domingo, 30 de agosto de 2015

LA VIRGEN (?) MARÍA (10) LAS RELACIONES DE JESÚS CON SU FAMILIA.



LAS RELACIONES DE JESÚS CON SU FAMILIA.

Un verdadero quebradero de cabeza, un sinvivir.
Ciertos textos de los evangelios canónicos, y que parecen ser auténticos, le han dado a la Iglesia verdaderos quebraderos de cabeza.
Un tipo como Jesús (y después Cristo y Dios)  y que mantenga con su familia relaciones borrascosas y poco afables.
¿En tan poca estima tenía a su madre y tan poca consideración tenía con ella y con toda su familia, con ese tipo de desplantes hasta llegar a considerar que estaba loco y endemoniado?

“Llegan su madre y sus hermanos…” (Marcos).
“Tu madre, tus hermanos y tus hermanas….” (Mateo y Lucas), casi igual que Marcos.

Ya Lucas contaba el piropo que le había echado una mujer. “dichoso el vientre que te llevó y los senos que te amamantaron” y Jesús, en vez de sonreír y asentir con la cabeza y decir “gracias”… suelta, a primera vista, casi un desprecio: “Dichosos, más bien, los que escuchan la palabra del Señor y la siguen”.
Incluso, para alcanzar la vida eterna hay que renunciar y abandonar a la familia.
“El que ame a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mi. El que ame a su hijo o a su hija más que a mí…”
“Yo no he venido a traer la paz, sino la guerra. He venido a enfrentar al padre…..”

Jesús tiene en mayor consideración y estima a su nueva familia que a la familia de sangre, que son, incluso enemigos, no sólo obstáculos.

No son idílicas las relaciones de Jesús con su familia.
Por un lado la muchedumbre que lo arropa, los escribas y fariseos que creen que está endemoniado por lo que dice y hace, contrario a la doctrina tradicional judía, su familia que quiere verlo y hablar con él por ver si es verdad, para comprobar, lo que de él se dice, loco y endemoniado,…
Uno puede imaginarse la escena.
Y cuando le anuncian que “tu madre y tus hermanos…”

La respuesta de Jesús, también puede interpretarse al revés. Como decir: “ahora no puedo, ¿no veis cómo estoy? O “decirle que esperen, que ahora no puedo”.
Y también puede significar: “y vosotros, los fieles seguidores, no os preocupéis, que también sois mi familia, la familia espiritual, aunque no sea de sangre”.
Lo que no implicaría desprecio a la familia de sangre.
Sería un “os quiero y los quiero, pero ahora no puedo”, lo que no implicaría desprecio, sino dos planos distintos de afecto.

Los vecinos de Nazaret no se creen que Jesús, sabiendo quién es y de donde viene, de una familia pobre y humilde,  pueda hacer prodigios.
Y como su familia no se creería lo que de él decían los saduceos y fariseos, quiso comprobarlo en persona, presencialmente.

Dice Marcos que “sus familiares salieron a hacerse cargo de él, pues decían: ha enloquecido”.

¿Qué pensaría Jesús cuando le dijeron que sus familiares habían venido hasta aquí para verlo y hablar con él?

¿Para decirle que estaba loco, que abandonase esa locura, que tenía que dejarse de profecías y de milagros y que volviese a casa porque su vida corría peligro porque los dos grandes poderes lo tenían enfilado o sólo querían acercarse para comprobar qué estaba pasando?

Nunca sabremos qué pensaría.

José no fue (¿ya habría muerto?)
¿Y por qué sus hermanos? ¿Para reducirlo y conducirlo a casa porque les estaba arruinando la vida, porque los comprometía con tantos dimes y diretes que se decían de un hermano, en un villorrio pequeño, en que todos se conocían?

María no permaneció indiferente y quería saber. ¿Confiaba pero, a la vez, dudaba?
María nunca se opuso a la misión de su hijo, que suponía un desafío a los dos grandes poderes, el político y el religioso.

Pero es curioso que a los pies de Jesús, en la cruz, ninguno de los sinópticos la ubican, y sí y sólo lo hace Juan.

¿Y si lo que se dice de las “malas relaciones con la familia” se tratara de la pugna entre Pablo y Pedro?, que tan mal se llevaban que llegaron a las manos en el Primer Concilio de Jerusalén y que si no es por el conciliador Santiago, el hermano de Jesús, el que consiguió que no fueran perseguidos los cristianos (seguidores de su hermano, Cristo) y que pudieran ir y entrar en las sinagogas, frecuentarlas, sin ser echados y que fue el que medió entre ellos (el defensor y el opositor a la práctica o ritual de la circuncisión.

Para Pablo, que ni había conocido a Jesús, pero que lo declaró Dios, y se declaró discípulo, también, como los otros, las relaciones de sangre son poco importantes.
Los evangelistas están más cerca de Pablo que de Pedro, partidario de la circuncisión.

¿Será verdad lo que dicen los evangelistas sobre esas malas relaciones con la familia de sangre o lo que intentan es llevar el agua al molino de Pablo, fundador del Cristianismo, de la Teología de la Cruz, del sufrimiento como mérito, en detrimento de Santiago, su hermano, en la comunidad cristiana de Jerusalén?


¿Y no era la opción de Jesús por los lisiados, por los enfermos, por los leprosos, por las mujeres, por las prostitutas….una Teología del amor, en la que Dios no es juez sino padre, un Dios más partidario de la misericordia que del sacrificio?

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