martes, 27 de diciembre de 2011

PARA ACLARARME YO MISMO (1)


(No intento descubrir nada a nadie, no intento desvelar ningún secreto. Sólo intento aclararme a mí mismo. Si, además, puede servirle a alguien, mejor que mejor. Mal, a nadie puede hacer. Basta con darle a la tecla “eliminar”)

“Españolito que vienes // al mundo, ¡te guarde Dios¡, // una de las DOS Españas // ha de helarte el corazón”.

Es las Historia de DOS ODIOS, frente a frente.

Frente a la Restauración, ya caduca, apareció la República como una nueva alternativa, moderna, europea…
Pero cuando la moderación republicana, en todo este jolgorio, se tornó en extremismo, como reacción surgió el extremismo contrario, el conservador.
La guerra está servida. Goya y sus “enterrados a garrotazos” se manifiestan una vez más. Caín y Abel otra vez presentes. No pasamos del primer capítulo del Génesis.

El mayor y mejor filósofo español del siglo XX, el más clarividente, el más analítico, el que con su Revista de Occidente intentaba, culturalmente, europeizar España, años antes, en 1.919, había escrito, como premonición, para avisar, para espantarlos, para impedir que ocurrieran: “Hoy, sobre el horizonte de España aparecen dos fantasmas: el de la Revolución, agitado por unos, y el de la Represión, sostenido por los del bando opuesto. ¿No habrá nada más que eso en el inmediato porvenir de España?. ¿No se sabrá elegir un camino ancho y limpio?.

Pues no. No se supo elegir. Y el camino fue estrecho (sólo cabía uno) y sucio. Parecía que lo que tenía que reventar, reventó.

La guerra civil fue el fracaso de una sociedad, la española, de toda la sociedad española.
Ocurrió, pero podría no haber ocurrido. Ni era una necesidad histórica, ni era un designio divino.

“HUBO EN ESPAÑA UNA GUERRA // QUE, COMO TODAS LAS GUERRAS, // LA GANARA QUIEN GANASE, // LA PERDIERON LOS POETAS”
¿La recuerdan? Años 60. La serie Los Botejara, dirigida por aquel innovador periodista, Alfredo Amestoy.
Y es verdad. Perdimos a Machado, perdimos a Miguel Hernández, perdimos a Federico García Lorca. Los fusiles no entienden de poesía. Los fascistas tampoco.

No sólo la perdieron los poetas, la guerra la perdimos todos. Unos perdieron la vida, otros la libertad, muchos la infancia en flor, la mitad de los españoles la ilusión, todos, la decencia.

Habría bastado con que los militares hubieran cumplido su palabra, su juramento, de lealtad a la República.
Habría bastado que una mitad de España hubiera decidido convivir con la otra mitad que había votado, mayoritariamente, a favor de la República.

Pero la ilusión y la alegría de los vencedores se manifestó en huelgas, inútiles y perjudiciales, contra el empresariado, en quema de iglesias y conventos y de todo lo que oliera a sacristía, en violencia callejera, en atentados, en revancha acumulada.

¡Qué bien definió la situación Indalecio Prieto: “Una sola cosa está clara: que vamos a merecer, por estúpidos, la catástrofe”.

La merecimos y la conseguimos.

El camino “ancho y limpio” de Ortega era la República pero, mientras muchos querían seguir viviendo con anacrónicas desigualdades positivas, muchos más no querían hacerlo en sus anacrónicas desigualdades negativas.

Teóricamente entrábamos en Europa, pero, prácticamente, la ilusión se trocó en desencanto.
Una Izquierda exaltada y revolucionaria frente a una Derecha conservadora, clerical, militarista, de señoritos.

Desde muy atrás España arrastraba problemas graves, pero como para resolver un problema y dar con la solución se necesita un buen planteamiento, aquí no hubo, entre los dirigentes, quien pudiera ni supiera plantearlos. No llegábamos a solución alguna. Seguíamos empantanados.

Un gran republicano, ilusionado, Marañón, sentenciaba: “Escaso nivel de preparación de políticos y juristas”.

Nadie luchó tanto, con la pluma y la palabra, contra la monarquía, contra la dictadura y por el advenimiento de la República como Unamuno (que lo pagó hasta con el destierro), pero fue el primer desencantado con ella, por la forma de querer llevar a cabo la reforma agraria, la política religiosa,… las clases políticas.
Hasta tal punto llegó su frustración que llegó a ver, en los militares sublevados, a los nuevos regeneracionistas autoritarios, que intentaban frenar la alocada deriva y representaban la defensa de la civilización occidental y de la tradición cristiana.

Entre la conspiración de la Derecha política, la soberbia de la clase conservadora, la ceguera sectaria y la incompetencia de las autodenominadas fuerzas “progresistas” abortaron el buen nacer de la nueva criatura.

Los resbalones políticos de los republicanos de Izquierda, sobre todo en lo concerniente a la cuestión religiosa, provocó que, como reacción, los católicos, heridos, se organizaran contra la República y apostando por una nación profundamente católica, representada por la C.E.D.A. (Confederación Española de las Derechas Autónomas), al frente de la cual estaba el catedrático Gil Robles.

En las elecciones de Noviembre de 1.933 la C.E.D.A. gana las elecciones.

En la primavera de 1.934 la dirección del P.S.O.E. se decide a practicar una política revolucionaria, decidido a romper la legalidad republicana.
En Octubre, la huelga general lanzada por los socialistas, recorre Madrid, el País Vasco, Barcelona (donde Companys, presidente de la Generalitat, aprovecha para proclamar el Estado Catalán, rebelándose contra el poder central) y Asturias, donde la unión de los mineros estalla en una insurrección popular, ocupando la cuenca minera, asaltando y arrasando cuarteles, ocupando las fábricas de armas, fundando comunas obreras y repúblicas libertarias.

Asturias desbordó al gobierno, que declaró el estado de guerra, para sofocar ese desenfreno de la violencia y de las utopías sociales.
9 días de duros combates y el ejército, junto con los tribunales, entran en Oviedo.

Era el ensayo de la guerra civil.
El asesor del Ministro de la Guerra, era Francisco Franco.
La Derecha se entusiasmó con él, por su actuación, lo endiosó y él se creyó destinado por Dios y la Historia para salvar a España de la invasión comunista.

Las represalias se extienden a toda España. Y, de nuevo, las dos visiones, las dos versiones: mientras unos ven que la República está traicionando a España, otros ven la insurrección asturiana como la sublevación, moderna, de Espartaco y sus esclavos contra el poder y por la libertad, o como la Comuna de París contra el absolutismo.
Para unos la excepción, a abortar, para otros, el inicio, a seguir.

Las luchas callejeras y los atentados, el campesinado hambriento, de pan, de tierras y de utopías, el discurso exagerado, incendiario, de Largo Caballero, las impaciencias anarquistas, las amenazas de Calvo Sotelo, el deseo de unos y el temor de los otros, de la ola de fascismos que recorre Europa, así como el frentepopulismo.

Este magma de fracasos y provocaciones provoca la erupción bélica.

La represión del Gobierno, los editoriales de la prensa, las cenizas de iglesias y conventos….señales de un sismógrafo larvado, bélico.

Gil Robles, ganador en 1.933, no puede gobernar, en 1.935, porque Alcalá Zamora, que no se fía del republicanismo de Gil Robles, convoca elecciones.

España, otra vez, dividida en dos frentes: el Frente Popular y el Frente Nacional.
En Febrero de 1.936 gana el Frente Popular.
Azaña no puede evitar, otra vez, la quema de conventos e iglesias y en los cuarteles hay un runrún de sables.

La Falange desenfunda, y usa las pistolas, mientras Largo Caballero empuja a la U.G.T. hacia posiciones muy próximas a los comunistas.

Como el 12 de Julio es tiroteado un Teniente de la Guardia de Asalto, que figuraba en la lista negra de Falange, al día siguiente cae el líder de la Derecha parlamentaria, Calvo Sotelo, a manos de un grupo de agentes del orden.

A muchas familias las pilló divididas el 18 de Julio. La esposa y los hijos, de veraneo, en la playa, mientras el marido y padre en la ciudad, trabajando.

Se partió España, por enésima vez, en dos mitades sangrantes.

¡Otra vez, MACHADO¡

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