martes, 12 de septiembre de 2017

ROUSSEAU Y LA SEXUALIDAD (1)

ROUSSEAU Y EL AMOR.

Mientras los “ecologistas” pueden tener/tienen razones para explicar (“dar razones”) de la salud y de la enfermedad de la naturaleza (“ecos”), madre y madrastra, protectora y homicida, los “ególatras” la adoran como a una diosa, a la que reverenciar y nunca maltratar porque, más antes que después, nos devolverá el maltrato, y multiplicado, y no de manera intencionada (la naturaleza carece de intenciones), sino por necesidades de tipo físico.

Los románticos quedan fascinados por la naturaleza, al tiempo que la teman, porque saben que por la más pequeña grieta abierta en ella puede echar abajo todo un edificio, lleno de gente o vacío, pero sin intención alguna, siguiendo la ley natural más elemental.

¿Qué sería de nosotros si, por la cultura, no nos hubiéramos introducido en el meollo, en el núcleo, de la naturaleza, la hubiéramos conocido para así mejor poder dominarla y nos hubiéramos impuesto a ella?

Pero tratarla y usarla razonadamente no es abusar de ella, porque el maltrato se volverá contra el maltratador y contra todos los que le rodean, lo que comprobamos a diario cuando se construye en la falda de la montaña o el lecho, en ese momento seco pero en otros tiempos caudaloso, de ese río.
Sólo hace falta, para comprobarlo, esperar, darle tiempo al tiempo.

La misma naturaleza humana, el hombre, dejado a su suerte, es y será un animal salvaje y con menor bagaje defensivo que otros animales, más presa que depredador, a no ser que la cultura (la educación, la lengua, el derecho, la moral,…) le pongan muros o carriles a esa libertad, sin negarla pero sí encarrilarla, dirigirla,…

“Educar” viene de “e-ducere”

El amor no es algo natural, como lo es la mera y simple cópula, sino una “construcción social y cultural”, como lo es la “sexualidad”, no el mero “sexo”, que sí es algo natural, como lo es el que existe y practican los animales.

Los animales no se aman, sencillamente copulan, buscando y consiguiendo el placer del orgasmo en la descarga del semen.

En la cópula no se busca tanto el “dar” placer como “recibirlo”, en el amor, en cambio, se da y se disfruta en la donación.

Al toro ni le va ni le viene que la vaca disfrute o no del coito, él sólo quiere copular cuando la vaca esté en celo y se lo permita.

Pero, entre dos personas, la forma superior de relación no es tanto el contacto carnal como el sacrificio mutuo buscando sólo el bien del otro.


“El verdadero amor es inseparable de la generosidad” –pone Rousseau en boca de uno de sus personajes en su novela “La nueva Eloísa” y es la educación uno de los temas principales del pensamiento roussoniano, lo que pone más de manifiesto en su otra novela “El Emilio”.

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