domingo, 6 de marzo de 2016

LA MUJER EN EL FASCISMO


El Fascismo surge, en Italia, como aglutinante de grupos heterogéneos que, desde la derecha, rechazaban las consecuencias de la Primera Guerra Mundial, se oponían al régimen democrático burgués y ofrecían garantías de contener a los regímenes bolcheviques.
El fascismo, para ello, se estableció como un régimen jerarquizado y totalitario, basado en la dictadura del partido único y la exaltación del nacionalismo.

En 1.921 Mussolini fundo el Partido Nacional Fascista y en 1.932, un 30 de Octubre, después de la Marcha sobre Roma, se convierte en Primer Ministro de Italia.
Ganó las elecciones en el 1.924 y en Enero del 1.925 anunció oficialmente el inicio de la Dictadura, quedando establecido el Régimen Fascista Italiano que se apoya en el culto al Estado Italiano por considerarlo llamado a regir al mundo gracias, entre otras cosas, a su potencia demográfica.

Desde el Estado, pues, se potenciará una política de natalidad que contaba con el beneplácito de la Iglesia Católica por lo que, como ya era tradición en la Iglesia “el puesto o lugar de la mujer estaba se encontraba en el hogar, a medio camino entre la cocina y el dormitorio”

“Ganad la batalla de la maternidad” –exhortaba a las mujeres, por el paralelismo que veía entre el aumento de la natalidad y la lucha por la Patria, aunque, en la práctica, no se obtuvieron incrementos significativos, a pesar de los premios económicos a los recién casados o impuestos a los varones solteros, además de los premios a las familias numerosas con lo que se pretendía no tanto contar con más soldados (que también) como que la mujer se quedase recluida en el hogar.

La depresión económica de 1.930 endurecerá las medidas para que la mujer no pudiera acceder al mercado de trabajo, favoreciendo la incorporación de los varones, limitando a un 10% el número de empleos para las mujeres.
Es decir, la mujer debía realizar, sobre todo el trabajo doméstico manual, considerado impropio para el sexo masculino y no quitar, así, el pan a los hijos de los varones casados.
Aunque en 1.940, con la movilización masiva de varones, muchas mujeres volverían a sus lugares de trabajo.

Defendía la familia, con estructura jerárquica, cuya cabeza siempre era el varón.

Mussolini, además, tenía un particular interés en tener controlada a la juventud, a la que se encuadraba en diversas organizaciones, en las que entraban tanto chicos como chicas, aunque realizando actividades diferentes: instrucción militar y gimnasia para ellos y economía doméstica, costura, danza rítmica o canto coral para ellas.
Aunque la Iglesia se opondría a la exhibición pública de danzas rítmicas femeninas, al considerarlas tentaciones y causantes de malos pensamientos en los chicos, por lo que llegarían a prohibirse.

Las mujeres, para ser consideradas “damas” debían vestir adecuadamente, ser delicadas, castas, desvalidas, poner de manifiesto la superioridad del varón, no trabajar con las manos (sólo bordar y hacer labores), no dedicarse al trabajo, ni físico ni intelectual.

Las mujeres adultas también estaban encuadradas en diversas organizaciones, desde realizar actividades caritativas hasta enseñar a las mujeres campesinas jóvenes a cocinar, coser, cuidar de los niños,…

Sin embargo Sicilia le salió díscola, ya que fue prácticamente imposible integrar a las mujeres sicilianas debido a los tabúes tradicionales que penalizaban la incorporación de la mujer a la vida pública.

Naturalmente, las organizaciones juveniles recibían más y mejor apoyo que las organizaciones de mujeres adultas.

Las mujeres, pues, seguían haciendo, en general, lo que siempre habían hecho, las labores del hogar.

Y en esto la Iglesia sí que influyó, con su postura tradicional sobre el papel social de la mujer: hogareña, esposa y madre.

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