domingo, 30 de agosto de 2020

FLORILOGIO 20 ( 1 ) VARIOS



“EL DIOS SIN ROSTRO”. EL PANTEÍSMO EN EL PENSAMIENTO DEL SIGLO XX.

Es el título del libre de Juan Arana.

En la historia del pensamiento humano el panteísmo es una manera de entender las relaciones entre Dios y el mundo.

Comenzó desde los primeros tiempos y ha ido reapareciendo a lo largo de los siglos en diferentes pensadores, tanto antiguos como modernos.

¿Qué decir de Spinoza, el gran panteísta moderno y su senntencia: “Deus, sive natura, sive substantia”?

Pero en el siglo XX son varios los pensadores, no filósofos, que también se declararon panteístas: Albert Einstein, Josge Luis Morges, Erwin Schrödinger y Octavio Paz.

Grandes pensadores con una visión del mucho muy distinta a la que nos ha inculcado, durante tantos siglos y tantos años la Religión Católica, Apostólica y Romana.


EL CAOS.

El mismo nombre, en sí, parece una paradoja porque  el caos, según la concepción más general, es, precisamente, la “ausencia de orden” (lo contrario de “cosmos” = “orden”.

¿Y cómo va a imponerse un orden teórico y disciplinado a lo esencialmente desordenado?

Pero ya es tarde para cambiar el término.

La dinámica del caos ha sido proclamada la tercera gran revolución científica del siglo XX, comparable a la Teoría de la Relatividad y a la Teoría de la Mecánica Cuántica.

El caos debe entenderse como una teoría sobre ciertos modelos matemáticos y sus aplicaciones.


LOS HIJOS DE HEIDEGGER.

Martín Heidegger atrajo a los jóvenes intelectos más brillantes de Alemania en la década de 1.920.

Muchos de ellos eran judíos que, al final, tendrían que conciliar sus compromisos filosóficos y, a menudo, personales con Heidegger y con las opiniones políticas de éste.

La afiliación de Heidegger al nacional-socialismo, en efecto, frustró la carrera de los estudiantes judíos y obstaculizó la carrera de otros profesores no suficientemente radicales.

Cuatro de los alumnos judíos de Heidegger más destacados asumieron la relación de su maestro con los nazis y cómo afectó esta relación a su pensamiento.

¡Por qué no repararon en lo que había en el corazón de Heidegger y en el futuro que se cernía sobre Alemania?

¿Cómo valoraron después de la guerra las tradiciones intelectuales alemanas?

¿Qué pudieron salvar del pensamiento de Heidegger.?

Estamos refiriéndonos a Hanna ARENDT, A Karl LÖWITH,  a Hans JONAS  y  a Herbert MARCUSE.


CUATRO FILÓSOFAS JUDÍAS.

Todas ellas víctimas de la tiranía nacionalsocialista: Rosa LUXEMBURGO, Simone WEIL, Edith STEIN y Hanna HARENDT.

Ellas renuevan la autocomprensión de la antigüedad griega cuando, con Sócrates y los Sofistas, filosofar era una actividad pública que redundaba en el bien común, pero que también favorecía la conducción personal de cada vida individual.

Sin embargo, no sólo la filosofía política (Rosa LUXEMBURGO y Hanna HARENDT), sino también la filosofía de la religión (Simone WEIL), la fenomenología de Husserl y las doctrinas filosóficas y teológicas de Tomás de Aquino y San Juan de la Cruz (Edith STEIN) están encerradas en el pensamiento de estas mujeres.

LOS VALORES DE OCCIDENTE.

De Octavi FULLAT, un filósofo que me impresionó cuando en la enseñanza en España en los años 70 era la escolástica pura y dura y sacó un libro de texto que nada tenía que ver con la enseñanza oficial y al que, inmediatamente, me apunté.

La obra es una construcción híbrida y diacrónica, porque la cultura occidental está vertebrada, fundamentalmente, por las dos tradiciones grecolatina y judeocristiana y por la modernidad, cuyo centro de gravedad es la Ilustración.

Es como decir que los occidentales somos hijos de Sócrates, de Pablo de Tarso y de Kant.

Nuestra identidad ha ido configurándose, paulatinamente y a lo largo de milenios y ha ido sedimentándose en estratos de diferente contextura y densidad.

La aglutinación de tales esferas culturales no ha sido fácil ni armónica, sino que ha dado lugar a tensiones axiológicas y a enfrentamientos seculares.

Y hemos seguido en ese camino, aunque ya menos, pero las altas esferas, sobre todo religiosas ahí están.

El libro es una memoria axiológica cuyos valores siguen, explícita o implícitamente, latentes en la manera de ser pues no debemos olvidar que, excepto los más jóvenes, los que ya peinamos canas a cierta edad nos sentimos reflejados en los sermones de los curas y en la enseñanza de la filosofía escolástica y la moral cristiana.

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