Aunque todos sabemos que
“sentirse joven” no es equivalente a “ser joven”.
En sus orígenes la droga era
para los viejos y los enfermos con el fin de paliar o anular los dolores
insoportables (también hoy se les aplica la morfina).
Y los jóvenes que no se
atreven con las drogas han encontrado el sustituto perfecto, el alcohol, la
litrona, el cubalibre, además en grupos en que mutuamente se estimulan a beber,
en los “botellones” de, sobre todo, los fines de semana, aunque no
necesariamente.
La pura y dura represión, ni
antes ni después, ha surtido efecto, no ha resuelto el problema porque el
alcohol, que muy dosificadamente, es una ayuda en las comidas, ha dejado de ser
una “droga blanda” y ha pasado a ser “droga dura” porque ese alcohol, y cada
vez más, tiene una mayor graduación.
¿Y el tabaco?
¿Quién duda de su nocividad?
Hasta en los mismos paquetes de cigarrillos, y en letras muy visibles lo
anuncian, “mata o puede matar”.
Hoy el tabaco y el alcohol
(que, además son más baratos y fáciles de conseguir que la droga) junto con la
carretera, matan mucho más que la droga.
Antes los jóvenes morían en
el frente de cualquier guerra, que los diezmaba, pero hoy, apenas sin guerras,
siguen muriendo, aunque de otra manera.
Si antes no se concebía una
película sin sexo, hoy, además de sexo, también está presente la droga y
esnifar una raya lo vemos ya casi como algo normal en altos ejecutivos que
llevan una vida tan estresada que para llevar ese ritmo necesitan estar
estimulados.
Los jóvenes descuidan su vida
presente porque no ven cercano su final, dan la vida por descontada y su cuerpo
como invulnerable, de ahí los riesgos y aventuras a los que se lanzan como si
la muerte no fuera con ellos.
Cuando veo los rescates de la
guardia civil, con helicóptero incluido, de esos jóvenes que se han despeñado o
han quedado atrapados en la falda de un desfiladero rocoso, intento
comprenderlos por aquello de las “endorfinas” pero… ¿qué queréis que os diga de
exponer así su vida?)
Quizá lo más trágico de las
drogas, además del peligro de muerte, es ese fango en el que caen, en el que
bracean para no hundirse, con la delincuencia como compañera y su ceguera en
darle sentido a su vida.
El único sentido es seguir en
el fango.
Los animales saben que hay
peligros, pero no saben que existe la muerte por lo que, para ellos, la muerte
no existe y la vida, para ellos, es jugársela cada instante, por lo que no
conocen el valor, son impúdicamente cobardes.
El león no quiere demostrar
que es el rey de la selva y por eso corre tras el infantil cervatillo o tras el
ciervo cojo o lento en su carrera.
No van contra el más fuerte y
el más veloz, no quieren demostrar su fuerza y su velocidad, esperan la ocasión
escondidos, camuflados, hasta que calculan el momento justo de lanzarse tras
él.
Ningún animal es/ ni puede
ser héroe exponiendo su vida, porque no puede despegarse de ella, al revés que
el hombre, que puede morir de heroicidad con su vida expuesta, desdeñándola,
jugándosela y lanzándose hacia la muerte.
¿Cuál puede ser el peligro en
el futuro?
Imposible de saberlo porque
juzgamos/tenemos que juzgar el futuro con los criterios del presente, y el
peligro futuro no tiene por qué ser detectado con nuestros esquemas de hoy.
¿Quién pudo imaginar, en el
XIX, a un Hitler o a un Mussolini, con los esquemas mentales de entonces?
¿Quién iba a imaginar en el
XIX que los nacionalismos serían un problema en el XX y en el XXI?
No volverá un Hitler y el
nacionalismo como problema será resuelto pero no tenemos ni repajolera idea de
cuáles pueden ser los problemas del futuro.
¿Alguien podía imaginarse, en
el siglo XX, que un virus, un simple virus, procedente de China, trajera tantas
muertes y produjera tanto daño en el mundo mundial?
No podemos ponerle nombre al
peligro futuro que vendrá (y que vendrá).
¿La cibernética? ¿La
inteligencia artificial? ¿Los robots?
Y los fundamentalismos e integrismos
religiosos, que están operando, desde dentro, como una metástasis, en la
cultura occidental, laica y tolerante, ¿qué recorrido temporal tienen?
¿Se impondrán y establecerán
una dictadura religiosa o se integrarán y aceptarán los Derechos Humanos y la
libertad de creencias, sin exclusión de personas por motivos de sexo,
ideología, creencia, color de la piel…?
¿Y los ultranacionalismos con
la otra mitad de la población en contra?
¿Y las sectas religiosas
violentas podrán instalarse en el mundo occidental, tolerante, y destruirlo
desde dentro, desde sus democracias respetuosas de todas las personas y
tolerantes de ideas y creencias?
¿Cómo juzgar el futuro con criterios del presente?
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