Estábamos, los varones, tan asentados en el centro de la historia, de la cultura, de la vida,… Hemos estado tanto tiempo (desde siempre) en el lugar privilegiado, con todo y todos a nuestro alrededor, dependientes de nosotros,…. Hasta las religiones han sido y son varoniles…. El trabajo ha sido varonil, como lo ha sido la familia, la política, el ejército, las iglesias, la economía,…. Todo.
Pero, de un tiempo a esta parte,… desde la liberación de la mujer llamando de tú al varón, tuteándolo, sin ser una falta de respeto, y en todos los campos, incluso en el sexual, compitiendo, …
Y también desde la liberación homosexual, desde que la mujer puede preferir como compañera sexual a otra mujer, y no a un varón; o que un varón prefiera como compañero sexual a otro varón y no a una mujer… incluso él puede ser deseado por el otro…
El “varón de toda la vida”, el heterosexual, está siendo cuestionado, se siente descolocado, le han movido los cimientos.
Que una mujer prefiera a otra mujer antes que a él, varón; o que un varón le tire los tejos a él, en vez de a una mujer,…. eso lo descoloca.
Acostumbrado a disponer de todo el espacio y ubicarse en el centro, a tener, ahora, que compartirlo y “descentrarse”… eso lo descoloca.
Acostumbrado al “círculo” y a la “circunferencia” y ser obligado a la “elipse”…. eso lo descoloca.
Acostumbrado a mirar desde arriba a todo y a todas y tener, ahora, al mismo nivel, a la mujer, teniendo que girar la cabeza… eso lo descoloca.
Acostumbrado a ser llamado “presidente” y que ahora sea él el que tenga que llamar “presidenta” a una mujer…. eso los descoloca.
Acostumbrado a estar casado con los hermanos siameses denominados “poder y dinero” a tener que estar divorciado de ambos porque la mujer se ha enamorado de esos mismos siameses….eso lo descoloca.
Acostumbrado a llegar a casa y encontrar su hogar limpio, ordenado,….a tener que compartir tareas….eso lo descoloca.
Acostumbrado a llevar los pantalones y ver que, ahora, la mujer también los viste y los lleva y manda….eso lo descoloca.
Acostumbrado a disponer de la mujer cuando, donde y porque quiera, a no poder hacerlo ni cuando ni donde ni porque…eso lo descoloca.
Acostumbrado a tratar los temas importantes con varones, a tener que tratarlos, también, con mujeres……eso lo descoloca.
Acostumbrado a no entrar en la cocina si no es para abrir el frigorífico y coger una cerveza a tener que ir al supermercado, para poder llenar el frigorífico, y tener que encender los fogones, él, que sólo sabía de encender el cigarrillo, y tener que coger una plancha cuando él sólo estaba acostumbrado a coger el bolígrafo….eso lo descoloca.
Acostumbrado a tener el coche a su disposición a tener dos coches en casa y tener que ir, más de una vez, de copiloto….eso lo descoloca.
Desde que la mujer ha desmentido el adagio sempiterno de que “el hombre y el oso, cuanto….” y le ha mostrado al varón la existencia de unas tiendas “primor-osas”, en las que el sudor, el desaliño, la dejadez,… (propios del oso) se volatilizan, se esfuman, no aparecen o desaparecen, al tener, éste, que optar por desodorantes, perfumes, espumas…. (otro trabajo para el que no estaba preparado)…. eso, también, lo descoloca.
Desde que la mujer ha encerrado, con llave, en el baúl de los recuerdos, los consejos de la abuela y, quizás, de la madre, de que “aguanta, hija, aguanta” y ha descubierto el camino de la comisaría para la denuncia de agresión, maltrato…..eso lo ha descolocado.
Desde que la mujer se ha sacudido el substantivo de “posesión” y ha apostado por el de “igualdad” con el varón, nadie “posesor” y nadie “poseído”.... eso ha descolocado al varón.
Desde que el varón ha tenido que aprender a programar la lavadora, el lavavajillas, la secadora, el horno…. eso, también, lo ha descolocado.
Desde que, en la cama, la mujer ha dejado de ser siempre “pasiva”, siempre una Eva, y también ella ha tomado el mando de la relación, cual otra Lilith….eso ha descolocado al varón.
Desde que la mujer ha exigido subirse, alternativamente, a la peana o derribarlas todas… eso ha descolocado al varón.
(Puedes seguir exponiendo “circunstancias descolocantes”).
Los varones estamos, y más que estaremos, descentrados, descolocados, pero, todo, por el error histórico-cultural-religioso de haberle asignado al varón, y éste haberlo asumido, el lugar de preferencia.
Ya no somos nadie, Tomás. Y lo peor no es que nos seamos, es que no volveremos a serlo.
ResponderEliminarAunque a mí me gusta este cambio logístico en nuestra nueva ubicación ¿será que soy un poco menos macho de lo que pensaba?