viernes, 9 de noviembre de 2018

PALABRA DE UN AGNÓSTICO (5)


Todavía recuerdo al fallecido Gustavo Bueno y su airado cabreo, en una tertulia, en la que una vidente, sin estudios, recurría a la Física Cuántica para sustentar su actividad engañosa.

El embustero, en cambio, conoce la verdad, la valora, pero la oculta y la desfigura para conseguir alguna ventaja, pero reconoce la autoridad de la verdad, lo que no hace el mero charlatán.

El mentiroso conoce, o cree conocer, la verdad y, a partir de tal conocimiento, falsea lo que tiene por verdadero, el charlatán, en cambio, se despreocupa de la verdad, por lo que la charlatanería es peor enemigo de la verdad que la mentira, aunque el charlatán intenta aparecer ante los demás buscando sólo el afecto que pueda causar a sus oyentes (de ser una persona sabia, honrada, piadosa, conocedor de los secretos del universo,…)

Alejado y sin preocuparse de la verdad quiere aparentar ser tenido por “amigo de la verdad” y de acuerdo con la cuarteta de Campoamor: “en este mundo traidor // nada es verdad ni mentira. // Todo es según el color // del cristal con que se mira”.

Pero el charlatán no es un monstruo sino que actúa como un comodín y, en su relativismo de la verdad, en su escepticismo, si es verdad lo dicho por Nietzsche en La Voluntad de Poder de que “no hay hechos sino interpretaciones” y como las interpretaciones les corresponden a cada intérprete, está justificada la renuncia a “una interpretación” que sea una descripción válida, objetiva e interpersonal de la realidad.

Y si no hay verdad, ni puede haber veracidad, “vivan la sinceridad y la autenticidad”

El charlatán desnuda su alma ante el público y hasta se ríe, mirándolos por encima del hombro, de quienes trabajan para dar cuenta de aquello de lo que se dan cuenta.

Varias veces he escrito que, contra la creencia y la defensa de la sinceridad, “un hijoputa sincero es doblemente hijoputa”.

¿Le ocurre a la “verdad”  lo que a la “democracia”, que se mide su valor por el mayor número de votantes o es la verdad algo objetivo que no depende de nuestro gusto, que se nos escapa y se nos escapará al ser tan escurridiza por la dificultad del asunto, por lo limitado de nuestras capacidades cognoscitivas y por las muchas pasiones que nublan nuestro entendimiento?

La “dificultad” no es “imposibilidad” sino una “nada cómoda y trabajosa posibilidad” pero a la que no hay que renunciar sino perseguir, perseguirla constantemente, como un buen perro de caza.

Renuncia al concepto de verdad y respóndeme si puedes hablar, porque lo que digas, sea lo que sea, nada vale.
¿Qué sentido tendría hablar y hablarnos, preguntando y respondiendo si la verdad no está ahí, en medio del emisor y del receptor?

Incluso el que engaña tiene presente el concepto de verdad, de lo contrario ¿cómo podría hacerlo?
Lo que no quiere decir que sea unívoco el concepto de verdad (en otro lugar he escrito sobre los 5 tipos de verdad y sus opuestos)

A la verdad le ocurre lo que a los mapas, que pueden ser distintos (económico, físico, político, social,…) sobre una misma realidad, España misma.
Todo depende de la perspectiva desde la que se haga.

Muchos de los postmodernos, que rechazan el concepto de verdad, es porque quieren que ésta sea como el mapa inventado que proponían los sabios de la anécdota de Borges, que querían construir un mapa de las mismas dimensiones que la realidad.
¿Os imagináis un mapa de España de las mismas dimensiones que España?
Además de imposible ¿no sería inútil?

El mapa representa la realidad, pero en su calidad de mapa, como un mapa de España, con sus escalas,…
Igualmente la verdad representa la realidad pero en su cualidad de representación.

¿Cuánto de charlatanes tienen los sermones de los curas desde sus púlpitos? ¿De qué realidad hablan, a qué realidad se refieren? ¿Su lenguaje es informativo, representativo? (y pido perdón a los creyentes de buena fe que pudieran sentirse heridos, aunque nunca menospreciados).

Muchas veces he afirmado que ninguna religión es verdadera, como que ninguna religión es falsa, porque las religiones son ajenas al esquema de verdad-falsedad.
El lenguaje religioso no es un lenguaje fáctico, que se refiera a hechos, sino un lenguaje simbólico, alegórico, con implicaciones morales, algo totalmente ajeno y distinto al lenguaje científico.
Ya lo dijo Wittgenstein, que no puede el discurso científico dar cuenta del discurso religioso, porque pertenecen a juegos del lenguaje diferentes.
Lo fáctico y experimental vs lo simbólico y alegórico.
No deben ser rechazadas las creencias religiosas porque sean diferentes a los hechos científicos.

Pero no todos los mapas son representativos de la realidad o de parte de ella, también hay “mapas imaginarios”, como los que aparecen en una novela de aventuras en busca de un tesoro, que no existe, como no existe esa “isla del tesoro” y que sólo tiene sentido en cuanto se refieren a la novela, que es fruto de la imaginación del novelista y no representa, ni intenta representar, a algo real, sino a algo imaginario.

Y mi pregunta, y mi duda, va por ese camino: ¿serán las creencias religiosas en la otra vida posterior, y demás contenidos religiosos, como esos mapas imaginarios de una realidad que no existe y que sólo tienen sentido, y valen, en tanto que hay una novela que describe esa imaginaria e inexistente realidad?

¿Para qué sirve el mapa de la Isla del tesoro fuera de la novela?

Es decir, sabemos que Don Quijote de la Mancha realizó sus aventuras en distintos parajes de la tierra manchega, pero cuando pisamos y recorremos las localidades manchegas sabemos que Don Quijote nunca estuvo en Puerto Lápice.
Don Quijote no existe fuera de la novela y prescindir de ésta lleva a prescindir de nuestro héroe.

¿Quién puede dudar de las influencias de todo tipo, de la relevancia cultural, artística, antropológica, política,… de las religiones?
Yo mismo he defendido (y sigo haciéndolo) la importancia de conocer y de impartir la materia de Cultura Religiosa si queremos entender muchos aspectos de nuestra historia.
Y, todo ello, porque han sido millones de personas que han creído la verdad de tantos dogmas, aunque hayan sido y sean, ni verificables ni falsables.

Y cuando se afirma que lo religioso es simbólico ¿de qué realidad es símbolo? Porque las banderas de España o de Andalucía son símbolos de dos realidades, de España y de Andalucía.

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