martes, 19 de noviembre de 2013

EL HOMBRE (10). DARWIN Y EL POSTERIOR NEODARWINISMO.


 
Los descubrimientos de Mendel sobre los genes se conocieron en 1.900. Y Darwin había muerto 20 años antes.

¿Y si los hubiera conocido?

De ahí que el posterior Neodarwinismo, sobre todo a partir de 1.930, conjugue ambos elementos: la selección natural y la Genética. Darwin y Mendel apoyándose mutuamente.

El primer Darwin era un pensador clásico que no desentonaba del pensamiento de la época.

Se desdice, pasado un tiempo, de lo que había pensado y defendido no sólo él, también gran parte de los naturalistas: que cada especie había sido creada independientemente.

Su defensa constante de que el Creador ha impreso la ley en la materia y ésta ha ido manifestándose según esas leyes y que la vida fue, originariamente, alentada por el Creador en unas cuantas formas o en una sola y mientras la tierra ha ido dando vueltas alrededor del sol, según la ley de la gravitación, esas leyes impresas han ido y van desarrollándose a partir de un comienzo tan sencillo.

Va manifestándose, con el paso del tiempo, una infinidad de formas de vida cada vez más bellas y maravillosas.

Afirmar que las variaciones fueron debidas a la casualidad es confesar la ignorancia de la causa de cada variación particular.

Eso era, sencillamente, una expresión incorrecta.

Igualmente confesaba Darwin creer en la Selección Natural no porque pudiera probarse en ningún caso particular, sino por lógica.

La conversión de una especie en otra debido a la selección natural le permitía explicar las clasificaciones, la morfología, la descendencia,…

Partiendo de que la Evolución biológica es un hecho y que el evolucionismo es una interpretación, sin embargo la interpretación darwinista es la más aceptada, hasta el punto que decir evolucionismo es decir darwinismo.

Pero cuando Darwin se desdice de lo dicho y afirma su intuición de que la descendencia de todas las especies a partir de una forma de vida, como ramas de un tronco común sea debida a “causas secundarias” señala cuatro (y vamos a ver que estaba equivocado):

1.- Adaptación al medio ambiente: en tamaño, color, fuerza velocidad, morfología… Como cuando observa los pinzones de las Islas Galápagos y cómo se producen cambios de color, tamaño, pico, forma,.. Pero siguen siendo pinzones, no son otra especie. Todo ha sido maquillaje de una especie, pero el maquillaje no produce cambio de especie.

Es lo que Nietzsche le objetaba, que sobrestimaba, de modo absurdo, la influencia del medio ambiente y eso nada tenía que ver con el tremendo poder de crear y construir formas desde dentro.

Esta intuición de Nietzsche es la que se confirma, en el siglo XX, por la Genética y la Biología Molecular, pero esto ha sido posterior al invento del microscopio electrónico.

El evolucionismo de Darwin, pues, sólo tuvo acceso a la morfología, a la forma externa, pero estudiar a un ser vivo por su forma externa es como analizar un vino por la botella en que viene embasado.

Ese primer evolucionismo sabía de anatomía y morfología, pero el ser vivo se le escapaba.

2.- La transmisión, por herencia, de los caracteres adquiridos por adaptación era la hipótesis de Lamarck, hoy falsa a todas luces, pues son somaciones y no mutaciones, por lo tanto no transmisibles.

Pero todo esto se supo después de Mendel. Y Darwin había muerto 20 años antes que se conocieran los descubrimientos de Mendel.

3.- El gradualismo: la suma de muchos pequeños cambios produce una nueva especie. Falso. En el registro fósil no se conocen formas intermedias entre dos especies, sino lo contrario, la aparición y desaparición súbita de especies bien definidas.

Es la teoría de Gould: aparición súbita de una especie, seguida de largos períodos de permanencia (“estasis”), desaparición brusca de especie y aparición de otra especie. Por lo tanto, la suma de pequeñas variaciones, no produce una nueva especie.

4.- Selección natural de los cambios más favorables. Pero la selección natural no introduce novedades, pues opera sobre lo que, previamente, ha sufrido una mutación. Es, por tanto, un agente pasivo y externo, como una red que atrapa unos peces y deja libres otros, pero no los engendra.

Hoy la molécula de ADN proporciona la prueba más convincente de la evolución biológica.

El ADN de “todos” los seres vivos está formado por el mismo alfabeto químico: secuencias de los cuatro nucleótidos A, C, G, T.

El hecho de que todas las reacciones químicas de todas las células sigan los mismos mecanismos metabólicos nos habla claramente de un origen común.

Es asombrosa la concordancia entre las proteínas de las bacterias y de los hombres.

Y también el porcentaje de genoma idéntico entre dos especies es mayor cuanto más cercanas estén en la escala evolutiva.

La unión entre Genética (desconocida por Darwin) y la Selección natural (darwinista), entre Mendel y Darwin, dio lugar al Darwinismo a partir de 1.930, pero le ha salido un gran estigmatizador, GOULD.

Darwin se movía en ambientes previos.

El mismo registro fósil lo definía Darwin como la Historia enciclopédica de nuestro planeta pero “mal redactada y en un dialecto cambiante”.

Además de que sólo poseemos un único volumen (de esa Enciclopedia) que apenas abarca a dos o tres países.

E, incidiendo en lo en otro lugar dicho, en ese único y pequeño volumen de que disponemos sólo se han conservado unos breves y diversos capítulos.

Y, para más “inri”, de cada página sólo pueden leerse algunas líneas salteadas.

Y sobre este pobre y diminuto texto intentamos comprender la novela entera que la Historia Natural, a lo largo del tiempo, ha ido escribiendo, al manifestarse en ese amplio y variopinto espectáculo.

Hoy, el panorama ya es otro.

El ojo.

Siempre me encuentro con la complejidad del ojo como contrargumento evolutivo.

Darwin defiende la posible y progresiva perfección del mismo por selección natural, pero duda de que, por selección natural, haya aparecido ese órgano tan complejo llamado “ojo”, con su acomodación del foco a las diferentes distancias en que se le aparecen las cosas, con la mayor o menor cantidad de luz,…

Cuando se le preguntó a Darwin por sus sentimientos religiosos, tras responder que eso era un asunto privado y que a nadie debería importarle, manifestó que la evolución que él defendía era compatible con la existencia de Dios.

Incluso reclamaba para sí la denominación de “deísta”, como lo había hecho Voltaire.

Si hay un reloj tiene que haber habido un relojero, pero nada más. Quién sea ese relojero, dónde viva, cuál es su estado, nacionalidad, religión,… no lo sabemos.

Sólo podemos afirmar que tiene que haber habido un relojero. Nada más, pero nada menos.

Pero yo siempre me he opuesto a este argumento del reloj.

Naturalmente que si hay un reloj tiene que haber habido un relojero, como si hay una herradura tiene que haber habido un herrero, y si una casa… y si una silla… y si un coche,……

Pero todos esos objetos son “art-ficiales”, tiene que haberlos hecho un artista.

Pero es que aquí nos movemos en otro plano, en el plano de “lo natural”, de la montaña, de las estrellas, de las cuevas, de la vida, del agua, de los elementos de la tabla periódica, de la tierra,…. Todos ellos objetos naturales.

¿Tiene, pues, que haber habido un….como ha tenido que haberlo en la aparición de seres artificiales?

 

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