lunes, 8 de agosto de 2016

LA RELIGIÓN Y LA CIENCIA.



Suele afirmarse, alegremente, que la religión fue un obstáculo para el nacimiento y, sobre todo, para el desarrollo de la ciencia y, en parte, es verdad. Pero sólo eso, en parte. Porque también es verdad que la ciencia suponía los principios religiosos que la religión sostiene: “que existe un orden sobre-humano que no es producto de un capricho o conveniencia humanos.

Si uno ve que las cincuenta flechas lanzadas dan todas en el centro de la diana concluye que dichas flechas no están ahí por casualidad o azar, sino por la intención de los lanzadores de flechas.

Santo Tomás expuso la quinta de sus cinco vías, la vía “teleológica” o de la “finalidad” para demostrar la existencia de Dios.
“Si existe un orden, debe existir un ordenador” y “existe ese orden en la naturaleza” por lo tanto debe existir Dios como ordenador de la misma.
O, como después, se diría: si existe un reloj debe haber existido un relojero como autor de ese reloj”. Lo que, luego, no sabemos es si ese relojero es suizo o japonés, si es varón o mujer, si es creyente, ateo o agnóstico, si está casado o soltero, si tiene hijos o no, cuántos años tiene y a qué edad inventó ese reloj…..pero lo que es indudable es que tuvo que existir un relojero, al “cual llamamos Dios”.

El comportamiento de la naturaleza es “ordenado”, no al azar.
El sol no sale hoy y mañana no, o a una hora o a otra. Siempre sale al amanecer y, más o menos, por el mismo sitio y, más o menos a la misma hora según las estaciones.

El recorrido del sol siempre es en la misma dirección (ya sé que es la tierra la que se mueve de Este a Oeste y no el sol de Oeste a Este, y que esto es sólo una apariencia, porque está casi estático).

El sol, en su recorrido, lo hace de manera necesaria y en esa y no en otra dirección.

El sol, y las estrellas, y la tierra,… la naturaleza toda funciona de manera regular e independiente de los deseos de los hombres.

Según la religión, Dios, creador del universo y de la naturaleza toda, lo hizo así y no de otra manera, aunque podría haberlo hecho, pero por qué lo hizo así es uno de los misterios.

El origen y posterior desarrollo de la ciencia suponía toda esa regularidad.

Lo que se preguntaba la ciencia, en su origen, y luego en su desarrollo, no era “quien” había introducido ese orden en la naturaleza, “quien” lo había hecho así (todos eran creyentes de que había sido Dios) sino “cómo” era ese orden y si la Razón podía descubrir las Razones de ese orden, de su funcionamiento.

El científico nunca quiso, ni podía hacerlo, prescindir de Dios, como autor, sólo buscaba, con su Razón, las “razones”, las “causas” de ese orden, las “leyes científicas” a las que, sin saberlo, la naturaleza toda obedecía en su actuación.

No el QUIÉN sino el CÓMO.

Esa es la Religión, otra cosa es la Iglesia y la Jerarquía Eclesiástica. Ésta sí que intentó, siempre, meter palos entre las ruedas para que los científicos se quedaran quietecitos, no fuera a ser que convirtieran a Dios en un ser innecesario o no existente, por lo que se le acabaría la razón de ser de la Iglesia.

He dicho y repetido, por activa, por pasiva y por perifrástica, que si no distinguimos entre Religión e Iglesia, ni entre Jesús de Nazaret (el de la historia) y Cristo (el de la fe), estamos condenados a pelearnos inútilmente y a confundirlo todo, y decir sin sentidos (como que “Cristo nació de una Virgen”…..todo lo más sería Jesús de Nazaret, no Cristo.).
Como la Inquisición no la instituyó la Religión sino la Iglesia en cierto período histórico.


Se puede ser, pues, “religioso” y ser “anti-eclesiástico”.

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