sábado, 29 de diciembre de 2012

LA CIUDADANÍA ¿FORMACIÓN? ¿ADOCTRINAMIENTO?

 No nacemos. Nos nacen. A unos los nacen en un país democrático mientras a otros en uno no democrático, pero “nadie nace demócrata”, porque esto no es genético, sino cultural. No se hereda, se consigue serlo o no serlo. Se aprende a ser demócrata aunque muchos (países y personas) no lo consigan.
 
Primero “nos nacen”  (hombres, varones o mujeres), luego “nos hacen humanos” (tal tipo de hombres) y, sólo después, “nos hacemos personas” (cada uno).
En este proceso, desde el nacimiento hasta la muerte, los agentes son “los padres biológicos”, “la sociedad y sus instituciones” y “uno mismo, cada uno”.
 
Si “nadie nace ciudadano” sino que hay que aprender a serlo ¿por qué ¡demonios¡ una vez más, y ésta es la 7ª Ley Educativa, en nuestra joven democracia, se ha marginado, apartado, la asignatura “Educación para la ciudadanía”?
¿Es que los distintos gobiernos carecen de una “noción de Estado” y ninguno quiere que, desde niños, se aprenda a “ser ciudadanos”?
 
Los prejuicios instalados, incrustados, en las mentes de los partidos hacen que ello sea imposible.
Basta que un partido proponga algo para que ningún otro partido, en general, lo acepte, sin más. Algunos sólo con matizaciones, con retoques, siempre que “lo mío” también aparezca en dicha materia. Otros, directamente lo contrario.
Como si al levantarse, de mañana, lo primero que preguntasen fuera: ¿“qué han dicho los otros”? para preparar el discurso contrario o totalmente distinto, porque “en ella no caben otras ideas de “ciudadanía” que no sean las nuestras”.
 
Ahora mismo, mientras estoy escribiendo esto, el proyecto LOMCE, del Sr. Ministro WERT, ya la ha apartado y, en su lugar, ha puesto un sucedáneo que poco tiene que ver con “ciudadanía”, hasta el punto que los que “opten por Religión” no tienen que aprender a ser ciudadanos, y los que opten por este sucedáneo de “ciudadanía” nada tendrían que ver con la religión.
 
Como si “ser ciudadano” no fuera un valor, cotizable a la alta y no como la antigua “urbanidad” y “buenos modales”, entre ellos, obedecer, siempre, a la autoridad, porque el Jefe tiene razón.
¿Recuerdan aquello de: “Artículo 1º: el Jefe tiene razón. Artículo 2º: el Jefe siempre tiene razón. Artículo 3º: si el Jefe alguna vez se equivocase, se aplica el Artículo 1º?.
 
Como si guardar silencio en clase, pedir la palabra, memorizar algún artículo de la Constitución y….poco más fuese “ser ciudadano”.
 
Educación para la Ciudadanía, que debería ser materia fundamental y obligatoria para todos los niños-adolescentes, no sólo no ha llegado a la categoría de “maría”, sino que se la ha expulsado del currículum.
Como si el Estado tuviese sólo encomendada la función de la seguridad de nuestra vida y de nuestra hacienda (que también) y no la de enseñar, desde pequeños, a “ser demócratas”.
El Estado como el Gran Leviatán que sólo quiere súbditos sumisos que engullir y no ciudadanos críticos que exijan razones de por qué hay que obedecer esa ley.
Si ya la Filosofía, como  materia crítica, ha sido esquinada en el currículum, la Educación para la Ciudadanía ni siquiera está.
Como si “ser ciudadano” tuviese que ver, necesariamente, con el partido que gobierna y no con la múltiple y variada sociedad en la que se vive y se convive.
 
Cuando yo era un “pequeñajo”, los sábados por la tarde, que no había “escuela”, el cura nos obligaba a ir a la “doctrina” para adoctrinarnos en religión y moral católica, apostólica y romana. Y, además, pasaba lista.
¿Por qué no debe ser el Estado (y no sólo a través del Gobierno de turno), el que “forme en democracia”, desde pequeños?
Por el prejuicio instalado en la mente de los partidos de que el “concepto válido de ciudadanía”  es, sólo, el que cada uno tiene. Como si no debiera ser la Sociedad entera, a través del estado democrático que se ha dado a sí misma.
 
Una “ciudadanía de partido” deja de ser “ciudadanía”, porque ésta, estable, debe estar por encima de los partidos, pasajeros.
 
“Educación para la Ciudadanía”, como Educación, en general, debe ser una cuestión de estado, por encima y más allá de los partidos.
 
Todavía no me explico por qué los padres no la exigen como obligatoria para sus hijos. Y sí comprendo la insistencia y tozudez de la Conferencia Episcopal en que no lo sea, porque ella nunca ha sido, no lo es y, me temo que, nunca será “democrática”.
Bajo sus alas sólo caben fieles obedientes al Jefe, no críticos al mismo. No en vano uno es, nada menos que, “Vicario de Dios” y los demás de la jerarquía “representantes de Dios” en la tierra.
¿Habrá Jefe más Jefe que Dios?.
 
Para la Iglesia el buen ciudadano es el creyente que obedece las normas morales de su religión, la “única verdadera”  (lo que todas y cada una dicen).
Como si en la sociedad no cupiesen TODAS las religiones así como los agnósticos, los ateos, los indiferentes,….
¡Como si la “creencia” no fuese una “opción”  y la “ciudadanía” una “obligación”¡
 
El auténtico ciudadano será tolerante con todas las ideas y creencias y respetuosos con todas las personas, creyentes o no,
Mientras que el creyente auténtico, como buen catequista, aspira a que TODOS los demás sean igual de creyentes que él y de la misma creencia.
 
Nada más lejos de todo Dogmatismo que el ciudadano.
Nada más cerca de todo Dogmatismo (incluso Fanatismo) que el creyente.
 
La Familia es una institución social privada que desea y busca el interés de sus miembros, por eso no puede ser la mejor institución didáctica de “ciudadanía”.
Toda institución o asociación que busque intereses particulares y específicos, desde una federación deportiva de baloncesto a un club de petanca o de bailes regionales, no aspira a los intereses generales de TODOS los ciudadanos, sino a los baloncestistas, a los petanquistas, a los“bailaores”.
 
¿Habrá algo más maravilloso que “adoctrinar en democracia”?. Que no es adoctrinar en fanatismo nacionalista, ni endiosar al dictador de turno.
 
La “educación democrática” no se opone a la “educación religiosa”, pero no es ella.
TODOS debemos ser ciudadanos, demócratas. Después, sólo después, quienes quieran, pueden, además, ser creyente de una u otra religión o de ninguna.
 
Cualquiera podrá ser buen matemático o no, o un buen literato o no, pero TODOS deberían ser buenos demócratas, demócratas auténticos.
 
Como si el matrimonio heterosexual, y para toda la vida, fuera la única forma de matrimonio, la separación un fracaso y el divorcio una desgracia.
Como si la realidad social fuera eterna y no cambiante, y la verdad fuera absoluta y no relativa a los cambios sociales.
Como si los contrayentes que han firmado, libremente, un contrato de convivencia no pudieran, libremente, por mutuo acuerdo o por una de las partes, deshacerlo y firmar otro con otra persona, del mismo o distinto sexo.
Como si la sexualidad y el sexo fuera una desgracia, aptos para la mayoría, incapaces de prometer y ser célibes, vírgenes...
 
Lo que ha propuesto el Sr. Ministro WERT, en comandita (¿) con la Conferencia Episcopal, es un desaguisado de tal envergadura que omito términos descalificativos, que parecerían insultantes.
 
Una verdad, satisfactoria para una sociedad más justa, no puede estar en manos de, ni provenir de una Iglesia y sí, sólo, del Estado democrático.
 
La “solución religiosa” nunca puede ser la “solución social”.
 
Bajo el manto de la Iglesia sólo caben los creyentes. Bajo el manto del Estado no sólo cabemos TODOS, es que TODOS deberíamos estar cobijados.
 
Si Jesús había declarado: “mi reino no es de este mundo”, la Iglesia y su Vicario también desean reinar sobre éste, convirtiendo a la nación en tierra de misión, o sea que la Filosofía Política debe ser sierva de la Teología, y la democracia debe dejar paso a la teocracia.
¡Qué mal iban a tenerlo los ateos, agnósticos, indiferentes,…¡
 
La Iglesia debería apearse del pedestal que ella misma se ha construido y en el que se cree instalada y aprender “ciudadanía”, aunque, creo que, suspendería.
 
¿Qué va a decir y a proponer una Asociación Católica que cree que su religión es “la única verdadera”?.
Cuando la pregunta, previa, es: ¿qué tendrá que ver la religión con la verdad? ¡Como si no fueran igualmente válidas las demás religiones, puesto que TODAS se proponen la misma meta: la salvación de sus fieles.
 
El ciudadano respeta y considera iguales a creyentes que ateos, agnósticos, indiferentes,…. La Iglesia sólo en cuanto que son hijos de Dios.
 
¿Desde cuándo una moral privada y confesional, de una religión, debe primar sobre una moral pública y común?
¿Es que no pertenecen TODOS a la misma comunidad y sólo ALGUNOS a esa opción religiosa?
¿Por qué deben estar exentos de “ciudadanía” los creyentes?
¡Como si los Derechos Humanos, para TODOS, no primasen sobre los Derechos sólo religiosos de ALGUNOS¡
 
Comprendo (aunque, para mí, sea injustificable) que la Conferencia Episcopal sea la principal valedora contra la Educación para la Ciudadanía.
Con sus mimbres sólo pueden fabricarse esos cestos.
Pero ¿por qué tiene que claudicar el Estado (y en este caso el Gobierno) ante esta Asociación Religiosa, cuando es el Estado el que debe ser el garante de todas las religiones y partidario de ninguna?
 
Su proclamado Absolutismo de la verdad religiosa choca, de frente, con el necesario Relativismo de una sociedad cambiante, siempre en camino de una mayor y mejor “mejoría”
 
Si fuera verdad que “extra ecclesia nulla est Salus”, creo que “intra ecclesia” no hay progreso.
Si, en la Iglesia, el oficiante es el cura y todos los demás son fieles asistentes, aunque algunos puedan ser monaguillos, en la sociedad civil todos somos oficiantes, nadie es monaguillo, aunque sea el gobierno el que dirija el coro. La Iglesia, si quiere, puede asistir a la ceremonia, pero no dirigirla.
Nada que ver el Parlamento con la Conferencia Episcopal (¿está Ud., de acuerdo, Sr. Ministro?), ni el Presidente del Gobierno con el Nuncio de Su Santidad.
 
¿DE ACUERDO, SR. WERT?
PUES, APLÍQUESE EL CUENTO Y CAMBIE SU DECISIÓN.


No nacemos. Nos nacen. A unos los nacen en un país democrático mientras a otros en uno no democrático, pero “nadie nace demócrata”, porque esto no es genético, sino cultural. No se hereda, se consigue serlo o no serlo. Se aprende a ser demócrata aunque muchos (países y personas) no lo consigan.

Primero “nos nacen”  (hombres, varones o mujeres), luego “nos hacen humanos” (tal tipo de hombres) y, sólo después, “nos hacemos personas” (cada uno).

En este proceso, desde el nacimiento hasta la muerte, los agentes son “los padres biológicos”, “la sociedad y sus instituciones” y “uno mismo, cada uno”.

Si “nadie nace ciudadano” sino que hay que aprender a serlo ¿por qué ¡demonios¡ una vez más, y ésta es la 7ª Ley Educativa, en nuestra joven democracia, se ha marginado, apartado, la asignatura “Educación para la ciudadanía”?

¿Es que los distintos gobiernos carecen de una “noción de Estado” y ninguno quiere que, desde niños, se aprenda a “ser ciudadanos”?

Los prejuicios instalados, incrustados, en las mentes de los partidos hacen que ello sea imposible.

Basta que un partido proponga algo para que ningún otro partido, en general, lo acepte, sin más. Algunos sólo con matizaciones, con retoques, siempre que “lo mío” también aparezca en dicha materia. Otros, directamente lo contrario.

Como si al levantarse, de mañana, lo primero que preguntasen fuera: ¿“qué han dicho los otros”? para preparar el discurso contrario o totalmente distinto, porque “en ella no caben otras ideas de “ciudadanía” que no sean las nuestras”.

Ahora mismo, mientras estoy escribiendo esto, el proyecto LOMCE, del Sr. Ministro WERT, ya la ha apartado y, en su lugar, ha puesto un sucedáneo que poco tiene que ver con “ciudadanía”, hasta el punto que los que “opten por Religión” no tienen que aprender a ser ciudadanos, y los que opten por este sucedáneo de “ciudadanía” nada tendrían que ver con la religión.

Como si “ser ciudadano” no fuera un valor, cotizable a la alta y no como la antigua “urbanidad” y “buenos modales”, entre ellos, obedecer, siempre, a la autoridad, porque el Jefe tiene razón.

¿Recuerdan aquello de: “Artículo 1º: el Jefe tiene razón. Artículo 2º: el Jefe siempre tiene razón. Artículo 3º: si el Jefe alguna vez se equivocase, se aplica el Artículo 1º?.

Como si guardar silencio en clase, pedir la palabra, memorizar algún artículo de la Constitución y….poco más fuese “ser ciudadano”.

Educación para la Ciudadanía, que debería ser materia fundamental y obligatoria para todos los niños-adolescentes, no sólo no ha llegado a la categoría de “maría”, sino que se la ha expulsado del currículum.

Como si el Estado tuviese sólo encomendada la función de la seguridad de nuestra vida y de nuestra hacienda (que también) y no la de enseñar, desde pequeños, a “ser demócratas”.

El Estado como el Gran Leviatán que sólo quiere súbditos sumisos que engullir y no ciudadanos críticos que exijan razones de por qué hay que obedecer esa ley.

Si ya la Filosofía, como  materia crítica, ha sido esquinada en el currículum, la Educación para la Ciudadanía ni siquiera está.

Como si “ser ciudadano” tuviese que ver, necesariamente, con el partido que gobierna y no con la múltiple y variada sociedad en la que se vive y se convive.

Cuando yo era un “pequeñajo”, los sábados por la tarde, que no había “escuela”, el cura nos obligaba a ir a la “doctrina” para adoctrinarnos en religión y moral católica, apostólica y romana. Y, además, pasaba lista.

¿Por qué no debe ser el Estado (y no sólo a través del Gobierno de turno), el que “forme en democracia”, desde pequeños?

Por el prejuicio instalado en la mente de los partidos de que el “concepto válido de ciudadanía”  es, sólo, el que cada uno tiene. Como si no debiera ser la Sociedad entera, a través del estado democrático que se ha dado a sí misma.

Una “ciudadanía de partido” deja de ser “ciudadanía”, porque ésta, estable, debe estar por encima de los partidos, pasajeros.

“Educación para la Ciudadanía”, como Educación, en general, debe ser una cuestión de estado, por encima y más allá de los partidos.

Todavía no me explico por qué los padres no la exigen como obligatoria para sus hijos. Y sí comprendo la insistencia y tozudez de la Conferencia Episcopal en que no lo sea, porque ella nunca ha sido, no lo es y, me temo que, nunca será “democrática”.

Bajo sus alas sólo caben fieles obedientes al Jefe, no críticos al mismo. No en vano uno es, nada menos que, “Vicario de Dios” y los demás de la jerarquía “representantes de Dios” en la tierra.

¿Habrá Jefe más Jefe que Dios?.

Para la Iglesia el buen ciudadano es el creyente que obedece las normas morales de su religión, la “única verdadera”  (lo que todas y cada una dicen).

Como si en la sociedad no cupiesen TODAS las religiones así como los agnósticos, los ateos, los indiferentes,….

¡Como si la “creencia” no fuese una “opción”  y la “ciudadanía” una “obligación”¡

El auténtico ciudadano será tolerante con todas las ideas y creencias y respetuosos con todas las personas, creyentes o no,

Mientras que el creyente auténtico, como buen catequista, aspira a que TODOS los demás sean igual de creyentes que él y de la misma creencia.

Nada más lejos de todo Dogmatismo que el ciudadano.

Nada más cerca de todo Dogmatismo (incluso Fanatismo) que el creyente.

La Familia es una institución social privada que desea y busca el interés de sus miembros, por eso no puede ser la mejor institución didáctica de “ciudadanía”.

Toda institución o asociación que busque intereses particulares y específicos, desde una federación deportiva de baloncesto a un club de petanca o de bailes regionales, no aspira a los intereses generales de TODOS los ciudadanos, sino a los baloncestistas, a los petanquistas, a los“bailaores”.

¿Habrá algo más maravilloso que “adoctrinar en democracia”?. Que no es adoctrinar en fanatismo nacionalista, ni endiosar al dictador de turno.

La “educación democrática” no se opone a la “educación religiosa”, pero no es ella.

TODOS debemos ser ciudadanos, demócratas. Después, sólo después, quienes quieran, pueden, además, ser creyente de una u otra religión o de ninguna.

Cualquiera podrá ser buen matemático o no, o un buen literato o no, pero TODOS deberían ser buenos demócratas, demócratas auténticos.

Como si el matrimonio heterosexual, y para toda la vida, fuera la única forma de matrimonio, la separación un fracaso y el divorcio una desgracia.

Como si la realidad social fuera eterna y no cambiante, y la verdad fuera absoluta y no relativa a los cambios sociales.

Como si los contrayentes que han firmado, libremente, un contrato de convivencia no pudieran, libremente, por mutuo acuerdo o por una de las partes, deshacerlo y firmar otro con otra persona, del mismo o distinto sexo.

Como si la sexualidad y el sexo fuera una desgracia, aptos para la mayoría, incapaces de prometer y ser célibes, vírgenes...

Lo que ha propuesto el Sr. Ministro WERT, en comandita (¿) con la Conferencia Episcopal, es un desaguisado de tal envergadura que omito términos descalificativos, que parecerían insultantes.

Una verdad, satisfactoria para una sociedad más justa, no puede estar en manos de, ni provenir de una Iglesia y sí, sólo, del Estado democrático.

La “solución religiosa” nunca puede ser la “solución social”.

Bajo el manto de la Iglesia sólo caben los creyentes. Bajo el manto del Estado no sólo cabemos TODOS, es que TODOS deberíamos estar cobijados.

Si Jesús había declarado: “mi reino no es de este mundo”, la Iglesia y su Vicario también desean reinar sobre éste, convirtiendo a la nación en tierra de misión, o sea que la Filosofía Política debe ser sierva de la Teología, y la democracia debe dejar paso a la teocracia.

¡Qué mal iban a tenerlo los ateos, agnósticos, indiferentes,…¡

La Iglesia debería apearse del pedestal que ella misma se ha construido y en el que se cree instalada y aprender “ciudadanía”, aunque, creo que, suspendería.

¿Qué va a decir y a proponer una Asociación Católica que cree que su religión es “la única verdadera”?.

Cuando la pregunta, previa, es: ¿qué tendrá que ver la religión con la verdad? ¡Como si no fueran igualmente válidas las demás religiones, puesto que TODAS se proponen la misma meta: la salvación de sus fieles.

El ciudadano respeta y considera iguales a creyentes que ateos, agnósticos, indiferentes,…. La Iglesia sólo en cuanto que son hijos de Dios.

¿Desde cuándo una moral privada y confesional, de una religión, debe primar sobre una moral pública y común?

¿Es que no pertenecen TODOS a la misma comunidad y sólo ALGUNOS a esa opción religiosa?

¿Por qué deben estar exentos de “ciudadanía” los creyentes?

¡Como si los Derechos Humanos, para TODOS, no primasen sobre los Derechos sólo religiosos de ALGUNOS¡

Comprendo (aunque, para mí, sea injustificable) que la Conferencia Episcopal sea la principal valedora contra la Educación para la Ciudadanía.

Con sus mimbres sólo pueden fabricarse esos cestos.

Pero ¿por qué tiene que claudicar el Estado (y en este caso el Gobierno) ante esta Asociación Religiosa, cuando es el Estado el que debe ser el garante de todas las religiones y partidario de ninguna?

Su proclamado Absolutismo de la verdad religiosa choca, de frente, con el necesario Relativismo de una sociedad cambiante, siempre en camino de una mayor y mejor “mejoría”

Si fuera verdad que “extra ecclesia nulla est Salus”, creo que “intra ecclesia” no hay progreso.

Si, en la Iglesia, el oficiante es el cura y todos los demás son fieles asistentes, aunque algunos puedan ser monaguillos, en la sociedad civil todos somos oficiantes, nadie es monaguillo, aunque sea el gobierno el que dirija el coro. La Iglesia, si quiere, puede asistir a la ceremonia, pero no dirigirla.

Nada que ver el Parlamento con la Conferencia Episcopal (¿está Ud., de acuerdo, Sr. Ministro?), ni el Presidente del Gobierno con el Nuncio de Su Santidad.

¿DE ACUERDO, SR. WERT?

PUES, APLÍQUESE EL CUENTO Y CAMBIE SU DECISIÓN.

No hay comentarios:

Publicar un comentario