miércoles, 28 de noviembre de 2018

PALABRAS DE UN AGNÓSTICO (16)



Yo, que soy un empedernido visitador de iglesias, en plan Alberti, admirando el arte, a veces me encuentro con 15 ó 20 viejecitas (no varones) repitiendo monótonamente avemaría tras avemaría y me pregunto, ante la ausencia absoluta de personas maduras, jóvenes y niños, qué será de esa iglesia más allá de un museo de arte de aquí a unos años.

Los guías locales serán los sustitutos de los curas, y sus explicaciones artísticas resonarán en vez de los cánticos religiosos, las oraciones o las misas de los párrocos.

Lo que narra el hispanista y evangelista inglés George Borrow tratando de vender biblias protestantes en España (tal como cuenta en “La Biblia en España”, traducción de Manuel Azaña” es, exactamente lo que mi abuela, analfabeta, que ya ni iba a misa los domingos pero que cuando repicaban las campanas citando a los creyentes a ir a misa era el momento en que los protestantes iban, nada menos que en mi pueblecito, queriendo convencer a mis paisanos y todavía resuena en mí la respuesta de mi abuela María: “así que no creo en mi religión, que es la verdadera, y voy a creer en la suya, que es falsa”

Ante la religión están los ateos, los fervientes creyentes ante lo incomprensible, tipo Lutero y la de los  católicos mayoritarios que, sencillamente, creen y cumplen los ritos y liturgias correspondientes.

Los ATEOS.

El ateo Fenófanes de Colofón decía que era curioso cómo los dioses de cada pueblo se parecen sospechosamente a los humanos que los veneran y, hasta tal punto que, si los bueyes o los leones tuvieran divinidades podríamos asegurar que las primeras divinidades tendrían cuernos y las segundas melenas y garras.

Para Lucrecio ha sido el temor a lo desconocido, a lo azaroso, a la muerte,… lo que produjo la lista de los dioses.
Para él los dioses sólo son referencias culturales pero nada de causas operantes en el mundo, como lo expresa en su “De rerum natura”.

David Hume, que nunca hizo profesión de ateísmo, es el más agudo crítico de las creencias religiosas pero muy respetuoso con los creyentes no siendo que saliera perjudicado, en su “Historia Natural de la Religión” inicia una antropología religiosa proponiendo causas sociales y psicológicas plausibles tanto para el paganismo como para los monoteísmos y, sobre todo, en sus “Diálogos sobre la Religión Natural”, que no se atrevió a publicar en vida no siendo que…
Echa por tierra las vías tomistas como no probatorias de la existencia de Dios como creador de un mundo contingente y, también, se opone al deísmo de Voltaire.
No hay razones –dice- para creer que el universo es un reloj que precisa un relojero, ni para fabricarlo ni para ponerlo en hora.

Es verdad que si uno se encuentra un reloj puede dictaminar que tiene que haber habido un relojero (que será mujer o varón, suizo, japonés o vaya Ud. a saber, que estará casado o soltero, viejo o joven, jubilado o todavía trabajando, que tendrá hijos o no, que le gustará u odiará la filosofía, que le encanta la lectura o la odia,…) pero, si hay un reloj tiene que haber habido un relojero.

Pero la pregunta es por qué el universo es/tiene que ser como un reloj.

En mi terraza el jazmín, la dama de noche, los rosales,…todos los años, por la misma época, florecen ¿necesitan que alguien los haga florecer o florecen por sí mismos? ¿Es necesario el jardinero o es la naturaleza misma la que actúa con regularidad?

El error común que cometen los crédulos creyentes es no distinguir la doble realidad: “la realidad artificial” de un reloj o de una casa o del asfaltado de la calle, que han necesitado un “artífice” para ser/existir y la “realidad natural”, la de esa montaña, la de ese terremoto, la de ese río, que no necesitan “artífice” alguno porque no son realidades artificiales, sino naturales.

Es verdad que hay muchos creyentes crédulos que se creen a pies juntillas la existencia de todas esas realidades del mundo religioso y uno puede o debe preguntarse el porqué de esa creencia.
¿Cuáles son las razones ocultas que llevan a mucha gente a creerlo?

Feuerbach da una respuesta: esas causas ocultas son los insatisfechos deseos humanos que desearía satisfacerlos y como aquí abajo, en esta vida, no se satisfacen dan el salto a creer que hay otra vida, tras la muerte en la que van a quedar sobrepasadamente satisfechos.
El hombre proyecta hacia un ser supramundano todo lo que sueña para sí mismo, que le apetece y que no alcanza: la inmortalidad, el poder, la abundancia, la sabiduría, la felicidad,…

Ese más allá, regido por la Divinidad se convierte en la compensación trascendental de todas las limitaciones que padecemos en este mundo, pero también brinda un consuelo a los que sufren, a la vez que una coartada para renunciar a intentar la mejora de su situación terrenal.

Si son bienaventurados los pobres, los que tienen hambre, los injustamente perseguidos, los pacíficos,…y yo soy todo eso, y mucho más, ¿por qué voy a intentar no ser bienaventurado?

La promesa del cielo, en el que un Dios infinito cumplirá todos nuestros anhelos finitos se convierte en un mecanismo que nos persuade para la resignación en esta vida, requisito para el disfrute eterno en la otra.

Yo, terrenal, temporal, limitado, finito,…en esta vida de carencias versus un megahombre omni-todo en esa realidad virtual en la que va supersatisfacerme totalmente, por lo tanto renunciemos a lo poco que somos y tenemos por la creencia en lo mucho que tendremos y seremos.

Esta función compensatoria de las religiones es lo que hace saltar al ateísmo para pasar, de ser una simple negación de las creencias religiosas a una denuncia de las mismas para la vida de los individuos y de las sociedades.

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