sábado, 19 de marzo de 2016

EL PAPEL DE LA MUJER EN EL FRANQUISMO (2)

Los regímenes fascistas consideraron una cuestión primordial la vuelta de la mujer al ámbito tradicional doméstico y la maternidad.

En Italia el discurso elaborado por el fascismo otorgaba a la mujer un papel protagonista, pero siempre en el seno de la familia, como esposa y madre, como garantía de su unidad, y al mismo tiempo de la nación.

Igualmente, en Alemania el nazismo ubicó a la mujer en el hogar.
Sin embargo, su diferencia con otros fascismos viene marcada por su perfeccionamiento y mejora de la raza, haciendo del cuerpo de la mujer una cuestión política y pública.
El cuerpo se convirtió en un símbolo de la fortaleza nacional, donde solo una mujer sana, fuerte y limpia podía mejorar la raza.

Igualmente, el proyecto político-ideológico del régimen franquista aspiraba a controlar todos los aspectos de la vida social y en especial las relaciones que se consideraban la primera entidad natural: la familia.
La familia se convertía así en la célula principal de la sociedad, la «primera sociedad» según José Antonio Primo de Rivera.
Por ese motivo había que protegerla de todo aquello que podía desestabilizarla.
El Estado franquista desplegó toda una serie de mecanismos legales para reforzar la familia patriarcal con dos objetivos básicos:
1.- Incrementar la natalidad.
2.- Excluir a la mujer del mercado laboral.
Para cumplir estos objetivos el nuevo régimen utilizó diferentes mecanismos.
El primero se basó en la ideología de la doctrina católica que avala el papel diferenciado de cada sexo en la sociedad, favoreciendo la estructura patriarcal.
Así se recupera el discurso bíblico de sometimiento de la mujer según el Génesis, extendiendo la idea de la mujer que aúna fuerza y fragilidad, sensibilidad, astucia, pureza y tentación, de forma que «cuando Dios quiso sancionar el pecado original impuso a la mujer un doble castigo: el dolor en su maternidad y la sujeción al varón, que la dominaría».

El segundo se centró en la consolidación y el apoyo incondicional desde el estado a la Sección Femenina, que creó un modelo de mujer propugnado por el programa social fascista.

Bajo el lema «mujeres para Dios, para la Patria y para el hogar» construyó un ideal femenino en torno a la esposa cristiana, decente, obediente, patriótica, sumisa, entregada a sus hijos y cuya virtud era el silencio.

Así, Isabel de Castilla y Teresa de Jesús se convirtieron en dos ejemplos a seguir.
La primera como modelo de esposa y madre ejemplar y la segunda como símbolo de obediencia y trabajo silencioso.
Esa idea se refleja en revistas propias de Sección Femenina, que señala que: “la vida de toda mujer, a pesar de cuanto ella quiera simular -o disimular- no es más que un eterno deseo de encontrar alguien a quien someterse”

. La dependencia voluntaria, la ofrenda de todos los minutos, de todos los deseos y las ilusiones, es el estado más hermoso, porque es la absorción de todos los malos gérmenes -vanidad, egoísmo, frivolidad- por el amor.

Pero al mismo tiempo, la Sección Femenina se propuso modernizar el modelo de mujer a partir de la adquisición de conocimientos técnicos que le ayudaran a mejorar su papel como eje fundamental del núcleo familiar, alimentándose de los proyectos italianos y alemanes.

Así, la Falange bajo la influencia católica, la derecha, y el fascismo europeo enmascaró su misoginia con imágenes de felicidad que exaltaban a la mujer y su papel en la sociedad.

Junto a lo anterior, desde el campo de la medicina, biología, psicología y el psicoanálisis… se legitimaba la diferencia entre los géneros, situando a la mujer en una posición inferior y subalterna.

El discurso de la medicina completaba el ideal de la maternidad limitando la feminidad a la reproducción.
Discurso iniciado por la derecha durante la Restauración y la dictadura de Primo de Rivera que se ocupará de desviar el discurso feminista moderado hacia el discurso higienista, que conlleva una «diferencia psíquica» aunque no «la inferioridad mental».

Así, debido a que biológicamente está destinada a ser madre, su psicología está determinada por este motivo, por lo que su actividad profesional debe ser entendida como una prolongación de su vocación maternal.
Así pues, estos discursos se legitiman entre sí y son tendentes a aprobar un proyecto común apoyado por un marco legislativo concreto, estableciéndose un ordenamiento jurídico en el que la capacidad jurídica de las mujeres se encontraba sujeta al varón.

Durante la Guerra Civil, el bando nacional comenzó a configurar su modelo de mujer.
Dos meses después del levantamiento del 18 de julio se suprimió la educación mixta, y en 1938 se libera a la mujer casada del taller y del trabajo, apartándola no sólo de una fuente importante de ingreso para la economía familiar, sino también de una estrategia de socialización y movilidad social.
La mujer quedó reducida al ámbito doméstico mediante una legislación patriarcal y sexista.


Así, el Fuero de los Españoles «reconoce a la familia como célula primaria, natural y fundamento de la sociedad, y al mismo tiempo como una institución moral dotada del derecho inalienable y superior a toda ley positiva»

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