sábado, 4 de septiembre de 2010

EL FILÓSOFO

Cuando un pensador, un filósofo, expone su pensamiento sobre un tema cualquiera, dando las razones que lo llevan a afirmar lo que afirma, no está haciendo otra cosa que desnudarse, que poner sobre la mesa sus argumentos para que quien los lea o los oiga le demuestre que está equivocado, o que sus razones son débiles, o que he aquí mis razones, más fuertes que las tuyas, que refutan tus argumentos o matizan lo afirmado por ti.
El filósofo, una vez sopesadas las razones, se reafirmará en lo dicho o se bajará del burro, sumamente agradecido de que alguien le haya sacado del error.
Exponer un pensamiento, una reflexión, es un desafío, es un reto y una invitación a lectores u oyentes, no para que asientan, sino para que, tomándolo en consideración, se metan con él y con sus reflexiones.
Si lo expuesto se hace invulnerable y sale ileso del envite, el filósofo se mantendrá en sus trece.
Pero si un filósofo pontificara o dijera hablar “ex catedra” habría merecido ser condenado al infierno del olvido.
Un “filósofo dogmático” es una “contraditio in terminis”.
Ser “filósofo” y “vaticanista” no casa bien.
Cuatro ojos ven siempre más que dos, aunque no por eso lo más es lo mejor.
El otro puede exponer su perspectiva del problema y cómo, desde esa perspectiva, lo ve de otra manera, que puede ser preferible o no a la expresada por el filósofo.

Fernando Savater proclama su derecho a desdecirse de lo dicho anteriormente en cuanto se le muestre su error. Lo cual siempre es un acierto, el reconocer un error o las razones mas potentes del otro.

En la Introducción a “El arte de vivir”, su entrevistador, Juan Arias (otro pensador por el que siento simpatía y estoy en sintonía) dice de Savater que es un “filósofo atípico”, un filósofo que navega entre dos aguas: el escepticismo y el sentido común, un filósofo que siente pasión y defiende la tolerancia, que aborrece el autoritarismo y el fanatismo, un “filósofo de la obviedad”, el “filósofo del sentido común”, cuya filosofía es autorizada para todos los públicos.

Cualquiera que haya leído sus obras o sus artículos en El País o en revistas varias estará de acuerdo con lo expresado por Juan Arias.

Savater trata los temas de la calle y a nivel de calle, su verbo es fluido y cristalino (lo que –según él- no es visto bien por muchos, que creen que el filósofo tiene que ser obscuro, y expresarse en un lenguaje críptico y para expertos, puesto que los temas de la filosofía son temas profundos; y lo profundo no puede ser claro).
En este sentido es un fiel cumplidor de lo expresado por otro filósofo, Ortega y Gasset, que afirmaba que “la claridad es la cortesía del filósofo”, que lo que puede ser dicho, puede ser dicho de manera clara e inteligible para todos.

Savater se considera un filósofo atípico porque renuncia a los tecnicismos y a meterse en los entresijos de las discusiones metafísicas, pues lo suyo son los problemas de la calle y la gente de la calle. De ahí la cantidad de lectores que lo siguen (lo que tampoco es bien visto por los filósofos académicos).
Ser un Sócrates, en los tiempos actuales, no cuenta con la aprobación de las élites catedralicias.

Su defensa de la libertad y su oposición al dogmatismo y la intolerancia lo lleva a oponerse, muchas veces, a la jerarquía eclesiástica, a la Iglesia oficial, cuyo ideal es que volvamos a refugiarnos en su seno; más bien que volvamos a la placenta protectora de la Iglesia, al paraíso original en la tierra.
Si durante nueve meses nuestra madre nos mantuvo, sumamente felices, en el paraíso de su vientre, una vez nacidos la otra madre, la Santa Madre Iglesia quiere que volvamos a su seno para alimentarnos por el cordón umbilical de la fe, aunque éste no sea, muchas veces, racional.

Aunque ser creyente no sea óbice para ser persona auténtica, renunciar a la libertad de pensar autónomamente es un canon que nunca, nadie, debe pagar.

Savater es un optimista impenitente y siempre ve la otra cara, la buena, de los problemas, todas las potencialidades que cualquier problema encierra.
De aquí mi predilección por su pensamiento

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