miércoles, 26 de agosto de 2020

FLORILEGIO 19 ( 4 ) EL CUERPO Y LA MENTE Y EL PROCESO DE SÓCRATES



EL CUERPO Y LA MENTE.

Es el título de una obra de Karl Popper.

Para Popper la razón fue siempre la única defensa contra la violencia, siendo la racionalidad la disposición a aprender de nuestros errores.

La búsqueda de conocimiento objetivo ha sido el último paso en la evolución de la mente humana.

Todos recordamos los TRES mundos de Popper:

1.- El mundo de la “realidad física” (una montaña, el sol, un río,…)

2.- El mundo de los “estados mentales”  (los pensamientos, la voluntad, el interés, el amor y el odio,…)

3.- El mundo de los productos de la inteligencia humana (este libro, este ordenador con el que estoy escribiendo, las servilletas, los edificios,…)

Considera la vida como la continua y continuada resolución de problemas con que el hombre va encontrándose, o va creándose, o va imaginándose y planteándose (qué pasaría si… y si… y si…

Su defensa de la teoría de la evolución emergente.
El juego de conjeturas y refutaciones.
El criterio de “falsabilidad” en vez del criterio de “verificabilidad”.

EL PROCESO DE SÓCRATES.

La imagen contemporánea de Sócrates es fruto de los esfuerzos de Kierkegaard, Schleiemacher. Hegel y Zeller por recuperar su figura histórica tras la evidente manipulación a que fue sometida a lo largo de la Ilustración.

Sin embargo, la nueva vía abierta por esos estudios pronto desembocará en una amplia polémica que ha acabado poniendo de manifiesto la propia vigencia del socratismo en tanto que problema que, por irresoluble no agota su capacidad de dar que pensar.

Como sabemos no paraba de dialogar pero nada, ni una línea, dejó escrito, ni de sí ni de sus conversaciones.

Y las fuentes cercanas a él no son de fiar por extralimitación: Platón porque era su discípulo y que alucinaba con él, lo alaba tanto como un buen hijo alabaría a su padre, y, por el contrario, sus enemigos se ríen tanto de él, lo hartan de todo (de zafio, de chabacano, de rústico,…) que en sus comedias (La Nubes) lo consideran una persona ridícula y cuya filosofía no valía un bledo.

Así que, ni uno ni los otros.
Aristóteles parece, posiblemente, el más ajustado a la realidad, a decir de él y denominarlo el “filósofo de las definiciones”.

Conociendo su método (“ironía” y “mayéutica”, de loas que, en otro lugar ya las hemos expuesto ampliamente) respondería a la sentencia de Aristóteles.

Ha llegado a sostenerse es una figura legendaria sobre cuya existencia es imposible ir más allá de las conjeturas.

Entre nosotros parece que está asumida la tesis de que sobre Sócrates ya está todo dicho y que, por lo tanto, cualquier intento de repensar su filosofía está condenado a la repetición de tal o cual tópico.

Sin  embargo, no parece posible entender el acta fundacional de la Filosofía sin preguntarnos por la conmoción que produjo la personalidad de Sócrates y por los sucesivos intentos de conducir su pensamiento más allá de su biografía.

En cierta manera, podemos entender el conjunto de la filosofía griega del siglo IV como un doble esfuerzo dirigido, en primer lugar, a mantener viva la memoria de Sócrates en lo que en ella hay de germinal y, en segundo lugar, hacerla fructificar en una nueva Atenas en la que esa filosofía, ya germinada, pueda liberarse de la cicuta.

En otro lugar de este blog expuse las semejanzas entre Sócrates: ninguno dejó nada escrito (si no entendemos como escrito el garabateo de Jesús, con un palo, en la arena de la calle cuando quieren apedrear a la mujer que han pillado en adulterio y la respuesta de Jesús: “el que (de vosotros) esté libre de pecado, que tire la primera piedra” (y dicen los evangelios, aunque no sean biográficos, que “comenzaron a marcharse empezando por los más viejos” lo que expone claramente lo que quiere decir).
A los dos los matan, a uno con la cicuta y al otro crucificado.
Los motivos de su muerte son, por una parte políticos y, por otra religiosos (“dice que es rey” y “expulsa a los cambistas y vendedores de animales para sacrificio en el templo, lo que generaba ganancias al Sanedrín).
Los dos mueren rodeados de sus discípulos o de las mujeres que lo seguían)
También de Jesús ha llegado a dudarse de su existencia, porque, además, ni las fechas coinciden, ni su lugar de nacimiento, ni sus padres,… (y muchas veces es por no distinguir entre el “Jesús de Nazaret, histórico” y el “Jesús de la fe, el Cristo).
Además de que no sabemos de las palabras que, realmente, él pronunciara, pues los Evangelios no son Biografías (porque son distintos, y no digamos el Cuarto, el atribuido a Juan, el evangelio gnóstico) sino “agiografías”…

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