viernes, 23 de agosto de 2013

JESÚS: ¿REVOLUCIONARIO O PACIFISTA? (2)


 ¿Es que no es más noble la “maternidad”?.

¿Estuvo casado Jesús? Es que es raro que en la comunidad judía hubiera “solteros”, por lo mal vistos que estaban.

¿Desmerecería su mensaje por el hecho de que estuviera casado?

¿Por qué no fue “lapidado” (práctica normal judía de la pena de muerte) sino “crucificado” (práctica normal romana) si no se opuso al pago de impuestos/tributos a Roma y no encabezó revolución política alguna, ni practicó el terrorismo?

Aunque apenas se sabe algo real de su vida, porque lo que nos cuentan los Evangelios es “hagiografía” más que “biografía”, son “documentos literarios”, no “documentos históricos”, es “material teológico” no “crónica real de hechos”,  y lo que consta en documentos históricos, sin interpolaciones, cabría en medio folio, podríamos hacernos una pregunta: ¿fue un revolucionario político o un pacifista revolucionario?.

Los historiadores romanos ignoran hasta su existencia.

Jesús ha sido utilizado como un “comodín” (y todos los ludófilos españoles de D. Heraclio Fournier lo sabemos bien), que “casa” con todas las cartas, que vale igual para un roto que para un descosido, que como parche para un pantalón recién estrenado, pero siempre con fines interesados.

Los dictadores lo han presentado como un defensor del orden constituido y, nada digamos de los revolucionarios de todos los tiempos (maoístas, marxistas, castristas, zapatistas) como ejemplo para sus ideologías, como también los pacifistas, los verdes, los ecologistas, los Teólogos de la Liberación, los franciscanos.

Pero quienes más lo han usado (y abusado de Él) son los poderes conservadores y dictatoriales, para defender el orden, la propiedad, la familia y hasta la Patria.

Si los conservadores son de misa y comunión, los dictadores, aunque sean unos sanguinarios, además, aparecen ante sus súbditos como devotos hijos de la Iglesia (y la Iglesia, naturalmente, encantada) y no tenemos que ir muy lejos de aquí para verificarlo y los que fuimos monaguillos y sabíamos algo, al menos, de latín sabíamos lo que significaba “Pro ducem nostrum Franciscum” e íbamos detrás del palio.

No sé si recuerdan la anécdota de Videla, en el Vaticano, durante la coronación del Papa Juan Pablo I, “el breve” (¿por qué sólo duraría 32 días?).

O la de Pinochet, cuando el Papa Wojtyla, desde el balcón del Palacio de la Moneda (donde fue sacrificado (¿) Allende), bendecía a la muchedumbre y Pinochet, detrás de él, también la bendijo.

Los dictadores, todos, adoran la religión, la que sea, la del pueblo, y siempre se han sentido apoyados y protegidos por la fe de esa religión (sobre todo la religión católica, que luego se plasmaba en Concordatos muy favorables).

¿No fue Mussolini quien, en los tiempos modernos, hizo del Vaticano un Estado Independiente y al Papa, de turno, en la práctica, un Rey y Jefe de Estado con poderes absolutos?.

Si algo debió ser Jesús no fue, precisamente, un hombre de orden, del sistema, conservador del statu quo. Siempre fue un inconformista, un hombre de ruptura del sistema organizado, tanto del judaísmo, su religión, inmovilista como contra el poder de la Clase Sacerdotal y el Templo y el impuesto que todo judío debía pagar (anécdota de la irrupción a la entrada del templo, contra las mesas de los cambistas y los puestos de venta de animales para el sacrificio), y no digamos nada sobre la esclavitud del “sábado”).

Tampoco soportaba el poder político y se atrevió a llamar “zorra” a Herodes (¿por qué no lo llamaría “zorro”?), que se había adueñado de su cuñada, Herodías, la mujer de su hermano Filipo, poniendo esas palabras, laudatorias (¿), en boca de su primo, Juan el Bautista y que, por decirlo (desenmascarándolo) mandó cortarle la cabeza y servírselo en una bandeja a Herodías.

Criticaba y demonizaba, ferozmente a la sociedad de su tiempo, que consideraba impuros a todos los enfermos y lisiados, todos marginados, al considerar sus defectos como castigo de sus pecados (al considerarlos “pecadores”, castigados por Dios, aunque el pecado lo hubiera cometido su padre, su abuelo, su bisabuelo,…”hasta la 3ª o 4ª generación”).

La Iglesia Católica, de perseguida en los primeros siglos, cuando pasó a ser mimada y proclamada “religión oficial” del Imperio, se convirtió en la mayor y peor perseguidora de todas las demás religiones y la “Santa” Inquisición, las hogueras y los gritos de los ajusticiados, por causas, muchas veces, ridículas, así lo atestiguan.

Hubo que esperar a la segunda mitad del siglo XX para que el Concilio Vaticano II pidiera perdón al mundo entero por haber traicionado su vocación original de defensora de los parias y desvalidos.

Se preguntaban los Conciliares si habría existido el comunismo si la Iglesia no se hubiera desviado de su misión fundamental de ser la abanderada de los pobres y perseguidos y no de los poderosos y acomodados.

(Sólo dos recordatorios:

1.- mientras el Manifiesto comunista de Marx-Engels vio la luz el 1.848, la “De rerum novarum”, la Encíclica social del Papa León XIII no apareció hasta 1.892).

2.- ¿La Teología de la Liberación en Iberoamérica habría  existido si la Iglesia Católica se hubiera preocupado de los pobres, los explotados, los…?.

Jesús, como la mayoría de los judíos de a pie (no el Sanedrín ni la clase sacerdotal), odiaba a la Roma dominadora que tenía oprimido al pueblo judío.

Revolucionarios políticos había por doquier entre los judíos, añorando la independencia. ¿Llegó a pertenecer Jesús a la secta de los zelotes, el grupo más revolucionario y extremista de su tiempo?

Alguno de sus apóstoles sí había formado parte del grupo extremista de los zelotes y Jesús, como buen judío, no debía estar nada feliz viendo su país ocupado por los romanos.

Lo normal es que hubiera sido simpatizante, al menos, de los movimientos violentos que pretendían liberar Palestina.

Esa “Teología de la Revolución” habría sido muy diferente y más politizada que la “Teología de la liberación”.

¿No fue condenado a muerte, entre otras causas, por subversivo peligroso?.

La endiablada pregunta que el poder religioso le lanzó a Jesús era una pregunta envenenada: “¿Se debe pagar el impuesto al Cesar?, ¿Sí o No?.

Si respondía que Sí, todo el pueblo lo vería como defensor del statu quo y simpatizante del poder romano.

Si respondía que NO, se le echaría encima el poder romano, lo apresarían y sería condenado.

La salida por los Cerros de Úbeda es digna de ser conservada en los anales de la Historia: “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios?”.

¿Entones, sí o no?. Ni no ni sí sino todo lo contrario. Responder sin responder.

Jesús no fue un simple agitador político y social (como lo veían algunos de sus discípulos, más fogosos, y a los que le hubiera gustado que fuera más violento y que, incluso, iban siempre armados) sino un removedor de conciencias.

Jesús tampoco fue un pacifista, tal y como hoy se entiende. Estaba más contra la venganza que contra la violencia de las armas, por eso no fue un terrorista, como los zelotes.

Fue un violento contra la violencia que oprime a los más débiles.

Y si llamó “zorra” a Herodes (poder político) llamaría “raza de víboras”, “hipócritas”, “lobos con piel de oveja”,… a las autoridades del Templo, al poder religioso.

Se puede, pues, afirmar que si fue condenado no lo fue tanto “por lo que hizo” como “por lo que dijo”.

A Jesús le habría gustado que los romanos se hubieran ido, que hubieran dejado a Palestina libre y no tener que luchar, violentamente, para echarlos, con el peligro personal que ello conlleva.

Al poder religioso, en cambio, le iba muy bien, con el dominio de Roma.

“Para vosotros la cuestión política, para nosotros la cuestión religiosa”

Jesús se opone a ese Dios vengador y justiciero, que esclaviza a los hombres y amarra sus conciencias, que los atemoriza (“Dios, siempre, te está mirando”) y justifica las clases sociales, que ha sido la imagen típica de Dios mantenida por las religiones. El Dios que Él propone es el que hace salir el sol, todos los días, para justos y pecadores, que no hace distinción entre varón y mujer, entre fiel e infiel, entre puro e impuro.

Quizá, por eso, los que mejor entendieron su mensaje fueron los esclavos, los pobres, los enfermos, los humillados,…

Los que la sociedad aposentada excluía (prostitutas, endemoniados, mendigos,…), los indefensos, los débiles,… eran los más valiosos y preferidos por ese nuevo Dios.

No sólo remueve las estructuras sociales y políticas, remueve las conciencias para establecer una convivencia más humana entre “todos” los hombres.

No sólo libertad externa, también liberación interior.

Sin prisa, como querían sus discípulos, pero sin pausa, no queriendo arrancar la cizaña de golpe no siendo que, con ella, también se arrancase la hierba buena.

Anticipándose a Marx, que decía que la primera virtud del verdadero revolucionario no era la prisa, sino la paciencia.

Despacito, pero buena letra.

Una revolución necesita tiempo para que surja madura y con raíces, sin el peligro de tirar al niño por la ventana con el agua sucia de la palangana.

“No se construye una fortaleza sobre un terreno de arena”.

El foco revolucionario tiene que estar sobre la dignidad humana, para no caer en lo que casi siempre se ha caído, en fascismos, nazismo, estalinismo, santas inquisiciones perseguidoras y mortíferas.

 

 

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