El Fascismo surge, en Italia,
como aglutinante de grupos heterogéneos que, desde la derecha, rechazaban las
consecuencias de la Primera Guerra
Mundial, se oponían al régimen democrático burgués y ofrecían garantías de
contener a los regímenes bolcheviques.
El fascismo, para ello, se
estableció como un régimen jerarquizado y totalitario, basado en la dictadura
del partido único y la exaltación del nacionalismo.
En 1.921 Mussolini fundo el
Partido Nacional Fascista y en 1.932, un 30 de Octubre, después de la Marcha sobre Roma, se
convierte en Primer Ministro de Italia.
Ganó las elecciones en el
1.924 y en Enero del 1.925 anunció oficialmente el inicio de la Dictadura , quedando
establecido el Régimen Fascista Italiano que se apoya en el culto al Estado
Italiano por considerarlo llamado a regir al mundo gracias, entre otras cosas,
a su potencia demográfica.
Desde el Estado, pues, se
potenciará una política de natalidad que contaba con el beneplácito de la Iglesia Católica por lo que,
como ya era tradición en la
Iglesia “el puesto o lugar de la mujer estaba se encontraba
en el hogar, a medio camino entre la cocina y el dormitorio”
“Ganad la batalla de la
maternidad” –exhortaba a las mujeres, por el paralelismo que veía entre el
aumento de la natalidad y la lucha por la Patria , aunque, en la práctica, no se obtuvieron
incrementos significativos, a pesar de los premios económicos a los recién
casados o impuestos a los varones solteros, además de los premios a las
familias numerosas con lo que se pretendía no tanto contar con más soldados
(que también) como que la mujer se quedase recluida en el hogar.
La depresión económica de
1.930 endurecerá las medidas para que la mujer no pudiera acceder al mercado de
trabajo, favoreciendo la incorporación de los varones, limitando a un 10% el
número de empleos para las mujeres.
Es decir, la mujer debía
realizar, sobre todo el trabajo doméstico manual, considerado impropio para el
sexo masculino y no quitar, así, el pan a los hijos de los varones casados.
Aunque en 1.940, con la
movilización masiva de varones, muchas mujeres volverían a sus lugares de
trabajo.
Defendía la familia, con
estructura jerárquica, cuya cabeza siempre era el varón.
Mussolini, además, tenía un
particular interés en tener controlada a la juventud, a la que se encuadraba en
diversas organizaciones, en las que entraban tanto chicos como chicas, aunque
realizando actividades diferentes: instrucción militar y gimnasia para ellos y
economía doméstica, costura, danza rítmica o canto coral para ellas.
Aunque la Iglesia se opondría a la
exhibición pública de danzas rítmicas femeninas, al considerarlas tentaciones y
causantes de malos pensamientos en los chicos, por lo que llegarían a
prohibirse.
Las mujeres, para ser
consideradas “damas” debían vestir adecuadamente, ser delicadas, castas,
desvalidas, poner de manifiesto la superioridad del varón, no trabajar con las
manos (sólo bordar y hacer labores), no dedicarse al trabajo, ni físico ni
intelectual.
Las mujeres adultas también
estaban encuadradas en diversas organizaciones, desde realizar actividades
caritativas hasta enseñar a las mujeres campesinas jóvenes a cocinar, coser,
cuidar de los niños,…
Sin embargo Sicilia le salió
díscola, ya que fue prácticamente imposible integrar a las mujeres sicilianas
debido a los tabúes tradicionales que penalizaban la incorporación de la mujer
a la vida pública.
Naturalmente, las
organizaciones juveniles recibían más y mejor apoyo que las organizaciones de
mujeres adultas.
Las mujeres, pues, seguían
haciendo, en general, lo que siempre habían hecho, las labores del hogar.
Y en esto la Iglesia sí que influyó,
con su postura tradicional sobre el papel social de la mujer: hogareña, esposa
y madre.
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