viernes, 3 de septiembre de 2010

CASA Y HOGAR.

Uno de los anuncios de El Corte Inglés dice (algo así como): “compre una casa, nosotros le amueblamos su hogar”.

Eso es falso, no se si está mintiendo, lo que sí sé es que es que no es verdad y que, si se lo cree y lo dice sinceramente, está en un error.
Se amueblan las casas, que son las que se compran y se venden, que ya están construidas o en construcción, que las hacen los constructores, usando materiales,…. los hogares NO, ni se compran ni se venden (como “el cariño verdadero”) porque no existen ya hechos, porque somos cada uno de nosotros, en compañía, los que tenemos que ir levantándolo, cada día, con cariño, con sacrificio, con comprensión, con renuncias, con esfuerzos,… y nunca está “perfectamente” construido, siempre le faltarán detalles, porque un hogar es, siempre, “manifiestamente mejorable”
Una cosa es la conformación de un hogar y otra muy distinta los muebles de la casa.
Ni El Corte Inglés ni nadie puede vender ni amueblar hogares.

Un hogar no es una casa. Mientras la casa es un espacio físico, de tantos metros cuadrados, en el campo o en la ciudad, chalet, casa mata o piso en la quinta planta,…el hogar es un espacio humano, es una atmósfera que se respira, es como la red de los trapecistas en el circo, siempre está ahí, aunque muchas veces no haga falta, pero siempre preparada para que nada grave ocurra, porque entre todos la sujetan.

El hogar, dice F. Savater, es “la tienda que no cierra en toda la noche”, además, “en la que se regala amor humano, gratis y con asistencia personalizada” –añado yo.

No me opongo a las familias monoparentales voluntarias, ni a las adopciones por homosexuales y lesbianas. Estoy seguro que lo hacen con la mejor intención del mundo y que las necesidades básicas, físicas y emocionales, van a estar convenientemente satisfechas, mientras el niño permanezca en la casa.
Pero el niño, además de ser un ser familiar, también es un ser social y cuando ese niño salga a la calle, entre en la escuela y se mueva por la sociedad, será señalado por los demás como un niño “especial”, en el sentido de “excepción” a la regla (aunque sea “excepcional”) pero captará que los demás verán su situación como “anómala”, al ser minoritaria, aún, el tipo de familia del que forma parte.
Psicológicamente su situación familiar puede afectarle, aunque socialmente cada vez sea más aceptada.

No valoro, moralmente, este tipo de familias, pero creo que puesto que es una realidad que somos varones y mujeres en un 50%, la forma normal de familia debe estar compuesta por los dos sexos y los dos géneros, y el niño debe saber moverse, desenvolverse, vivir con ambos presentes y distintos.

Las familias monoparentales voluntarias, las formadas por homosexuales y lesbianas, al ser “excepciones a la regla”, pueden tener efectos no deseados para los niños.

En otros lugares he dejado escrito que no se trata del Derecho de los homosexuales y lesbianas a adoptar, que los tienen, exactamente iguales a los derechos que tienen los heterosexuales, porque son “igual de personas”.
Los derechos se tienen por ser personas, no por la opción sexual elegida y seguida.
Se trata de los Derechos del niño a ser a ser bien adoptado.

Una cosa son las relaciones íntimas, incluidas las relaciones sexuales, entre dos personas adultas, que ejercitan el derecho a elegir, a optar, por la relación que deseen, y otra muy distinta es cuando viene implicada otra persona, ajena a su opción sexual, que, además, es un niño que viene obligado, sin poder decir si quiere o no quiere o le da igual.

¿El derecho de dos personas, mayores de edad, conscientes de lo que hacen, al adoptar, implica el deber de otra, inconsciente aún, a ser adoptado?.
En la adopción quien prima es el Derecho del adoptado, del niño, a ser “bien adoptado”, no el Derecho de los adoptantes a sentirse bien, adoptando.
Y estoy seguro que muchos niños estarían mejor con familias de este tipo que con la tradicional que, muchas veces puede ser un infierno, porque sólo con vivir juntos en el mismo espacio no es suficiente para ser un hogar.

Igualmente he dejado escrito que la “fecundación in vitro”, monoparental, porque una mujer sola quiere ser madre, sin intervención ni compañía de varón, es algo así como “programar huérfanos”.
Y una cosa es que la vida te obligue, por desgracia, a ser huérfano y otra muy distinta es que sea igual ser huérfano que no serlo.

No todo lo que técnicamente puede ser hecho debe, moralmente, ser hecho.

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