lunes, 19 de noviembre de 2018

PALABRAS DE UN AGNÓSTICO (11)



Todos somos Unamuno (aunque no lo gritemos como él): “No quiero morirme, no. No quiero, ni quiero quererlo. Quiero vivir siempre, siempre, siempre. Y vivir yo, este pobre yo que me soy y me siento ser ahora y aquí, y por esto me tortura el problema de la duración de mi alma, de la mía propia”
(Y me lo imagino gritando eso, y así, en el pozo del patio de los dominicos, en San Esteban, Salamanca, pared con pared con el Seminario de Calatrava en el que pasé tres años, tal como nos lo recordaba el Padre Ramírez, teólogo insigne de la Universidad Pontificia, donde estudié Filosofía)

¿Cómo es posible que una persona tan sabia como Unamuno, que sabe que la necesidad es irremediable y que frente a ella no caben reivindicaciones individuales, no sentencie un mensaje de sosiego y resignación, de aceptación de la necesidad, que no depende de nada ni de nadie, y dar un mensaje de que lo malo no es la muerte sino vivir de cualquier modo, no practicar las virtudes (vivir virtuosamente),…?

¿Por qué grita y alborota al público no tan culto (y no sólo Unamuno) “vivir para siempre…”? ¿Vivir bien o mal, de cualquier manera con tal de no morir, saltándose de la necesidad?

¿Puede ser abolida la muerte, para todos, como si fuera un injusto impuesto por el hecho de estar vivo, o al menos que haga una excepción en su caso personal?

Pero, a pesar de los argumentos de la razón, de que la muerte individual es incontrovertible y que la especie siga, nuestro sótano del inconsciente, aunque no lo exprese externamente, sigue gritando que no quiere morir y se subleva contra la muerte.

Porque una cosa es procurar no morir y hacer lo posible (y hasta lo imposible) para alargar la vida hasta que ésta ya no pueda seguir y otra es querer ser eterno.

¿Eterno?, ¿con qué cuerpo?, ¿deteriorado cada vez más, achacoso,…?

Si fuéramos sensatos deberíamos temer más a la vejez que a la muerte porque con aquella cada vez vamos a peor, porque se lleva consigo los placeres mientras se mantiene intacto el apetito insatisfecho, mientras que con ésta se acaban todos los males, sin embargo, tú, yo y la vecina del quinto…

Bien pensado preferimos la vejez cuando la comparamos con la muerte, pero no si la comparación es con la flor de la vida, con la pujante juventud, con su energía,…

Y es que, mientras haya algo de vida siempre queda la esperanza de…en cambio, con la muerte, con la nada, de la nada, nada puede esperarse.

Creo que cuando en la Edad Media se defendía, por la creencia, la “resurrección de la carne (de los muertos) una cuestión que surgió fue cómo resucitaríamos.
¿Con el mismo cuerpo con el que hemos muerto? Pues, ese anciano discapacitado, falto de energía vital, con los sentidos deteriorados o ya perdidos,… ¡vaya una eternidad que le espera!

Los teólogos (no sé si para incrementar el rebaño) dictaminaron que resucitaríamos con el cuerpo joven, lozano, bello, fuerte, enérgico,…y eso ya era otra cosa.
(No quiero preguntar cómo lo sabían o si les había sido revelado por Dios,… pero como técnica de venta del producto…)

Y habría que dar por supuesto que en esa vida eterna nos encontraríamos con contemporáneos nuestros, con familiares que te amen, con amigos que te aprecien, que te valoren,  y a los que poder contar las vivencias habidas, los recuerdos,… ¡porque uno sólo, allí y así, se hace poco atractivo¡

Queremos prolongar la vida, pero una vida juvenil, y para ello recurrimos a los métodos y a los atajos más sofisticados, siendo unos consumidores empedernidos, que con cremas, con lociones, ropa juvenil, cirugía estética (como si las patas de gallo no fueran, también, estéticas) con viagra incluida para la potencia sexual, viajes con aventuras aseguradas,…creen poder parar el otoño de su vida, e incluso retroceder al verano vital, incluso a la primavera de la vida,…siempre habrá incautos que se lo crean y productores que, con sus laboratorios y su publicidad, se lo hagan creer.

¿Sería, para nosotros, casi una eternidad, 1.000 años?
¿Y qué serían 1.000 años comparados con la eternidad?

Vivir más tiempo (lo que todos queremos) no es no morir, sino arrebatar, robarle tiempo a la muerte, que queda “aplazada”, pero nunca “derrotada”.

Me pregunto cómo de aburrida debe de ser la eternidad, cuando te sobre todo el tiempo del mundo, sin urgencia para emprender una aventura o conseguir un objetivo antes de…. (Porque, en la eternidad no hay un “antes” ni un “después”

Porque la eternidad no es un tiempo sin principio ni fin, la eternidad no es “tiempo”, es lo opuesto al tiempo.
Si lo propio del tiempo es discurrir, pasar al pasado cuando el futuro se haga presente,..
Si los tiempos (del tiempo) son tres: Pasado (lo que ya no es, lo que fue), Presente (lo que está siendo, la actualidad) y Futuro (lo que todavía no es, pero será)…

Si uno ya “no es” y el otro “todavía no es”, lo que realmente “es” es el presente, pero éste no se deja apresar, cuando intentas cogerlo ya ha dejado de ser y se ha convertido en pasado…

¡Qué bien lo expresaba San Agustín¡

“¿Qué es el tiempo?. Si nadie me lo pregunta, lo sé, pero como tenga que explicarlo, entonces ya no lo sé, porque…”

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