viernes, 4 de diciembre de 2020

ASÍ ES LA VIDA ( 4 ) PADRES-HIJOS

 

 Aristóteles tiene una Ética dedicada a su hijo: “Ética a Nicómaco”.

Igualmente F. Savater tiene no sólo una “Ética para Amador”, también una “Política para Amador”, que es su hijo, pero afirma que no va dedicada a él, sino a todos los jóvenes, que sólo es un truco estilístico, para usar el “tú”, personal, en vez de “vosotros”, anónimos lectores.

Pero no se trata de una relación padre-hijo, sino de respeto mutuo, de autonomía de cada uno.

 

No se puede hablar, en general de “los jóvenes de hoy”, “la mujer de hoy”, “la tercera edad de hoy”,…porque eso no existe. Lo que existen son jóvenes concretos, individuos, mujeres concretas, viejos concretos, que unos serán trabajadores y otros parados, unas estudiantes y otras amas de casa, uno/as casado/as y otro/as soltero/as, unos viven en la ciudad y otros en el pueblo,...

 

Ese plural anónimo (los/las) es sólo el nombre que se les da para referirse a todos ellos (nominalismo).

 

Dialogar con ellos es dialogar sobre la libertad, que trae de la mano, adosada, la responsabilidad.

Eres “libre de” por lo que eres “responsable de” lo que hagas o de lo que dejes de hacer, debes cargar con las consecuencias.

 

Alguien dijo que “igual que en el Este de EE.UU. está la estatua de la Libertad, en el Oeste debería estar la estatua de la responsabilidad”.

 

Si aceptas la libertad, debes aceptar su reverso, la responsabilidad, como si aceptas la cara de una moneda, en ella misma viene la cruz.

 

El contenido de los libros de F. Savater está más cerca del protestantismo que del catolicismo porque en Dinamarca, por ejemplo, la mujer es la que, teniendo tantas ayudas del gobierno se basta y se sobra para sacar a sus hijos adelante y el padre casi es un adorno de fines de semana, lo contrario de los libros de Savater, en que un padre dialoga constantemente con su hijo.

Son como una añoranza de la necesidad de diálogo constante con el padre.

 

El padre habla de la experiencia de un “senior”, el hijo escucha y va modelando su personalidad, no siguiéndolo totalmente pero sí teniéndolo en cuenta.

 

Tan malo es decir: “sigo pensando lo mismo y actuando igual que cuando tenía 17 años” como decir: “soy una persona totalmente nueva, nada de mi pasado me afecta”.

 

El pasado hay que retomarlo, pero no para revivirlo, no para quedarse en él, sino para aprender de él y poder seguir creciendo y modelándose.

 

No sólo somos “presente”, somos el “pasado” que ha dejado en nosotros sus posos, y el “futuro” que viene cargado de posibilidades, de oportunidades.

 

La vida es/debe ser un continuo, un camino de experiencia que va cambiando con las nuevas circunstancias, no una sucesión de rupturas y saltos. Somos una y la misma cuerda, que va dando de sí, que va alargándose y renovándose constante y contínuamente, no una sucesión de nudos de colores distintos.

 

Al padre hay que escucharle, hay que respetarle, pero no necesariamente que seguirle.

 

En general el padre no cae bien al hijo toda la vida y el padre debería aceptarlo porque no es por llevarle la contraria es porque el hijo quiere ser el mismo y no reflejo, copia, del padre.

 

Lo que el padre vivió, lo vivió él, pero lo que el hijo quiere es vivir su vida, una vida nueva, no repetir y quedarse anclado en la vida paterna, continuándolo.

 

Al joven le gustaría partir de cero y escribir una novela nueva cuando, en realidad, lo que le toca es escribir otro capítulo en el libro de la vida humana, sin repetir los errores anteriores para poder construir nuevos aciertos, montados sobre los anteriores.

 

Mitificar la juventud es hacerles un flaco favor a los jóvenes.

Era/es el lenguaje del fascismo y fue el del Mayo del 68.

 

Y es que, si hay ejércitos, con su fuerza bruta, son ejércitos de jóvenes, no hay ejércitos de jubilados, generalmente con deficiencias.

 

Puede/debe cambiarse el dibujo del cuadro según va cambiando la vida, pero lo que no se puede es salirte del marco, romperlo, porque la sociedad está ahí.

 

Se ha hablado y escrito mucho sobre el “autoritarismo” de los padres pero si a los hijos se les deja hacer lo que quieren, cuando quieren y como quieren, llegará el momento en que ya no pueda con ellos.

Si el padre ha descuidado su “autoridad” como padre tendrá que poner en marcha, cuando ya no haya remedio, el “autoritarismo” y, entonces, la ruptura está servida.

 

Porque “autoridad” viene del verbo “augeo”, lo que ayuda a crecer, lo que ayuda a superarse y si no se ejerce a tiempo…el padre llegará a ponerse como una fiera con su hijo y éste se saldrá de la jaula rompiendo con el padre y con la familia.

 

Que a los hijos no hay que darles todo lo que quieren (porque, además, lo quieren todo) es una verdad de Perogrullo, un lugar común.

 

La dosis justa, ni más de…ni menos de…y quizá sea difícil saber dónde está la raya (“pues los padres de mis amigos le dejan estar en la calle hasta las….y tú, sin embargo….”).

 

Pero cuando un padre le explica, de manera racional y razonada, a su hijo su opinión, se hace manifiesta su autoridad y, además, de manera afectiva, sin traumas.

 

Porque los hijos están pidiendo a gritos (aunque tácitamente) que se les impongan límites a su conducta.

Que no pueden ir desnudos por la casa, que hay que ducharse, que no puede salir a la calle de cualquier manera, que hay que obedecer las normas de tráfico,…

Y, para todo esto, vale más lo que ven que los padres hacen que lo que los padres dicen.

 

¿Cómo estudiar si los padres nunca apagan el televisor, no se levantan del sofá, no sueltan el mando a distancia, no cogen un libro ni para quitarle el polvo, están enganchados, cuando no al televisor, al móvil en parloteo con amigotes,…?

 

Y si hay que sancionar (aunque nunca de manera desproporcionada), se sanciona inmediatamente, pero con explicaciones, no sin palabras y de golpe.

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