El arte le ha hecho un flaco
favor a la Magdalena
pues, siguiendo la tradición de esa “Magdalena inventada” la han representado,
por lo general, como penitente, pidiendo perdón por sus pecados, pecadora de
lujuria, por lo tanto, como prostituta-ramera-puta, meditando ante una
calavera, mortificando su cuerpo en el desierto, pero una Magdalena que ni
siquiera en los evangelios canónicos aparece así, como prostituta.
Tan sólo aparece en el momento
cumbre del cristianismo, en la resurrección de Jesús cuando, después de la
conversación angustiosa con el hortelano, al que considera sabedor o ladrón del
cuerpo de su amado, cuando, de espaldas, oye su voz y se vuelve, y lo ve, y
quiere abrazarlo, Jesús le contesta con el título de todos los cuadros: “Noli
me tangere” (“no me toques, suéltame, déjame, no me abraces…”)
Aquella mujer pecadora pública
que se presenta en casa del fariseo que había invitado a comer a Jesús y de la
que habla Lucas (7, 36 y ss.), además se mostraría como una “prostituta
enamorada”, no como una “prostituta arrepentida y penitente”.
Jesús no la echa, no retira
los pies, no le dice que se vaya a hacer penitencia por sus pecados, que se
introduzca en cuevas solitarias, que expíe sus culpas,…Sólo le dice que le
perdona sus pecados le alaba su conducta, lo que está haciendo y le reprocha al
fariseo anfitrión que no haya sido él el que cumpliera los rituales judíos con
los invitados: lavarle los pies y ungir con aceite su cabeza.
¿De dónde sale, pues, esa
imagen de una Magdalena falsificada, arrepentida, mortificando su cuerpo y a
cuestas con sus pecados de lujuria durante toda la vida? ¿Es que no quedan
perdonados una vez arrepentida y solicitado el perdón?
Todo comenzó mucho después,
en el siglo XI, cuando la Iglesia Occidental
Europea comienza a preocuparse por el avance de una cierta relajación de
costumbres de los cristianos en materia sexual.
A esta idea de promiscuidad
sexual se une la imagen negativa que se tenía de la mujer, como fuente de
tentación y pecado para los varones, de modo que se hizo necesario encontrar un
símbolo que representara a la mujer pecadora de aquel tiempo.
¿Y quién mejor que la Magdalena , la famosa
prostituta evangélica, la arrepentida de sus pecados, la absuelta por Jesús, la
penitente y contemplativa?
El arte no hizo más que
plasmar la operación de degradación histórica, la injusticia perpetrada, la
fotografía trucada, la imagen falsificada.
(Que digo yo que nadie está
obligado a ir a la fuente a beber agua contaminada, si es que la mujer fuera
eso, el culpable sería quien acude a ella a calmar su sed ¿o es que no había
otras fuentes de agua cristalina donde beber? ¿Es que “todas” las mujeres lo
son, Evas pecadoras e incitadoras mientras el Adán y los Adanes son víctimas de
la tentación femenina? ¿No pudo Adán resistir la tentación? ¿No pudo rehusar la
invitación?, ¿el pecado es de la fuente y no del que bebe de ella?)
Después de Jesús y su madre,
María, la Magdalena
fue el personaje más representado en tablas, lienzos y esculturas, y los
mejores artistas del mundo cristiano perpetuaron la imagen que hoy se tiene de
aquella mujer.
En el Museo del Prado existen
36 cuadros importantes de la
Magdalena , más que las de los santos más famosos. De San
Pedro hay 16, igual que de San Francisco de Asís.
También nuestro Pedro de Mena
(siglo XVII) talló una imagen que se encuentra en El Prado.
Nuestra Santa María Magdalena
está muy presente en la tradición católica, pero siempre en esa imagen trucada
y falsificada.
En el Renacimiento también,
pero destacando la belleza femenina de la Magdalena.
Los artistas renacentistas
reprodujeron las figuras de las Venus paganas hasta convertir a la Magdalena en “la diosa
del amor”.
Correggio (XVI-XVII)
convierte a la pecadora de Lucas en la representante del Eros-Amor cristiano,
autor del celebérrimo “Noli me tangere”.
También, en esta época,
aparecen las “Magdalenas lloronas” cuya mejor expresión es el cuadro de Tiziano
(XVI) titulado “María Magdalena Penitente”, con los dos pechos desnudos y
cubriendo el resto de su cuerpo con su abundante cabellera y con expresión de
enamorada mística, en el Palacio Pitti, de Florencia.
Las pinturas de la Magdalena representan, a
la vez, “el amor terrenal, la atracción erótica y el amor divino”
Como una mujer voluptuosa,
carnal, de belleza oriental, de melena abundante, aparece exhibiendo, a veces,
su desnudez o insinuándola tras su abundantísima cabellera.
Y a la vez se deja entrever
su carácter de mujer amante, sensual, provocadora, apasionada,… es decir, plato
apetitoso para todas las creaciones artísticas
relacionadas con el amor, con el sexo y el pecado.
Es curioso, pero cierto, que
en la historia de la pintura las representaciones de la Magdalena , cuanto más
cercanas están a la época de su vida, más acordes con la imagen de la
“Magdalena real”, la que “al alba”, con una entorcha en la mano, acude al
sepulcro donde había sido depositado el cuerpo de Jesús, el crucificado, y no
hay ningún asomo, ningún atisbo de su condición de prostituta, bien sea el
fresco siríaco de finales del siglo II, en la escena del diálogo con el
jardinero, en el momento de la resurrección.
De las 91 pinturas de la Magdalena estudiada por
especialistas casi todas reflejan la manipulación de la “Magdalena real” y manifiestan
la “Magdalena inventada”, una mezcla de amor sensual, erótico y divino a la
vez.
Una mujer que “había pecado
mucho” y que, por lo tanto, debía de ser bella, sensual y atractiva, tentadora.
Pero de la Magdalena no sólo se han
preocupado los escultores y, sobre todo, los pintores, sino también los
escritores y poetas, músicos y ensayistas.
(Recordar, una vez más, la
distinción entre el “Jesús histórico”, el de carne y hueso, el amor y el amante
de la Magdalena ,
y “el Cristo espiritual” de los místicos, el Dios encarnado….)
Pero es verdad que, ante la
ausencia de datos y documentos históricos, que nieguen o confirmen ese
acercamiento sentimental entre Jesús y la Magdalena , se ha multiplicado una literatura de
ficción intentando llenar, cada uno a su manera, ese hueco dejado por la
historia.
Hoy son las mujeres teólogas
las más interesadas en la búsqueda de la verdadera Magdalena, no “la llorona”
del Barroco español, no la “modelo de desnudo” del Renacimiento, ni “la
arrepentida” de sus desvíos sexuales, sino la que estuvo en contacto con Jesús,
la depositaria exclusiva de muchas de sus enseñanzas, la confidente.
Si hoy resucitase la fiebre
artística de la Magdalena
incidiría más en la enamorada, la ligada sentimentalmente, la compañera
afectiva e intelectual, la que tuvo mucho que ver con el primer cristianismo.
No veo qué tiene de extraño que María Magdalena aparezca desnuda en muchas pinturas.
ResponderEliminarEn la mayoría de los casos, los pintores introducen en sus cuadros desnudos, vengan o no a cuento.