miércoles, 9 de julio de 2014

¿QUÉ HACER CON LA FILOSOFÍA?



La Filosofía debería estar subvencionada por la Seguridad Social” – dice J. A. Marina.
En parte le doy la razón porque, además, el presupuesto asignado sería mínimo.
¿A quien interesa hoy la Filosofía sino a cuatro locos como yo, que no hacemos más que dar la tabarra, que metemos el bisturí de la razón en todo grano, fo(u)rúnculo, incluso espinilla que veamos en la múltiple realidad (social, política, económica, educativa, comunicativa, moral,... intentando dar con el porqué de los mismos y ensayando soluciones?

Heidegger define al hombre como “el guardián del ser”.
No de “los seres”. De esto ya se encargan las distintas ciencias.
Yo apostaría, más bien, por definirlo como “guardián de la racionalidad”.
Pero la Filosofía, entonces, se encuentra con la ingente e imposible tarea de querer abarcar lo que no puede asir, ya que son muchos los tipos o clases de racionalidad.
La Filosofía estaría condenada al fracaso.

Ya no sólo la “racionalidad científica”, sino, incluso, la “racionalidad metodológica” de las ciencias. ¿Y qué decir de la “racionalidad ética”?, ¿y de la “racionalidad política”?, ¿y de la “económica”?, ¿y la “racionalidad comunicativa”?.

Quizá la más fácil de las racionalidades sea la “racionalidad teórica”, en su jugar con las ideas.
¿Pero y la “racionalidad práctica o pragmática”, tan omni-abarcante?

¿Debe ser la Filosofía como proponía L. Wittgenstein, como la escalera que te permite, te ayuda a subir pero que, una vez arriba, hay que tirarla y desprenderse de ella?
¿Es la única salida que le queda a la filosofía, desaparecer tras haber sido usada, como un kleenex en esta sociedad de “usar y tirar”?
¿Desaparecer tras haber aparecido y usado?
¿Debe, pues, despedirse, no sólo de la “racionalidad”, sino de “su propia existencia”?.

Hoy, la filosofía cotiza a la baja en el mercado de valores cognoscitivos y, peor aún, que está en bancarrota, en liquidación de sus cascotes.

El escepticismo, el cinismo ético, la falsa conciencia, la hipocresía,  la instalación en la sociedad de que lo que no se ve o no se sabe no existe.
Y esta crisis de valores se ha quedado a vivir con nosotros.

Una persona ya no es ni se considera corrupta si nadie sabe que lo es, no porque no lo sea.
Yo sigo siendo intachable ante todos mientras no salga a la luz, mientras no se descubran mis defectos, no porque no sea defectuoso.
Y, aunque lo fuera y se supiera, porque si fuera sabido por medios no legales… (Que se lo pregunten al Sr. Blesa y al Juez Elpidio)

¿Es la filosofía esa utopía de querer alumbrar en la oscuridad del mundo en el que se desenvuelven los topos, que no desean la luz?

Lo verdadero racional ha dejado de ser lo correcto práctico y se ha apostado/está apostándose por esto.

Parece una invitación a la filosofía a que se inhume y ponga su propia losa con la inscripción: “murió de inanidad”, “estaba de más en el mundo”.

En la sociedad postindustrial parece reinar el “todo vale”, sin importar la “racionalidad ética”, sino, tan sólo la “racionalidad productivista” y la consecuente creación de necesidades que reclamen su satisfacción adquiriendo los productos.

El círculo infernal del dinero, necesario para la educación y la preparación, necesario para poder trabajar, necesario para conseguir un salario con que satisfacer las falsas necesidades que te han creado, que te las creas y te las crees, esclavo del dinero para poder tener cosas con que llenar el vacío interno.
Te vacías en el trabajo y crees llenar ese vacío con la adquisición de cosas.

Hoy, el insulto social más conservador es tildar a alguien o algún grupo, de “antisistema” cuando el que/los que critican el sistema sólo critican “este sistema endiablado” y luchar por la implantación de otro sistema, más justo o menos injusto, más solidario o menos egoísta, más libre o menos esclavizante.

El filósofo, hoy, se parece más a un acupuntor, que sólo incide en algunos puntos neurálgicos, que a un médico, que busca el centro patológico, que se manifiesta en metástasis en la sociedad actual.

Quien no se escaquea de la norma es porque no puede.
Sólo levantamos el pie del acelerador cuando nos avisan de la señal de radar. Nos sentimos ufanos al superar la velocidad permitida.

Esto mismo es lo que ocurre en la vida.

Lo tiene difícil o imposible el filósofo en una época en la que prima la cultura altamente especializada, restringida, pues, a muy pocos.
Ya no vale lo de “soy médico”, hay que especificar de qué especialidad.
Incluso ya no vale “cardiólogo”. Hay que especificar de qué tipo de cardiopatía se es especialista.
Incluso no es suficiente detectar y darle la razón a los especialistas radiólogos y analistas, es necesario la secuencia siguiente de médicos y cirujanos.

Y ¿cómo criticar lo que, realmente, no se sabe?

En unos tiempos básicamente pragmáticos nada se quiere “saber de filosofías”, sino de “bien vivir”.

La “racionalidad pura” fracasa al desconocer o no valorar adecuadamente el peso de los contextos y de los destinatarios reales.
Los contextos son partes integrantes, y fundamentales, del propio texto.

¿Cómo querer convencer, con razones, a un niño en cuyos esquemas mentales sólo figura el juego y la imaginación como actividades fundamentales?

El político ganador electoral y gobernante acudirá, constantemente, al concepto de “legitimación” en la toma de decisiones, ajenos, o en contra, a los conceptos de “justificación” y “racionalización”
Estamos en España. En este mismo momento, siendo testigos sufridores de ello, se creen legitimados, al ser ganadores, a hacer justamente lo contrario por lo que fueron ganadores.

Y es que la “racionalidad práctica” se escapa, como el agua de la cesta, de la “racionalidad teórica”.
¿No es el político más un “retórico” que un “lógico”?
¿Basta la “legitimación” como “justificación”?
¿Acudir al “aquí y al ahora” justifica el “después”?

Las tiritas son necesarias pero todos sabemos que no son suficientes.

La “lógica jurídica”, cuyo fin es persuadir a un jurado ¿tiene algo que ver con la “lógica de la verdad”?
¿O es que “es verdad si así os parece o yo hago para que lo parezca, aunque sea sólo un simulacro de verdad?

Hacer que el espectador considere el desnudo como lo presenta el vestido, artificial y fuertemente ajustado, ¿es contemplar el desnudo natural?

También aquí se manifiesta el triunfo del pensamiento débil o de la razón débil.

Durante 40 años hemos asistido al discurso franquista de “unidad de poder y diversidad de funciones”.
Hoy, también, parece triunfar esa “unidad de Razón” y la enorme diversidad de usos que de ella se hacen, según las culturas en que dicha razón se aplique.


¿Pero qué de común hay, en el uso de la Razón, en una sociedad religiosa fundamentalista y en una sociedad laica?
Es verdad que la Prudencia atiende y tiene en cuenta los contextos pero pierde solidez ante la Razón.
La Razón Prudencial o la Prudencia Racional siempre será debilidad racional, pues conlleva cesión.
¿Cómo razonar lógicamente con quien, de entrada, se niega a razonar lógicamente desde su creencia o su credulidad?
No hay zona neutral, “terreno de nadie” en que poder dialogar entre la Razón Pura Laica y el Fundamentalismo crédulo.
Son dos conceptos que, al acercarlos, echan chispas, se repelen.

Querer justificar el ahorcamiento por el hecho natural de ser homosexual y amar a personas del mismo sexo es algo que echa chispas con un tratamiento mínimo racional.
¿Qué puede razonarse con quien se niega, de entrada, a razonar porque es “palabra de Dios”?

La “Doxa” triunfa ante la “Episteme”.

La emigración real, cultural, moral y religiosa es un hecho en progresión.
Vienen no sólo con ganas de vivir mejor sino también con una buena carga de prejuicios.

Cada vez vivimos más en un mundo que ha dejado de ser un hogar común sino casas, bloques, barrios diseminados en que las normas de comportamiento no pueden ser las mismas para un laico racional que para un creyente fanático, que se cree en posesión del monopolio de la verdad y todos los demás están (estamos) en el error.

Con una diferencia fundamental. Que es que ellos, fundamentalistas, en un país democrático tienen cabida y pueden vivir, mientras que en sus países fundamentalistas los laicos o ateos o no fundamentalistas son considerados “enemigos” de su Dios y están, constantemente, en peligro de muerte.

La Razón Práctica dando/intentando dar argumentos racionales y correctos ¿son saberes científicos?
¿Pero es que el único conocimiento válido y valioso es sólo el conocimiento científico?
¿Todo tiene que ser científico?


Se le pone el apellido “científico” a cualquier substantivo y resplandecen sus contenidos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario