viernes, 4 de julio de 2014

8.- 25 LA RELIGIOSIDAD POPULAR.



Es la asumida y practicada por las capas populares, por los que no participan del poder, ni del tener, ni del saber de los religiosos de oficio.
Es la religión de los, más que creyentes, crédulos.

En mi Salamanca es corriente ir a la romería de la Virgen del Castañar, que debe ser muy milagrera.
No hay pueblo que no tenga devoción a una advocación mariana, o una romería a una ermita, o a un santuario.

¿Y qué decir de las andaluzas Reina de las Marismas o de la Virgen de la Cabeza, de la Macarena, de nuestra malagueña Virgen de la Victoria o las internacionales Virgen de Fátima y Virgen de Lourdes?

He visitado, de turista, en Fátima, y no el 13 de Mayo, en su festividad, y he visto personas crédulas, caminando de rodillas, en aquella enorme explanada, hasta llegar a la ermita o iglesia.
Todo mi respeto y aprecio a quienes creen en el milagro que quieren y puede producirse, aunque yo no lo crea.

En cualquier iglesia, ante cualquier patrón milagrero, podemos ver cantidad de exvotos, signos tangibles de la credulidad y posibilidad de conseguir no sólo la salvación sino cualquier otra gracia, sobre todo de curación de enfermedades.
Exvotos que son testimonio permanente de gratitud por algún bien recibido.

¿Quién no ha presenciado, anualmente, en Semana Santa, a los portadores de cruces hasta llegar al Calvario, enfundados en túnicas ocultadoras de la identidad, descalzos o calzados, con cadenas asidas a los pies y arrastrándolas, o sin ellas.

Incluso esta religiosidad popular es fácilmente manipulable con fines políticos y comerciales.

Escenas multitudinarias en el río Ganges, en Bengasi, en La Meca, dándole vueltas a la Kaaba, en el Rocío con caballos, carretas, a pie, … o en Andújar.

La Religión civil que preconizara Rousseau excluía cualquier género de intolerancia religiosa.
Era una religión civilizada, no dogmática ni eclesiástica, pero seguiría siendo una religión vinculada a la organización de la sociedad, a la convivencia política, a la identidad de la nación, siendo las autoridades civiles las que presiden las procesiones.

La Religión Popular tampoco es dogmática, ni eclesiástica, pero ajena a la administración oficial de lo sagrado y relacionada con la identidad cultural de un pueblo o de las capas populares.

Excepto un año, por accidente automovilístico, no me pierdo el Viernes Santo de Priego de Córdoba y la siempre accidentada subida al Calvario de “nuestro Padre Jesús Nazareno”, “el Rey de Priego”, con el manojo de habas colgado de la mano que ase la cruz y balanceándose, hasta llegar al montículo más alto del pueblo, desde el cual, tras varias horas, y con un brazo articulado, suelta la cruz y da la bendición a los miles y miles de fieles creyentes o curiosos que con el hornazo (generalmente en forma de gallina con huevo duro dentro, para guardar la abstinencia) en alto esperan, impacientes, la bendición.
(Yo siempre la he interpretado, también, como una bendición de los campos, como en mi pueblo sacan la imagen, a las afueras del pueblo y en los cuatro puntos cardinales).
No conozco persona alguna que, en su primera vez de asistir a la procesión, no se emocione en ese caos en los varales en que, no cabiendo más de 10 personas, normalmente, se meten 20, sudorosos, a empujones y, al grito de “arriba este varal, 1, 2 y 3” se equilibra el paso que, por milagro, no ha caído al suelo.
Y sin autoridades, ni eclesiásticas ni civiles, sólo el pueblo, la juventud (casi obligatorio, moralmente, para los que estaban en la mili), a su aire, como pueden, tres pasitos para delante y dos para atrás, pero que avanza y llega arriba, lo que no se creen los que, el día anterior, recorren el recorrido de la procesión.

Ni sacerdotes, ni chamanes, ni maestros, ni garúes, ni místicos, ni monjes, ni clérigos, ni funcionarios,…
El pueblo, el puro, mero y sólo pueblo es el protagonista.

Esta religión popular, religiosidad viva y vivida era/es el contrapunto a la religión oficial y ha habido tantas como religiones oficiales, a las que se oponían.

Pero los administradores de lo sagrado se ven constreñidos a tener en cuenta las aspiraciones religiosas populares, so pena de perder multitud de fieles.

Es una forma más sencilla de relacionarse directamente con Dios, sin intermediarios y de una manera fácil.

El nirvana, predicado por Buda, apareció inaccesible a la mayoría de la gente.
El budismo, pues, difícilmente pudo popularizarse en su forma primitiva.
La gran propagación del budismo y su expansión en China y Japón fue posible, en sus variedades populares, en sectas que se apartaban, y no poco, de la doctrina original.
En este budismo popular la gran figura venerada es Amida o Amitabha Buda, pero no ran rígido como el primitivo y que procura la salvación hasta con la sola condición de ser invocado.
Pero esta salvación del Amidismo no es ya el nirvana, sino “la tierra feliz”, un paraíso donde habita el misericordioso Amida y donde pueden ingresar sus fieles.
El culto a Amida consiste sólo en invocarlo una y otra vez, pero incluso basta haber dicho una sola vez “Alabanza a Amida” en la hora de la muerte para que todos los pecados anteriores no sean tenidos en cuenta y el hombre resulte salvo en “la tierra feliz”, liberado de las reencarnaciones del karma.

Los teólogos cristianos ven un cierto parecido entre la doctrina amidista y la enseñanza luterana de la salvación, por la fura fe, no por las obras.
Para asegurarse la salvación, la religión popular multiplica las prácticas de culto a muchos dioses (¿) o intercesores, sean budas, vírgenes o santos/as.
Hay que garantizarse la salvación por múltiples caminos.

Es propio de la religión popular alejarse de la ortodoxia y reunir contenidos heterogéneos, sin tener en cuenta la coherencia o compatibilidad de los mismos.

María es madre de Jesús (histórico) ¿pero puede ser “madre de Dios” siendo ella una mortal?.
María es vestida con los mismos ropajes (contenidos) de la diosa Artemisa, de una religión politeísta.
Es lo que se denomina “sincretismo”, muy presente en la religión popular, adornar a sus dioses con todos los atributos posibles, aunque sean ajenos (¿por qué no va a tenerlos el nuestro?)

La religión china es una mezcla de budismo, confucionismo, jainismo, más Amida, zen…

Igualmente la religión japonesa es sincrética (excepto el período de 1.870 – 1.945, en que el shintoísmo se convirtió en religión del estado).

O el “peyotismo” en algunas tribus indicas americanas, convirtiendo el peyote en un equivalente a la Eucaristía cristiana.

El culto politeísta a deidades locales ¿no es similar a las devociones a vírgenes y santos varios?
“Yo no creo en la religión pero que no me toquen a mi Virgen del Rocío” –se pone en boca, no de uno, sino de muchos rocieros.

El maniqueísmo es un sincretismo de zoroastrismo, cristianismo (en su versión gnóstica) y budismo.

El hinduismo mismo (Vedas, Upanisades, Puranas, Tantras,… son recopilaciones de fuentes muy diversas.

En otros lugares ya he comentado el sincretismo del Génesis, en la creación del hombre: ¿”varón y mujer los creó” o “Dios creó a Adán y…. de  una de sus costillas, formó (no creó) a Eva”?.
¿En qué quedamos?

Sincretismo, tradiciones mezcladas aunque incompatibles.

EL doma de la Santísima Trinidad ¿No procede de la distinción de la filosofía griega entre “naturaleza” y “persona” por lo que puede haber tres personas (distintas) y una sola naturaleza (divina) o, al revés, en una sola persona, Jesús de Nazaret, las dos naturalezas, la divina y la humana, Dios y hombre?

Toda religión se nos muestra sincrética, compuesta de contenidos de muy diversa procedencia.


No existen religiones puras, originales, en todas, absolutamente en todas, se da el “sincretismo”.

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