jueves, 4 de abril de 2013

HEGEL: ARTE, RELIGIÓN, FILOSOFÍA

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Uno de los más grandes filósofos del siglo XIX es, sin  duda, Hegel con su Idealismo Absoluto.
El ARTE, que sigue siendo algo divino, en sus múltiples expresiones, ha estado, durante gran parte de la Historia, al servicio de Dios, ese gran desconocido, terrible, temible y sólo amable a veces, muy propio del “homo credens”.
La pintura, la escultura, la arquitectura, la música, la literatura, la poesía….casi siempre al servicio de los dioses de las varias y variadas mitologías y, por supuesto, del Dios del cristianismo y de todo lo de alrededor del mundo divino.
El Arte, que no sólo ha sido una categoría estética, sino, durante mucho tiempo, una instrucción catequética, que entra por los sentidos (se ve, se oye, se toca, se huele el incienso en las catedrales) cuando la inteligencia estaba dormida, instalada en el analfabetismo, y razonar estaba mal visto, incluso perseguido, por las dudas que sembraba.
El Arte ha sido el libro abierto en el que podía verse a Dios y a todo el mundo divino. Ante el que arrepentirse, para comunicarse con él, para alabarle, para pedirle favores, para que aleje temores, para que cure enfermedades, para poder ser padre el varón y quedarse embarazada la mujer, para…. para….
Desde lo “sensible, humano”, hasta lo “inteligible, divino”.
El ARTE es, siempre “exterioridad” pero que remite a algo distinto, a lo representado, a Dios.
Sentarse en el interior de la Catedral de León, y contemplar, quedamente, sus vidrieras,…..
La RELIGIÓN es, ya, un escalón superior al Arte, porque se instala en la conciencia, en la “interioridad”, fuera de los sentidos.
En silencio, incluso con los ojos cerrados, sin besar escultura o pintura alguna, incluso aislado, meditando,…se pone en comunicación con Dios y con toda la jerarquía divina, sin estímulo exterior que lo distraiga.
Y si el Arte usaba colores, piedras, cristales, sonidos,…la Religión se vale de símbolos, de metáforas, de parábolas,….
La FILOSOFÍA, en cambio, es un escalón superior y, ya, ni materiales sensibles ni parábolas imaginativas, sino “conceptos racionales”.
Dios, como entidad inmaterial, espiritual, no es objeto propio del arte, instalado en el mundo de lo material. Ni de la Religión, dimensión infantil-infantiloide de la credulidad, más que de la creencia, elemento de la imaginación, de cuentos de hadas o de terror, con premios y castigos eternos, con cielos e infiernos eternos.
Ni incluso el místico quiere “comprender” a Dios, pues lo que intenta es difuminarse en Él, fundirse con Él, perderse en Él.
Con la FILOSOFÍA podrá entenderse la definición misma que Dios se da a Sí mismo cuando, en la Biblia, Moisés, en la zarza ardiendo, le pregunta: “¿y qué le diré a mi pueblo cuando me pregunte quién eres”? Les dirás que “Yo soy el que soy”.
Es la Verdad Ontológica, es el concepto. Es la unión, en el pensamiento, de la finitud del hombre y sus conceptos con la infinitud de Dios, en su realidad.
De la “exterioridad-objetividad” del ARTE, pasando y subiendo a la “interioridad-subjetividad” de la RELIGIÓN, hasta llegar a la “trascendencia” de la FILOSOFÍA.
Es curioso, pero 14 siglos antes, ya había sentenciado San Agustín (en otro contexto): “NOLI FORAS IRE, REDDE TE IPSUM, IN INTERIORE HOMINE HABITAT VERITAS, ET, POST TRANSCENDE TE IPSUM” (No quieras ir fuera, vuélvete (entra en) a ti mismo, en el hombre interior habita la verdad y, después, trasciéndete a ti mismo)
(Una interpretación particular y atrevida, la mía:
La verdad de ahí fuera (las cosas, el ARTE (?), la verdad de aquí dentro (del yo, del sujeto, del interior, la RELIGIÓN (¿), la verdad de allí arriba (la de DIOS, la FILOSOFÍA (¿)).

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