCURRIR.
Lo HECHO como consecuencia de lo DICHO.
Amalgama de la PALABRA y de la ACCIÓN.

Esta forma mágica de pensar continuó durante muchos siglos.
Cuando alguien decía: “PALABRA de honor” o “te doy mi PALABRA”, No es que uno sólo diera su PALABRA, mostrara su intención, es que ÉL, entero, iba en el lote, prendido en su PALABRA.
La PALABRA y la PERSONA indisolublemente unidos.

Era DECIR: “te doy mi PALABRA y a la PERSONA que la pronuncia si no cumple lo prometido”.
Me comprometo, pues, a ser tuyo, a ser tu esclavo, a dejar de ser yo, a empeñar mi persona, que va prendida/presa en mi PALABRA.

Solemos decir que “uno es esclavo de sus PALABRAS y dueño de sus silencios”

Jurar por Dios es ponerlo de testigo de que voy a HACER lo que voy a DECIR o lo que estoy DICIENDO. Si no se cumple uno es reo de Dios, que puede/debe castigarte, por haber desanudado el nudo entre el DECIR y el HACER, por haber prometido y no haberlo cumplido, por haberlo DICHO y no HABERLO HECHO.

Entre caballeros, hoy día, sigue valiendo la PALABRA y el mero hecho de “chocar las manos” es la firma del acuerdo, de lo DICHO y pactado entre ellos.

Claro que si yo voy al Banco a pedir un préstamo o una hipoteca y le DIGO, le prometo, le juro,….. al Director que lo cumpliré y que se lo devolveré, y le doy mi “PALABRA de honor”…. dejará escapar una cínica sonrisa y me dirá que no se fía de mí, que no confía en mi PALABRA, y quiere/necesita/exige que se lo firme. Sin firma “nanay de la China”.

Y la firma no es otra cosa que la PALABRA, pero escrita. Y es que los Banqueros saben latín. ¿Recuerdan aquel dicho de “verba volant, scripta manent” (“las palabras vuelan, se las lleva el viento, lo escrito permanece”)?
“Hombre, Sr, Director,,,, verá Ud…. es que yo eso se lo DIJE en unas circunstancias concretas, pero como éstas han cambiado, yo no puedo mantener mi PALABRA al haber cambiado el contexto….
Por eso el Director del Banco te exige la firma, porque ella es ajena a toda circunstancia, a cualquier circunstancia. Ella está ahí, escrita, “permanece”, siempre, para todo, para todos, ajena a los contextos en que se produjo.

Cualquier juez le hará más caso a tu firma que a tu PALABRA.

Y es que la firma surge de la desconfianza entre los hombres.

“Tú me puedes DECIR que lo sabías, pero aquí, en el examen no tienes eso escrito, y yo, profesor, sólo juzgo lo escrito”.
Así que, a partir de ahora, en vez de definir al hombre como “el animal que habla”, habrá que definirlo como “el animal que escribe” y que queda prendado/preso, comprometido con lo escrito.

Para los creyentes el momento central de la misa es la consagración, cuando el cura pronuncia las PALABRAS mágicas “hoc est, enim….”éste es mi cuerpo y ésta es mi sangre que será derramada….” es en ese momento, tras pronunciar esas PALABRAS, cuando el pan y el vino dejan de SERLO y se CONVIERTEN en el cuerpo y en la sangre de Cristo.

El DECIRLO ha provocado el efecto de HACERLO.

Incluso cuando el cura, tras confesar tus pecados, te da la absolución y te DICE: “te perdono tus pecados…..”, tras cumplir la penitencia, esos pecados te SON perdonados, se borran, dejan de EXISTIR.

Es más, cuando tú, lector/lectora, DIJISTE: “Sí, quiero a éste/ésta por ….” ante un cura o ante un juez, lo que DIJISTE tuvo su efecto inmediato, OCURRIÓ que contrajiste matrimonio.
DECIRLO y SER HECHO, OCURRIR. Ya nada es/será igual que antes de DECIRLO.
Y es que la PALABRA, aunque la expresemos valiéndonos de órganos corporales, es hija del alma.
Yo creo que ni los curas son conscientes de lo que dicen: “Esto es PALABRA de Dios”.

Nuestros políticos, todos, sean del sigNo que sean, tienen querencia al concepto mítico-mágico de la PALABRA.
Todo
s ellos tienen en su mente las PALABRAS MAL-DITAS que, nunca, deben ser DICHAS, pronunciadas, no siendo que al DECRILAS, OCURRAN o los votantes vean que están ocurriendo.
Igual que hay gente que dice que lo que no se ve es como si no existiera, hay personas (los políticos, entre ellos) que creen que lo que no se DICE
NO EXISTE.
Por lo tanto no pueden/no deben pronunciar/DECIR las PALABRAS MAL-DITAS, (MAL-DICHAS), “trasvase”, “crisis”, “paro”…. porque nos traerán desdichas. Habrá que recurrir a eu-femismos (bien-sonantes) que mitiguen la cruda realidad, como si la realidad pudiera, realmente, ser mitigada por el hecho de no ser mentada.

Habrá que DECIR, pues, “captación y conducción provisional de agua”, “desaceleración!, “desempleo”, que suenan menos mal, suenan mejor “eu-femismos”).
¿Qué decir de la “amnistía fiscal” del P.P.?

Lo que demuestra, una vez más, que el lenguaje sirve también para lo contrario, para ocultar la realidad, para tapar lo existente, para negar lo innegable.

También el lenguaje te proporciona otro truco, como es el hablar y no parar de hablar, sin decir nada, es lo que, en filosofía, se denomina “parloteo”.
Que ante una huelga del transporte en toda regla y con las múltiples repercusiones en los múltiples desabastecimientos, nuestra Vicepresidenta nos diga: “el gobierno está trabajando”, ¿eso va a tranquilizarme?. Porque decir eso y no decir nada es lo mismo. Se supone que el paseante pasea, que el corredor corre y que el estudiante estudia…. Eso se da por supuesto. Claro que el gobierno gobierna. Lo que me tranquilizaría es saber si el gobierno está trabajando/gobernando en la dirección adecuada o no, si van a solucionarse los problemas o no.

Si se me incrusta un coche en mi casa y un agente de la autoridad se limita a empujar para desencrustarlo y me dice que “está trabajando”, no sólo no me tranquiliza, es que me preocupa más aún.

Si la “crisis” no existe, porque no ha sido DICHA, reconocida por el gobierno, ¿cómo se va a trabajar sobre algo que no existe?.

Miedo a llamar a las cosas, no gratas, por su nombre. ¿Causa principal? El temor a que una vez DICHAS, LLAMADAS, NOMBRADAS, se manifiesten aún más.

Concepto SAGRADO, MÍTICO, de la PALABRA.

(Y ya, de camino, distraemos, despistamos, entretenemos en disputas, engañamos, al personal)


Claro que la realidad es muy tozuda y, como nadie la pare, ella seguirá “jodiéndonos la marrana”

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