domingo, 18 de noviembre de 2012

LAS OTRAS CULTURAS.


Cuando costumbres ajenas, de pueblos del tercer o cuarto mundo, nos extrañan, casi siempre soltamos la locución verbal: “es que esa es su cultura” y, así, damos como “causa” (no como “justificación”) su “múltiple atraso”, respecto a nosotros.

Poco aclaratoria es esa respuesta. Es como si preguntáramos “por qué murió allí esa persona” y la respuesta fuera: “porque estaba allí”. Poco nos aclararía. La pregunta, en realidad, era: “¿por qué estaba allí?” (¿por casualidad?, ¿estaba citado?, ¿fue un atraco?, ¿acaso una venganza?...).

La pregunta, real, sería: “¿por qué era esa su cultura que los lleva a ese nivel de miseria”?

Vamos de turistas, asistimos a una exhibición de sus rituales, cánticos y danzas, nos colgamos sus abalorios, aplaudimos,…..pero ¡lejos de mí el tener que convivir, a diario, con esas gentes¡.

Ser turista, en un espectáculo, no es ser compañero, en la vida diaria, como la “contigüidad” no es la “convivencia”.

Y es que, la cultura en la que uno nace, mama, se desarrolla, vive,….es como el aire que se respira, como la comida que se ingiere, crea una identidad cultural que será constitutiva del ser humano, troquelando el cerebro, en un primer momento, y dotando a la persona, niño o ya no tan niño, de esquemas de comprensión de la realidad circundante.

(En otros lugares he escrito sobre “relativismo social”).

Estamos hechos a imagen y semejanza del grupo social en que, por suerte o por desgracia, hemos “caído” y nos ha alimentado culturalmente.

Esa identidad cultural es previa al concepto de persona, pues nos encontramos ya “investidos” de ella cuando nos damos cuenta que estamos “vestidos” y que nos gusta nuestra vestimenta.

Somos “miembros” de un grupo antes de ser “individuos” de ese grupo.

Somos “uno” con el grupo antes de ser “autónomos” en el grupo.

Llegamos a ver como “naturales” los desenvolvimientos “sociales” y crearemos una barrera frente a intentos de extraños que quieran penetrar y/o destruir nuestra sociedad. Algo que saben muy bien tanto misioneros religiosos como O.N.Gs humanitarias.

No es que todas las culturas sean iguales, pero todas actúan de la misma manera: creando identidad entre sus miembros y diferencias  respecto a otras culturas.

En este sentido cada cultura es sagrada y nadie tiene Derecho (y menos, aún, Deber) de entrometerse y “meterse con” sus creencias y sus prácticas. Nadie debe entrometerse en sus vidas, pero sí estar dispuesto a ayudar y a acoger a cualquier prófugo de ellas.

Pero “la diferencia”, “el ser diferente” no crea Derecho alguno, a no ser el “Derecho a no ser discriminado por ser diferente”. Que es muy distinto y que tan de moda está en esta España de nuestras entretelas.

Ningún grupo social, narcisista, tiene Derecho a retener a quien de él quiera salir, como ningún individuo está obligado a permanecer en él.

El individuo debe ser libre para permanecer o no en su identidad de origen.

Ningún grupo puede reclamar tolerancia ajena, y menos si él es intolerante con los individuos que lo integran.

En general, cualquier individuo, de cualquier grupo, tiende a coger lo beneficioso de otro grupo (véase “la valla de Melilla”, “las pateras en el Mediterráneo hacia Europa” (no en dirección contraria), la inmigración “ilegal” (no la denominemos “injusta”)….

No es que vengan “huyendo” del infierno (que también) vienen, sobre todo, “buscando” mejor vida de la que pueden disfrutar en su grupo.

La comunidad de origen no es que sea mejor ni peor para el recién llegado a ella, es que es la única que hay. Hay que “nacer” en algún lugar y ese ha caído allí.

No debemos, pues, idolatrar la comunidad de origen. No había otra a mano, no podía ser elegida o rechazada. Es un hecho. Posteriormente sí podrá hacerlo o no, pero, en ese primer momento, no.

El niño recién nacido, desnudo, no puede elegir su primera ropa.

Si, nunca, un “hecho” causa “derecho”, lo que se ha sido, sin opción a poder haber sido otro, no debe implicar el deber de seguir siéndolo.

Suele defenderse la “inconmensurabilidad” de las culturas al no haber una tabla de medirlas, y que, nunca, una cultura puede/debe ser juzgada desde otra.

Si todas las culturas “valen”, porque todas realizan la misma función (la de acoger y socializar) proporcionándoles una primera identidad cultural al recién llegado, si “todas valen”, “no todas valen igual”.

Quien tenga en su bolsillo 5 euros “tiene dinero”, igual que “tiene dinero” el que tiene 50.000. Ambos “tienen dinero”, pero “no el mismo dinero”.

Hay pocos Botines o Amancios.

Que todas las culturas “valgan” no implica que todas “valgan igual”. ¿Qué sería de la Democracia y de los Derechos Humanos cuyas “aspiraciones y metas es la universalidad, tanto como la mejor forma (o la menos mala) de gobernarse, como la de ser considerados “todos” los individuos como Sujetos de Derechos?.

¿Es etnocentrismo intentar introducir la Democracia y los Derechos Humanos en “todas” las sociedades?.

La “diversidad cultural”, que es un hecho, en sí misma no es ni supone un enriquecimiento moral. Muchas veces es lo contrario, un empobrecimiento moral.

Ninguna cultura debe estar eximida/exenta de una valoración moral.

Y como ha habido (y hay) comportamientos aberrantes en muchas culturas, antes y ahora, no sólo no se debe ser tolerante con ellos, sino intentar frenar y erradicar esas aberraciones (desde la ablación del clítoris o el planchado de los senos, hasta la lapidación femenina o el asesinato para lavar el deshonor).

Como he dejado escrito en otros lugares, ¿sería moral la exclusión y sumisión de los negros, en Estados Unidos, puesto que, durante mucho tiempo, lo fue?.

¿Deberían tolerarse la persecución y muerte de judíos, en Alemania, puesto que durante varios años….?.

¿Sería un “genocidio cultural” erradicar esas prácticas?.

La “diversidad” es un “hecho”, no un “valor”.

Las culturas “diversas” serán más o menos “valiosas” según satisfagan o no, mejor o peor, las necesidades primarias (en primer lugar) pero también las demás necesidades, de los individuos.

Las diferencias culturales no marcan, ni califican, moralmente a las culturas.

Una cultura que instaure o ampare, flagrantemente, atropellos de los Derechos Humanos no tiene Derecho a reclamar tolerancia, y menos aún respeto.

Una sociedad democrática, reconociendo las diferencias culturales, debe estar dispuesta a facilitar la identidad colectiva que la democracia procura.

Siempre me he opuesto (en escritos varios) al “multiculturalismo” como un valor.

Incluso he criticado el “inter-culturalismo”, al que he considerado como dos monólogos corteses, casi paralelos, aunque con algún punto de contacto, pero en cuestiones no fundamentales.

He sido (y sigo siéndolo) un defensor del “supra-culturalismo”, que no considero etnocéntrico, como la mejor manera de defensa de todas las personas.

¿Tolerar y respetar a culturas apegadas al hambre, a la miseria, a la ignorancia, a la violación de los derechos, al machismo, a la violencia, a la exclusión, a la sumisión de esclavitud,…..por “ser diferentes”?.

¿Tolerar el infradesarrollo, so capa de respeto, es intolerable e irrespetuoso, es injusto.

¿Es una señal de respeto dejar morir a quien quiere no vivir?, ¿o será irrespetuoso?.

El “tolerante nato habitual” es un tarambana que renuncia a buscar un baremo moral de evaluación para ahorrarse “el fatigoso esfuerzo de pensar para tener que decidirse”.

Invitar al diálogo para, así, poder comparar y, consecuentemente, decidir, es el camino más lógico.

Revisemos nuestros valores a la luz de los valores del “diferente” pero invitar u obligar a que él, también, haga lo mismo, para luego “decidir” la permanencia o el cambio.

Él verá si quiere acceder a nuestra invitación al banquete.

1 comentario:

  1. El problema es que el que predica lo multicultural, suele argumentar que es porque hay que respetar la libertad de cada país. Y también argumenta que la culpa es de cada país por no abrir sus fronteras al resto de ciudadanos del mundo para que elijan en que tipo de cultura quieren vivir. Que todos somos ciudadanos del mundo y demás.

    Supongo que, por lo que he entendido del texto, para dicho tipo de personas hay que siempre tener a mano un ritual bárbaro que se practique en algún país que ame. Aquí en España tenemos más de uno con los animales (siendo los toros el más conocido), en otros países está la abrasión del clítoris.

    ¡Saludos!

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