domingo, 13 de noviembre de 2016

¿FUE INEVITABLE LA GUERRA CIVIL? (19)



Ambos bandos, aunque por causas distintas, fueron responsables de que lo que en un principio iba a ser sólo “un golpe de Estado” acabara siendo “una guerra civil”.

Nunca ha habido un tema tan discutido, y tan discutible, como los defensores de una u otra posición de la “evitabilidad” o de la “inevitabilidad” de nuestra guerra civil.
Difícil o imposible la objetividad y la neutralidad.
El conocimiento/desconocimiento de la misma inclina el platillo de la balanza hacia uno u otro lado.

Hoy, en la lejanía temporal, cuando los árboles ya no te impiden ver el bosque, y ante nuevas fuentes de conocimiento estamos cada vez más en mejores circunstancias para responder a la pregunta inicial de este artículo.

Defender una u otra posición se encuentra mediada por la presencia o ausencia de uno u otro filtro de interpretación.

Son, todavía, muchos los que están convencidos de una u otra postura por la versión mediada por abuelos (ya pocos) y padres (algunos), testigos directos y participantes, convencidos u obligados, de la contienda, y que la han visto y padecido durante y después de la misma que dicen que….
Y es que en los dos platillos de la balanza hay sangre, mucha sangre, de por medio, y todos sabemos lo escandalosa que la sangre es y cómo pesa a la hora de repartir responsabilidades.

“Fue totalmente evitable y no habría ocurrido si…”
“Fue inevitable ante la situación en que se encontraba España y por eso…”

El problema del latifundismo agrario meridional y la miseria padecida por las masas obreras añadidos a la debilidad, a la laxitud, de las autoridades civiles republicanas, con el agravante de las tentaciones pretorianas dominantes y casi siempre presentes del ejército, así como los desafíos desestabilizadores de los regionalistas-nacionalistas, a lo que habría que añadir la escisión entre clericalismo y anticlericalismo, y teniendo en cuenta la gran depresión del 29 y, si me apuráis un poco más, el casi innato y siempre presente, el intrínseco carácter violento de los españoles, crearon  un caldo social y político tan espeso que, a pesar de todo ello, para unos no tenía que haber pasado de ser “un golpe de Estado” más y para otros hizo inevitable la “guerra civil”

Sería el efecto necesario desencadenado por tal situación o no puede ser la causa de la misma.

Pero si a ese sumando objetivo de caos social y político se le suma el sumando subjetivo de la vivencia personal o vivida en segunda persona inclina la balanza a uno u otro lado.

Igualmente el uso de unas fuentes informativas u otras hace que la ausencia de unanimidad se haga presente.

Tenemos, pues, dos Historias de España de un mismo período temporal.

¿Por qué estalló en Julio del 36 y por qué no antes o después? Se preguntan unos a lo que los otros responden que por la presión reinante ya se hacía inaguantable la situación de gran parte de la población, en ayuda de la cual intervino el ejército.

La guerra habría sido el resultado del fracaso de la política republicana al no atajar y dominar la situación de una violencia generalizada en uno u otro bando.
Fue la incapacidad de resolver las cuestiones sociales, la mano de algodón con las masas descontroladas y mirando para otro lado con la esperanza y deseo de que todo terminase.

Nunca como hasta ahora se defiende que, como en nuestro caso, toda guerra no es sino la manifestación del fracaso de la política, tanto por acción como por omisión y serían dichos dirigentes políticos y sociales los causantes de que el ejército entrase en acción.
Una ideología de la violencia, descontrolada, origina un caos que se convierte en la chispa que propicia la violencia institucionalizada del ejército para restablecer el orden social y político, apoyado, eso sí, por fuerzas económicas, políticas y religiosas.

Unos acusan a sus adversarios/enemigos de mirar sólo el futuro prometedor de un mundo mejor, desentendiéndose del presente, mientras los otros acusan de querer restaurar el mundo pretérito, trasnochado.

Tanto el socialismo estaba dividido en moderados y revolucionario como dividido estaba el catolicismo entre integristas y demócratas cristianos.

Ya había fracasado la “sanjurjada” de unos, como había fracasado “la revolución asturiana” de los otros.

Pero sin duda que fue la división en el ejército la que propició la contienda.
¿Por qué? ¿Sólo para evitar el caos, tomando el poder provisionalmente y devolvérselo de nuevo a la sociedad como único sujeto político legítimo?

Si el ejército se hubiera mantenido unido, apoyando a la República, nada habría pasado, y si hubiera apoyado, unido, a la facción sublevada, sólo se habría producido un “golpe de Estado” rápido, poco o nada cruento, y que habría sido un paréntesis en el guión de la historia de España. Otra cosa es lo que hubiera ocurrido: que los sublevados, una vez restablecido el orden entregasen el poder, de nuevo, al sujeto político legítimo, que era y es el pueblo o que, una vez en el poder, quisieran seguir estándolo, como así ocurrió, pero guerra de por medio y la represión consiguiente brutal.
¿Quién iba a poder interponerse ante el ejército unido?

Fue su división lo que, para imponerse a la otra parte, ambas solicitaron y consiguieron ayuda bélica extranjera, aunque una parte más que otra experimentando en territorio ajeno (el nuestro) lo que a ser el guión en la segunda guerra mundial.

En Septiembre del 23 el General Miguel Primo de Rivera había dado un golpe de estado limpio (¿) y no fue seguido de una guerra contra él ni después de él.
Igualmente, si el ejército se hubiera mantenido unido y leal a la República y al gobierno legítimo, no habría habido un 18 de Julio ni, por lo tanto, un 1 de Abril.

Pero una facción del ejército que se subleva y la otra facción que, reaccionando en varios lugares de la piel de toro y quiere parar el golpe y vencerlo.

La primera neutralización inicial fue cediendo e inclinándose poco a poco hacia un lado merced a la ayuda extranjera del fascismo italiano y el nazismo alemán.

Nadie duda  que debería haberse impedido la guerra pero no todos afirman que no hubiera podido evitarse.

Considerar a la época republicana como una etapa perfecta en su desarrollo, quizá sea más el deseo de unos que, interesadamente, manipulan la realidad y que no se ajusta a los hechos.

En el doble segundo sumando subjetivo que inclina la suma total o a un lado o al contrario es la creída superioridad sobre el contrario.

Otra vez, de nuevo, la pregunta: “¿fue inevitable la tragedia?”.
¿Con aquellas mimbres no podía haberse hecho otra cosa  que no fuera ese cesto cruento?
¿Puede afirmarse, tajantemente, que la guerra sobrevino porque fracasó estrepitosamente la República o el mayor o menor fracaso podía haberse enderezado sin llegar a la trágica consecuencia a la que se llegó?
¿Fue el fanatismo voluntarioso de Largo Caballero, con la inestimable ayuda de anarquistas y comunistas, los que llevaron al debilitamiento de las instituciones y de esos polvos salieron esos lodos bélicos?

Ante la manifiesta debilidad de las instituciones republicanas ¿podía no haberse dado el golpe de Estado?
¿Pudo la izquierda, renunciando al intento de restaurar la revolución totalitaria, haber evitado la guerra, pero no quiso cambiar el rumbo?

Decía De Gaulle que “todas las guerras son malas porque significan el fracaso de toda política, pero las guerras civiles son imperdonables, porque la paz no nace cuando la guerra termina”

Naturalmente que no podía estar pensando en España, pero de eso, tristemente, sabemos mucho los españoles, con el franquismo que nos quedó.

Y sobre este triste y cruel acontecimiento predominó –censura mediante- la historiografía de los vencedores, que no es que sólo escribieran “su” historia es que no permitieron una opinión distinta y, menos aún, contraria.
La uniformidad informativa era permanente y machacona y nadie podía salirse del estrecho margen permitido que dejaba la censura (margen siempre interpretable por el franquismo) si no quería atenerse a las nunca gratas consecuencias.

Casi todos los intelectuales españoles que habían celebrado la venida de la República y que trabajaron, entusiasmados, para madurarla en su desarrollo, fortaleciéndola,  nada podían hacer cuando las milicias revolucionarias, haciendo caso omiso de las instituciones, se hicieron con el timón de la República y ante la quimera, más que utopía, que cegaba la razón, fueron dándole la espalda, desilusionados.

Ortega desde su asiento en el Parlamento y gesticulando con el dedo y la cabeza su “así, no”, “así, no”, “así, no”.
Unamuno, tan decepcionado que hasta llegaría a defender la intervención militar, ante el caos reinante.

No sé si es verdad el dicho: “La segunda guerra mundial fue tan inevitable como su anuncio: la guerra civil española”

En general, defender que la guerra fue evitable es culpar de la misma a los sublevados contra el régimen democrático legítimo, exculpándose ellos mismo y los suyos, aunque, en realidad, las fuerzas republicanas, desde el mismo 31, en su andar político descoordinado, improvisado, sin objetivo fijo y claro, le ayudó mucho, de manera inconsciente, a los sublevados.

Como habrá comprobado el lector, si ha llegado hasta el final, tengo más dudas que certezas, más preguntas que respuestas.


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