sábado, 18 de diciembre de 2010

EL CONSTRUCTIVISMO Y P.I.S.A. (1)

Y no me refiero a edificios ni a torres inclinadas, ¿o sí?. Quiero reflexionar sobre Teorías del Aprendizaje y Educación (para construir el edificio del conocimiento) y sobre el Informe Evaluativo de la Enseñanza (la inspección de la obra), a nivel mundial, el nivel de inclinación del edificio, la nota que nos dan y el escalón en que nos encontramos, en esa escalera evaluativa, tanto España, como Andalucía.

Tras muchos años en la enseñanza, única y amada profesión que he ejercido y en la que me he realizado, tras muchas alegrías y, al final, mucha tristeza, abandoné a tiempo el derrumbe educativo.

“Si lo pronostica, ¿por qué no lo impide? –me decían los alumnos. Y una vez más le repetía que yo era un “radiólogo” no un “médico”, ni un “cirujano”.

Cuando todos hablaban de la “burbuja inmobiliaria”, éramos muchos los que pensábamos en la “burbuja educativa” y cuánto tiempo tardaría en explotar.

Ahora estamos en “estado de alarma”, por problemas de circulación en el aire, y nadie decretó el “estado de alarma”, por el deterioro progresivo en la enseñanza, hasta que hemos llegado donde hemos llegado y, desde fuera, nos lo tienen que decir, aunque los de dentro no lo ven (o al menos eso dicen, que no hay tal) y regalan ordenadores a los niños, (¿como premio?, ¿a qué?)

Hay muchos tipos de “constructivismo”.
Hay corrientes constructivistas en el Arte y en la Arquitectura, en Filosofía, en Pedagogía, en Matemáticas, en Psicología,…

A mí, como enseñante, sólo me interesa el Constructivismo en la docencia, en el Aprendizaje, saber y responder a la pregunta: “Cómo se construye el conocimiento?”. Y responder, sucintamente, que consiste “en proporcionarle al alumno herramientas que le permitan crear su propio aprendizaje y construir su propio edificio del conocimiento”.
Hablar de constructivismo es hablar de aprendizajes significativos, que también lleva consigo la memoria significativa, opuesta a la memoria mecánica (el lorito que repite lo que no entiende, el magnetofón),
Porque parece que ha surgido como la oposición entre los intereses de los alumnos y los contenidos del sistema, primando la motivación como mecanismo de aprendizaje.
Es imprescindible la gestión conjunta profesor (facilitador), alumno, contenido.
Es verdad que sin motivación el aprendizaje se hace más costoso y más aburrido, pero también es verdad que aunque no haya motivación, la necesidad de llegar a un fin (el carnet de conducir) te espolea a poner todos los medios para conseguirlo.
El alumno, que no es una página en blanco, viene “armado con”, viene “pertrechado de” unas estructuras cognoscitivas, una serie de conceptos, de conocimientos.
Aprender un contenido implica atribuirle un significado, y los aprendizajes son significativos cuando se integran los nuevos conocimientos en los conocimientos previos.

Este Constructivismo se asienta en TRES pilares:
1.- El alumno es el responsable último de su propio proceso de aprendizaje. Es él quien construye el conocimiento. Él y nadie más. Ni padres ni maestros, ni profesores pueden sustituirlo en esta tarea.
Es él quien tiene que aprender. Los padres, maestros, profesores,… son sólo facilitadores.
Es la actividad mental constructiva del alumno el medio para aprender, para conocer.
Esa actividad del alumno es/puede ser tanto el manipular como el descubrir, tanto explorar como escuchar las explicaciones del facilitador.
El alumno no es/no puede ser, en el aprendizaje, en la enseñanza, un ser pasivo al que se le llena de conocimientos por parte del profesor. Es él, y sólo él, quien tiene que hacerlo, activamente, siendo meros ayudantes o facilitadores los maestros.

2.- La actividad mental constructiva del alumno se aplica a contenidos que ya están elaborados, construidos, socialmente, pero el alumno, para el conocimiento de los mismos tendrá que construir/reconstruir individualmente lo que ya está ahí, en la cultura, construido socialmente, sea el lenguaje, las operaciones matemáticas, las normas sociales… pero, que tendrá que ser el alumno quien lo reconstruya activamente.
El alumno no es como un ordenador al que se le conecta un pendrive y se le mete información.
Al alumno le llega información, que tendrá que convertirla en conocimiento, cuando la integre en su base de datos, en sus conocimientos previos.
De ahí la necesidad, al principio de curso, de hacer pruebas para saber qué es lo que tiene, en qué nivel de conocimientos estás, para que, teniéndolo en cuenta, siempre, el facilitador, el alumno pueda ir enlazando lo que le venga de fuera.
Si el escalón entre lo que tiene y lo que le llega es demasiado significativo “no se entera de nada”.
Últimamente esto es lo que está ocurriendo cuando el alumno pasa del Instituto a la Universidad.
El alumno tiene lo que tiene; el profesor universitario parte de lo que el alumno debería tener; y como no coinciden lo que tiene, realmente, con lo que debería tener, al no poder “seguir” al profesor porque la diferencia de escalones es demasiado pronunciada, “no se entera de nada”, porque él sólo puede entender lo que le explican desde lo que tiene, que no es suficiente. No puede construir nada, sólo serán materiales arrimados, pero no integrados. De aquí a la frustración sólo hay un paso, y al abandono medio paso más.

3.-El hecho de que la actividad constructiva del alumno se aplique a unos contenidos de aprendizaje preexistentes (él no va a descubrir el Mediterráneo) condiciona el papel al que está llamado a desempeñar el facilitador.
Su función ya no es sólo crear condiciones óptimas para que el alumno despliegue una actividad mental constructiva, rica y diversa. El facilitador ha de orientar esa actividad para que la construcción que el alumno hace/tiene que hacer se acerque, de forma progresiva, a lo que significan y representan los contenidos, como saberes culturales que ya son.
El alumno es el protagonista-actor de su propio aprendizaje, que lo tiene que construir para que sea conocimiento y no simple información.
Cuando un alumno se aprende “de memoria” unos contenidos que no comprende, para soltarlos en un examen, no está mostrando lo que sabe (conocimiento) sino los materiales periféricos que tiene “cogidos con alfileres”, pero no integrados.

El concepto antiguo de enseñanza como el modelo “vaso vacío-jarra llena”, en el que el alumno sólo tiene que tener disponible, el vaso boca arriba, para que el profesor le llene de su jarra los conocimientos, no es el modelo adecuado.
Saber sería repetir, exactamente, lo que se le ha dicho, los mismos contenidos, y tal como se le han dicho, sin interpretación individual de los mismos, vomitar el agua con la que se le había llenado su mente.
Es el alumno quien tiene que ir llenando su vaso, comprendiendo la información, conociendo la realidad.
El aprendizaje es una reconstrucción más que una transmisión. El profesor, pues, tendrá un papel mediacional más que instructivo. Asistir más que enseñar.

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