domingo, 10 de marzo de 2013

LO SIMPLE Y LO COMPLEJO.

Cuando una cuestión es compleja decimos que es un problema.

Pero todo problema, si lo es, y no es un pseudoproblema o un misterio, tiene solución.

El problema, para encontrar la solución al problema, es el método, el camino, el correcto planteamiento para llegar, por el camino seguro, hasta la solución.

El mal planteamiento de un problema es condenarse a no llegar a la solución, a no ser por casualidad, pero no necesariamente.

Ni la osadía/precipitación/prisa, por una parte, ni la pereza/cobardía/cansancio, por la otra, son las maneras adecuadas de afrontar el problema.

PERO, a veces, hay personas interesadas en que se delegue en ellos la búsqueda de solución.

Son los que maximizan las posibles dificultades para agobiar a los demás y que lo dejen todo, y todos, en sus manos.

En este caso, “no es” que el problema sea complejo, es el interés porque los demás así “lo vean”, para, voluntariamente (¿) echarse a un lado.

El humorista (para mí un filósofo) Groucho Marx, muchos años ha, parece haber estado presente en la España actual:

         “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar, después, los remedios equivocados”.

Las campañas electorales no son sino “hacer ver”, al electorado, que conocen el camino (que es su programa) para resolver todos los problemas que lo agobian.

“Vótenme, déjelo en mis manos, tenemos la solución”.

Pero, por el discurrir diario, comprobamos que siempre pueden “desdecirse de los dicho” porque todos sus cálculos han sido hechos teniendo en cuenta unas premisas que, ahora, se dan cuenta que no eran las verdaderas, por lo tanto no vale el programa presentado, que era el que Ud. votó.

Otras veces, dejarlo en sus manos es darles permiso para estar mareando la perdiz hasta que tenga hambre y la mate. Entonces tira de la solución, que ya la tenía sacada, pero que no le interesaba exponerla.

Comprobamos que los partidos políticos programan hasta las próximas elecciones, no en vistas a las próximas generaciones.

Dan la impresión de que “viven del cuento” hasta que llegue el momento propicio, que no es otro que el que ponga en peligro la sinecura o aparezca en el horizonte otra sinecura mejor.

“Dejadlo todo en nuestras manos” es decirle a los otros: “no metáis vuestras manos en esto porque no sólo podéis estropearlo sino hacerlo tan complejo que….”

Si todos quieren atajar el problema, la multiplicidad de caminos imposibilitará la respuesta adecuada.

Y la opción entre “el mal menor” (“dejádmelo a mí”) y el “mal mayor” (“todos y cada uno”) es fácil.

Incluso el falso héroe, sacrificado por nuestro bien, solicitará reconocimiento público, cuando, en realidad, está sacándole provecho.

No hay mejor manera de considerarse y ser considerado como “extra-ordinario” que hacerles ver a los demás  que son “ordinarios”, “normales” y que se lo crean.

El “mal menor” es menor, pero sigue siendo “mal”, y, quizá, no hubiera sido necesario, pero el héroe (¿) está interesado en que así se vea, como un “mal menor”.

Se ofrece como chivo expiatorio cuando, en el fondo, aspira a ser el cabrero.

Consentir el “mal menor” supone creer que tiene que haber algún mal, y como siempre puede uno imaginarse un “mal mayor”, es preferible optar por este “menor mal”.

¿Pero era necesario?

Porque “mayor” y “menor” son términos comparativos. Y si consideramos a la muerte como “el mayor mal”, todo lo que no sea mortal será un “mal menor”, por ejemplo, la pérdida de libertad.

Ya se encargará el interesado de “llenar” de peligros sin fin el querer volar fuera de la jaula.

Sólo así será vista la jaula, como “seguridad”.

Y si la libertad te expone a la muerte… ¡VIVAN LAS CADENAS!

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