lunes, 8 de julio de 2013

¿"QUÉ ES LA ILUSTRACIÓN"? (3)


9. Vivimos en una época de Ilustración pero no una época ilustrada

Si ahora nos preguntáramos: ¿acaso vivimos actualmente en una época ilustrada?, la respuesta sería: ¡No!, pero sí vivimos en una época de Ilustración. Tal como están ahora las cosas todavía falta mucho para que los hombres, tomados en su conjunto, puedan llegar a ser capaces o estén ya en situación de utilizar su propio entendimiento sin la guía de algún otro en materia de religión. Pero sí tenemos claros indicios de que ahora se les ha abierto el campo para trabajar libremente en esa dirección y que también van disminuyendo paulatinamente los obstáculos para una ilustración generalizada o el abandono de una minoría de edad de la cual es responsable uno mismo. Bajo tal mirada esta época nuestra puede ser llamada «época de la Ilustración» o también «el Siglo de Federico».

¿Hemos alcanzado la mayoría de edad de la Ilustración? Por supuesto que no, la mayoría de los hombres está todavía muy lejos de pensar sin guías sobre todo en materias como la religión. Pero sí está claro al mismo tiempo que el progreso de la sociedad depende del mantenimiento de la libertad de expresión. Para Kant el gobierno de Federico II, que combinaba una absoluta libertad de pensamiento en materia religiosa y un rígido orden social era el mejor camino hacia la Ilustración.

El verdadero Federico II no era tan perfecto como lo pintaba Kant. Estas alabanzas a Federico fueron criticadas por Hamman. Se dice que Federico es un príncipe de la libertad pero en realidad lo respalda un ejército incontable y bien disciplinado. Federico no era en realidad el monarca filósofo que Kant pensaba o decía pensar. En realidad, no dudaba, por ejemplo, en admitir como válida la mentira de Estado tal y como hiciera Platón en La República.

¿Cómo está Kant tan seguro del progreso moral y social de la humanidad a pesar de las estado de guerra permanente en que vive la Humanidad? Este pensamiento de Kant está relacionado con La fábula de las abejas de Mandeville, la mano invisible de Adam Smith y la Providencia de los estoicos. Por ejemplo, según Adam Smith, los instintos egoístas de los empresarios son la garantía del aumento de la riqueza de las naciones. Así también para Kant, la insociable sociabilidad del hombre es la garantía del progreso moral y social.

10. El uso público de la razón garantizado por Federico II no es un peligro para el orden del Estado ni tampoco una mala influencia para otras naciones.

Un príncipe que no considera indigno de sí reconocer como un deber suyo el no prescribir a los hombres nada en cuestiones de religión, sino que les deja plena libertad para ello e incluso rehúsa el altivo nombre de tolerancia, es un príncipe ilustrado y merece que el mundo y la posteridad se lo agradezcan, ensalzándolo por haber sido el primero en haber librado al género humano de la minoría de edad, cuando menos por parte del gobierno, dejando libre a cada cual para servirse de su propia razón en todo cuanto tiene que ver con la conciencia. Bajo este príncipe se permite a venerables clérigos que, como personas doctas, expongan libre y públicamente al examen del mundo unos juicios y evidencias que se desvían aquí o allá del credo asumido por ellos sin menoscabar los deberes de su cargo; tanto más aquel otro que no se halle coartado por obligación profesional alguna. Este espíritu de libertad se propaga también hacia el exterior, incluso allí donde ha de luchar contra los obstáculos externos de un gobierno que se comprende mal a sí mismo. Pues ante dicho gobierno resplandece un ejemplo de que la libertad no conlleva preocupación alguna por la tranquilidad pública y la unidad de la comunidad. Los hombres van abandonando poco a poco el estado de barbarie gracias a su propio esfuerzo, con tal de que nadie ponga un particular empeño por mantenerlos en la barbarie.

Federico II, que garantiza una total libertad de pensamiento en cuestiones religiosas, es un verdadero príncipe ilustrado al que la humanidad debe estar agradecido pues está arrancándola de la minoría de edad. Los clérigos pueden explicar públicamente sus opiniones religiosas sin faltar a su cargo ni sembrar desórdenes sociales. Esta libertad ”no conlleva preocupación alguna por la tranquilidad pública y la unidad de la comunidad”. Es curioso observar cuánto se equivocaba Kant. La libertad en materia religiosa que Kant reclama no tardará en extenderse a asuntos políticos y poner las simientes de la Revolución Francesa.

Por último, señalar la importancia de esa última frase en la que Kant confía en el progreso natural del hombre desde la barbarie hasta una sociedad cosmopolita. Esa confianza en el progreso humano es típica del pensamiento ilustrado. Evidentemente, para Kant, el filósofo no puede predecir el curso de la historia pero sí puede ayudar a modificar su desarrollo proponiendo utopías.

Kant cree que todos los efectos revolucionarios de permitir la libertad para alcanzar la mayoría de edad serán limitados si se mantiene un rígido orden social a la manera de Federico II. Volvemos a ver aquí de nuevo cómo Kant hace equilibrios entre Rousseau y Hobbes.

11. El uso público de la razón no debe limitarse sólo a materia religiosa sino también a asuntos legislativos.

He colocado el epicentro de la ilustración, o sea, el abandono por parte del hombre de aquella minoría de edad respecto de la cual es culpable él mismo, en cuestiones religiosas, porque nuestros mandatarios no suelen tener interés alguno en oficiar como tutores de sus súbditos en lo que atañe a las artes y las ciencias; y porque además aquella minoría de edad es asimismo la más nociva e infame de todas ellas. Pero el modo de pensar de un jefe de Estado que favorece esta primera Ilustración va todavía más lejos y se da cuenta de que, incluso con respecto a su legislación, tampoco entraña peligro alguno el consentir a sus súbditos que hagan un uso público de su propia razón y expongan públicamente al mundo sus pensamientos sobre una mejor concepción de dicha legislación, aun cuando critiquen con toda franqueza la que ya ha sido promulgada; esto es algo de lo cual poseemos un magnífico ejemplo, por cuanto ningún monarca ha precedido a ése al que nosotros honramos aquí.

Kant propone que la libertad en materia religiosa se extienda también a cuestiones legislativas. Es el ideal político kantiano de la constitución republicana, recogida en el primer artículo definitivo de Hacia la paz perpetua.

Es evidente la influencia de Locke y Rousseau en esta transformación del ciudadano como colegislador. El contrato social tiene que respetar de un modo u otro la libertad que el hombre poseía en estado de naturaleza.

12. Demasiada libertad como la que es posible en democracia es perjudicial para el crecimiento espiritual de un pueblo pues pone en peligro para el orden social. Un déspota ilustrado como Federico II puede fomentar el máximo librepensamiento y, al mismo tiempo, garantizar un rígido orden social.

Pero sólo aquel que, precisamente por ser ilustrado, no teme a las sombras, al tiempo que tiene a mano un cuantioso y bien disciplinado ejército para tranquilidad pública de los ciudadanos, puede decir aquello que a un Estado libre no le cabe atreverse a decir: razonad cuanto queráis y sobre todo cuanto gustéis, ¡con tal de que obedezcáis! Aquí se revela un extraño e inesperado, curso de las cosas humanas; tal como sucede ordinariamente, cuando ese decurso es considerado en términos globales, casi todo en él resulta paradójico. Un mayor grado de libertad civil parece provechosa para la libertad espiritual del pueblo y, pese a ello, le coloca límites infranqueables; en cambio un grado menor de esa libertad civil procura el ámbito para que esta libertad espiritual se despliegue con arreglo a toda su potencialidad. Pues, cuando la naturaleza ha desarrollado bajo tan duro tegumento ese germen que cuida con extrema ternura, a saber, la propensión y la vocación hacia el pensar libre, ello repercute sobre la mentalidad del pueblo (merced a lo cual éste va haciéndose cada vez más apto para la libertad de actuar) y finalmente acaba por tener un efecto retroactivo hasta sobre los principios del gobierno, el cual incluso termina por encontrar conveniente tratar al hombre, quien ahora es algo más que una máquina, conforme a su dignidad.

Königsberg (Prusia), 30 de Septiembre de 1784      

El republicanismo kantiano implica un difícil equilibrio entre Hobbes y Rousseau. Por un lado, Kant entiende que la libertad es un derecho natural del hombre que debe ser potenciado en orden al progreso de la humanidad. Pero, por otro, si dicha libertad no está encauzada por un rígido orden social donde la autoridad del soberano es inapelable, como ocurría en Hobbes, puede ser contraproducente.

Kant confía en que la mera libertad de pensamiento transformará a los hombres de tal manera que llegará el día en que no tengan que ser tratados como súbditos o máquinas sino como ciudadanos conforme a la dignidad que les otorga la libertad.

Doscientos años después del texto de Kant seguimos sin estar preparados para ser colegisladores reales. La democracia consiste en votar cada cuatro años y transformarse en siervos de los mercados mientras tanto.

La teoría opuesta a esta propuesta kantiana de “libertad bajo control” es el materialismo histórico de Marx. Según este, son necesarias algo más que palabras para cambiar el orden social.

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