Como todos los judíos de su
tiempo (y no hay que defender una rareza) Jesús de Nazaret pudo estar casado y
no ser un bicho raro, donde estaban tan mal vistos los solteros, como si no
aspiraran a ser los progenitores, cercanos o lejanos, del Mesías que ha de
venir a liberar a su pueblo.
Y si eso, defendido por
algunos teólogos y biblistas, tanto católicos como protestantes, hubiera sido
así, ¿quién podría haber sido su esposa? ¿Y por qué los evangelios nunca hablan
de ella?
La verdad es que los
evangelios no dan la menor importancia a
las mujeres, ni las de los apóstoles ni las de los personajes destacados del
Nuevo Testamento.
Era tan normal para un judío
estar casado y era tan irrelevante el papel de la mujer en la vida social, que
a ningún evangelista se le ocurría comentar un asunto tan normal y tan común.
Jesús, que nunca rechazó el
trato ni le negó la palabra y/o la acción a mujer alguna, fuere de la condición
social y moral que fuere, que parece se encontraba a gusto entre ellas, no cabe
duda de que en su vida aparece una mujer con una fuerza especial: María
Magdalena.
Cualquier historiador laico
que leyera sin prejuicios eclesiásticos los evangelios deduciría que, si Jesús
estuvo casado, tenía que haber sido con la Magdalena.
Pero no de la “Magdalena
prostituta”, que nunca existió, sino de la “Magdalena gnóstica”, la que le
siguió, fielmente, hasta el mismísimo final.
La que no tuvo miedo de ser
acusada de ser cómplice del detenido, acusado, condenado y crucificado.
No cualquiera se arriesga a
ser detenido como cómplice al reclamar un cadáver de un condenado.
Si hubiera creído en lo que
había dicho, que resucitaría, habría estado esperando su aparición. Pero no.
Creía que estaba muerto e iba a cumplir con los rituales mortuorios.
Sus discípulos no. Huidos y/o
escondidos, no siendo que algún conocido los delatara y fueran también…
La actitud de la Magdalena es la de una
enamorada, una esposa (es que ni siquiera su Madre estaba allí cuando se le
aparece). Nadie como una esposa sería capaz de arriesgarse tanto.
Es el pormenorizado relato
del evangelista Juan.
Hasta el mismo José de
Arimatea, un hombre rico de Jerusalén, que le prestó la tumba, que ya había
pagado, para sí mismo, se aseguró, previamente, de que eso no iba a acarrearle
complicaciones y pidió permiso a Pilatos para depositar allí el cadáver de un
crucificado.
Es lo que haría cualquier
esposa (o quizá no cualquier esposa, sino sólo una muy enamorada).
Tan desesperada y angustiada
estaba que confunde a Jesús con un jardinero u hortelano….
O la Magdalena era una
irresponsable enamoradiza o verdaderamente tenía derecho a llevarse el cadáver.
La llama por su nombre….ella
lo llama con el nombre cariñoso de “Rabunní”, en hebreo…. Y… “noli me tangere”
(no me atosigues, suéltame, deja ya de tocarme o de besarme,…) y le encomienda
que acuda al lugar donde se ocultan sus discípulos y les diga que está vivo.
Y ella sabe que aquellos
varones no la creerán, porque es mujer, pero corre para cumplir el deseo o la
orden o el consejo del Maestro.
Y, como era de esperar, no la
creen, pero ella insiste e insiste y acaba convenciéndoles.
Quizá no les hablara como
“mujer”, sino como “la mujer” a la que el Maestro había amado más que a nadie.
Y los apóstoles lo sabían.
Leyendo este texto
ingenuamente, sin prejuicio previo, sin tener en cuenta las consecuencias
históricas del mismo, cualquiera juraría que se trata de la esposa del difunto,
de una mujer que profesaba un verdadero amor al crucificado.
Claro que bien pudiera ser
que ella estuviera enamorada locamente de él y él, sin embargo, no; que fuera
una pasión no correspondida, pero leyéndolo con ojos no religiosos es difícil
no aceptar un amor humano en entre ellos, y no sólo un amor místico y/o
espiritual.
Ya hemos dicho que desde los
evangelios canónicos no puede deducirse, con certeza, que esa mujer fuese la
compañera de Jesús, o su esposa, o su
amante, si se prefiere, pero de los evangelios gnósticos, sí.
De las varias Marías del
evangelio sólo de dos se mantuvo la tradición religiosa oral.
Pero en los canónicos, que se
ocupan del origen de María la
Madre , nada se dice qué fue de ellas después de la muerte de
su hijo, pero de la
Magdalena sí que la tradición mostró interés en saber su
paradero, si en Éfeso, si en Francia,… pero hay que buscarlo en los apócrifos y
gnósticos.
La tradición más antigua
coloca a la Magdalena
cuidando de María, la madre de Jesús y viviendo con ella.
Las leyendas sobre todo esto
ya sabemos que no son documentos históricos, pero sí que no son puros relatos
imaginativos y tienen un transfondo histórico.
Las leyendas, por otra parte,
muestran/demuestran el interés de una comunidad por un determinado personaje.
Esas leyendas fueron creadas no para inventar al personaje, sino a partir de
este personaje, sobre su peripecia tras la crucifixión,…incluso sobre su
descendencia y su persecución por haber sido la mujer de Jesús.
No es leyenda para crear a un
personaje, sino para revestirlo.
La tradición más antigua la
ubica, los últimos años de su vida, en Éfeso, la actual Turquía y, además,
junto a María, la madre de Jesús.
¿Por qué la tradición oral
más cercana a los tiempos de Jesús coloca a las dos Marías, conviviendo, en
Éfeso (porque en ningún lugar se dice que fueran parientes o amigas)?
Si no hubiera habido entre
ellas relación de ningún tipo esa amistad apenas se comprendería y se
entendería mejor ese vínculo si la
Magdalena hubiera sido la esposa de Jesús y por tanto entre
ellas estaría el vínculo de suegra/nuera, estando ésta, más joven, al cuidado
de aquella, de mayor edad.
El cuarto evangelio, el de
Juan, puede que sufriera alguna alteración.
Cuando Juan coloca a los pies
de la cruz a María, su madre, y al famoso “discípulo amado”, el texto oficial
dice: “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María
la de Cleofás (luego no era hija única de Joaquín y de Ana) y María Magdalena.
Jesús, viendo a su madre, y junto a ella al “discípulo a quien amaba” (¿no
estaban sólo las tres?), dice a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego
dice al discípulo: “Ahí tienes a tu madre” y, desde aquella hora, el discípulo
la acogió en su casa” (Juan 19, 25-27)
¿Y si la alteración era
“discípula amada” en vez “discípulo amado” y desde ese momento la Magdalena la acogió en
su casa, como suegra, como madre de su esposo muerto, Jesús?
Antes de la leyenda de la
huida de la Magdalena
a Francia, ella aparece con la madre de Jesús en Éfeso.
Aunque, como también hemos
señalado, en otro lugar, la
María que huye a la Provenza francesa fue la hermana de Lázaro, junto
a su hermana Marta y a su hermano Lázaro.
Según otra leyenda, con José
de Arimatea, el amigo rico de Jesús.
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