miércoles, 18 de marzo de 2015

¿PARA QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA?


                                        
         Esa fue la pregunta que un recién terminado periodista le hizo a los que encabezaban la manifestación de filósofos por las calles de Madrid, hace ya bastantes años.

         La respuesta del filósofo más cercano fue no menos filosófica: “al menos para una cosa sirve: para no hacer preguntas tan estúpidas como esa”.

         Es verdad que los bocadillos de ideas críticas son poco nutritivos para el cuerpo, pero, como “no sólo de pan vive el hombre” nadie negará que son la simiente y el abono super-fertilizante para el alma. Y más en este mundo de hoy en que está poniéndose de moda (cada vez y más y no sé por qué) no sólo la delgadez corporal sino, lo que es más grave, la anorexia moral e intelectual, está haciéndose, no digo conveniente, ni siquiera necesaria, imprescindible la presencia de estos nuevos bromatólogos (véase Diccionario de la Real Academia de la Lengua) del alma.

         Ponemos el grito en el cielo ante tanta corrupción y tanta manipulación pero, al mismo tiempo, tratamos de reducir a mínimos alfabetizadotes la formación en valores morales.

         Nuestro Ortega, como casi siempre, lo expresó muy gráficamente. “se pide pan y se queman las panaderías”.

         “Abajo la filosofía y las materias humanísticas” – parece haber sido el lema de toda Reforma Educativa. “Viva la Técnica”. Lo importante es conocer el “manejo de”, el CÓMO funciona algo, lo “ÚTIL para”.

         Pero si yo lo que quiero y necesito es un plano de la ciudad donde resido, ¿por qué la insistencia en que adquiera un mapa del mundo?

         Si lo que necesito es “ser feliz”, ¿para qué tengo yo que adquirir, acaparar, almacenar objetos? Si no tuvieras a quién contárselo o si no hubiera quien te viese, ¿te esforzarías como lo haces por tener lo que tienes? ¿Crees que puedes ser feliz necesitando ser envidiado? Mal camino llevas, amigo mío.

         Decimos los filósofos que “la ley de la selva sólo vale para la selva y para los que en ella habitan; no para la ciudad y los ciudadanos”.

         Decimos los filósofos (¡hay que ver lo rara que es esta gente¡) que, dentro de la vida, hay modos de vivir dignos y modos envilecidos de vivir.

         Decimos los filósofos que a nuestros niños-muchachos-jóvenes se les debe educar y no sólo instruir, formarlos y no sólo instruirlos.

         Hoy nuestros muchachos saben sobre órbitas planetarias, sobre función clorofílica, sobre revoluciones francesas, sobre límites y derivadas, sobre sintagmas y movimientos literarios, pero no saben qué hacer con su vida.

         Es verdad que “todo vale”, pero no es menos verdad que “no todo vale igual”. Hay conductas más valiosas que otras. Hay una jerarquía entre las conductas.

         Aunque fuera verdad que “todo es relativo” no es cierto que “todo dé igual”. No se trata de “hacer lo que me dé la gana”, sino de saber “qué es de lo que me tiene que dar ganas”.

         Las llamas siempre serán un placer para un pirómano (perturbado) pero no para el bombero (trabajador) y menos para el dueño de lo quemado (propietario).

         Si tu derecho a fumar choca con el mío a no hacerlo (o viceversa), el derecho a la salud de uno está por encima del derecho a fumar del otro a costa de la salud del primero. No hay negociación posible. La salud es un valor superior.

         Tenemos derecho a comer a la carta, pero no tenemos derecho a poner, a escribir, en ella todo lo que se nos antoje.

         Somos libres para nadar  (a izquierda o derecha, adelante o atrás), pero dentro del agua; ni en el aire (arriba) ni en la tierra (abajo). Además, hay más gente que tiene la misma libertad que tú.

         Yo también, a los 18 años amenacé a mis padres, en los años 60, con largarme de casa y buscarme la vida. Ahora tengo amigos con hijos de 25 y 30 años, con amigas, y que dicen no irse de casa por nada del mundo, porque “papá, ¿dónde vamos a estar mejor que aquí?”.

         Al paro como situación (no sólo como circunstancia provisional) y a la inseguridad laboral se ha unido la inmadurez psicológica y la consiguiente inseguridad emocional. Se ha acortado la edad de la “mayoría de edad legal” pero sigue alargándose la mayoría de edad moral, social, personal. El “papá-estado” parece seguir la senda del “papá biológico-social-putativo” y, cual gallina, quiere tener cerca (la madre) a sus polluelos, no sea que se “desmadren”.

         ¡Cuántas veces comentaba esto con mis alumnos!. “¿Es más mi madurez-sensatez o tu juventud-osadía-desparpajo?”. “¿mi ser-yo-ya-esto o tu poder-ser todavía más”?. “¿Mi pájaro en mano o tu bandada aún revoloteando?”.

         Todos estamos obligados a elegir pero nadie nos puede obligar a que, encima, además, acertemos. Debemos prepararnos para elegir bien, sólo así podemos no acabar mal. En el palo no viene pintada la flecha que puede ser, ni en el agua se observa la electricidad posible, ni en el metal la herramienta futura. Pero los mejor preparados leen lo no escrito aún y divisan lo que aún no se ve.

         Si es cierto que “visto un león, están vistos todos”, visto un hombre sólo está visto ése y, además, mal conocido. Somos ejemplares únicos, irrepetibles.

         Hasta aquí hemos llegado. Aquí nos encontramos. Filosofando sobre el porqué.

         Uno de los libros que más me impresionó en mi juventud (¿cuánto hace de eso?) y al que suelo recurrir a menudo (y solía recomendárselo a mis alumnos) es el de Desmond Morris, EL MONO DESNUDO. “Hay ciento noventa y tres especies vivientes de simios y monos. Ciento noventa y dos de ellas están cubiertas de pelo. La excepción la constituye un mono desnudo que se ha puesto a sí mismo el nombre de HOMO SAPIENS. Esta rara y floreciente especie pasa una gran parte de su  tiempo estudiando sus más altas motivaciones y una cantidad de tiempo igual ignorando concienzudamente las fundamentales. Se muestra orgulloso de poseer el mayor cerebro de todos los primates, pero procura ocultar la circunstancia de que tiene también el mayor pene, y prefiere atribuir, injustamente, este honor al vigoroso gorila. Es un mono muy parlanchín, sumamente curioso y multitudinario….”

         Tuvimos, por ello, que cubrirnos, no para tapar “nuestras vergüenzas”, sino para no morir de frío. Tuvimos que pensar con qué piel íbamos a cubrir nuestra piel. Y nos dejamos la piel en el intento. Tuvimos que pensar t esto, siempre, es un riesgo.

         Genéticamente la diferencia entre el mono y el hombre es mínima, no sé a qué mínimo % debe de llegar, pero, realmente, ¡hay que ver qué diferentes somos de ellos¡. Tuvimos que bajar de los árboles (¡qué contradicción, de “arborícolas” hemos pasado a “arboricidas”), mientras el mono vestido se quedó en ellos y, así, de esa manera, perdió la apuesta del futuro.

         Nos arriesgamos, y el río humano ganó en cuenca fluvial a costa de perecer como afluente repetitivo de una especie. De “cuadrúpedos” a “bípedos” y, de premio, el cerebro. El gran salto no fue “de la rama al suelo”, sino “de la horizontalidad de la columna a la verticalidad del esqueleto”. Por habernos bajado subimos, pero ya de otra manera.

         Fuimos tan “tontos” que, aún teniendo hambre tiramos granos de trigo, enterrándolos. Apostamos por la posibilidad de la espiga contra la realidad del grano concreto, y acertamos en el camino. Pero eso lo decimos ahora, tras la peripecia humana. Ver el grano como semilla (multiplicador)  es más que verlo como pan. Divisamos la multiplicidad en la unidad. Ése es el gran milagro humano.

         ¿Cómo vemos a nuestros jóvenes?, ¿son unos libertinos e irresponsables como dicen algunos o son las promesas del futuro mejor y los constructores de la nueva morada en que habitar?.

         Dice un filósofo estadounidense (aunque no lo creáis también allí hay filósofos): “La libertad corre el peligro de degenerar en arbitrariedad a no ser que se viva con responsabilidad. Por eso yo recomiendo que LA ESTATUA DE LA LIBERTAD, en la costa este de Estados Unidos se complemente con LA ESTATUA DE LA RESPONSABILIDAD en la costa oeste”.

         “Demasié pal body lo del gringo” –ha dicho el portero de mi bloque.

         AMÉN.

         Pero “¿PARA QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA?”
        


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