jueves, 25 de mayo de 2017

SEXO EN LOS FILÓSOFOS GRIEGOS.



Mientras el “sexo” para Platón es algo secundario, el “género” hace referencia al sexo porque tiene que contrarrestar una diferenciación anatómica, que de inicio estratifica a la mujer, pero que de hecho se construye en función de liberar al alma del sexo

El caso de Aristóteles es distinto, sin bien fue el discípulo más prominente de Platón, la concepción que tiene del humano y del mundo son distintas.

Para empezar Aristóteles no se eleva a ver una realidad ajena al mundo material, como Platón.

Para él lo real hace referencia a la materia y la materia es lo que posibilita gran parte de la acción.

¿No han visto la pintura de Rafael “La Escuela de Atenas” con el dedo índice de Platón indicando el cielo, el arriba, el mundo de las ideas, mientras la palma de la mano de Aristóteles hacia abajo, señalando la tierra, este mundo material, el único que realmente existe, el de las substancias primeras?

El dualismo cuerpo-alma también está presente, pero no son opuestos, sino que son indispensables y complementarios para el suceso que llamamos “ser humano”.

No hay persona sin cuerpo, no hay persona sin alma, este es el principio hilemórfico que sostiene a cualquier viviente.

“Cuerpos animados” o “Almas corporeizadas”

Sin embargo entre el alma y el cuerpo hay una jerarquía. El cuerpo es capaz de moverse gracias a que tiene alma (De Anima).
El alma es: “principio de vida y principio de movimiento”
Todo lo que tiene vida tiene alma, es algo “animado”, “almado” sea un árbol, sea un perro, sea un hombre.
Las tres almas aristotélicas: la vegetativa, la sensitiva y la racional.

El alma es esencialmente activa y el cuerpo pasivo.

A diferencia de Platón, el cuerpo no tiene una connotación negativa, el cuerpo es un facilitador del alma (De Anima).

Entre el cuerpo y el alma hay una correspondencia, en general se pertenecen a sí mismos y funcionan de manera recíproca.
De esta manera no se podría decir, por lo menos al hablar de una especie, que un determinado cuerpo no pueda realizar determinadas acciones porque tiene un alma distinta a la que pertenece.

Al hablar de distintos cuerpos, estamos diciendo que tienen distintos modos de animación.

La diferencia sexual en Aristóteles está presente porque hay seres con principios más activos que otros.

El varón tiene un principio más activo, es el representante del alma, mientras que la mujer es pasiva, y está más cercana al cuerpo (Sobre la generación de los animales)
De algún modo la mujer “puede” hacer menos cosas que el varón: el macho y la hembra se distinguen por una cierta capacidad y una incapacidad.

En el imaginario aristotélico la mujer no puede realizar las mismas acciones que el varón porque tiene una conformación entitativa distinta de la del varón.
Radicalizando las cosas sería como comparar a los pájaros con las lombrices, es evidente que unos pueden hacer cosas que los otros no, si bien Aristóteles sí aclara que varón y mujer pertenecen a la misma especie.

El sexo tiene una correspondencia con el alma a la que pertenece, es reflejo de su estatus y posibilidades.
Es por ello que para Aristóteles no es ningún atropello establecer “clases” de “humano”.
De modo que por naturaleza la mayoría de las cosas tienen elementos regentes y elementos regidos.

De diversa manera manda el libre al esclavo, y el varón a la mujer, y el hombre al niño.
Y en todos ellos existen las partes del alma, pero existen de diferente manera.
Aristóteles estaría mucho más cercano a una versión socio-biologicista, en donde el cuerpo tiene la huella de un sexo, y que, como toda huella, deja marcas que no pueden desaparecer, que se llevan consigo en cada una de las actividades que se realizan.

Es como una cicatriz, que aunque no esté presente todo el tiempo en el pensamiento de quien la tiene, no por eso deja de estar y de ser visible si se la busca.

En Platón, el cuerpo también es huella, pero de una culpa que quiere dejar de serlo y tornarse olvidada.
Mientras eso no suceda, mientras se tenga cuerpo, estará ahí.

Los pensamientos de Platón y Aristóteles nos recuerdan lo difícil que es la resolución de problemas humanos.
Platón no toma en consideración al cuerpo.

La pregunta que sigue es: ¿estoy dispuesto a renunciar a mi sexualidad, a la identificación con mi cuerpo, a una materialización de mi yo? ¿Seré consecuente y olvidaré la dimensión material que me implica y desistiré de pensar en un bienestar material, sexual, saludable y placentero?

Es cierto que al renunciar al cuerpo, o por lo menos al plantear al cuerpo como medio intrascendente, se adquiere una mayor libertad de construcción humana.
La personalidad, así, no estaría ceñida a los límites espacio temporales, y ciertamente sería independiente de ellos.
Aún si renunciáramos a la opción platónica del Mundo de las Ideas, el Dios creado y el alma, de todas maneras al negar la realidad corpórea tendríamos que recurrir, a un “algo” que defina a un determinado ser humano, al que le podríamos llamar, conciencia, psiqué, yo, pulsiones o pensamiento.
Y éstos tendrían que caer dentro de lo material o de lo inmaterial.
Si se limitan a lo inmaterial, las consecuencias son las mismas y si se definen en términos materiales, estaríamos hablando de cuerpos, energías, masas por lo que nos llevaría necesariamente a determinaciones.
El cuerpo necesariamente implica límites. Límites de extensión, de requisitos de mantenimiento como agua, comida, descanso.

Además, al hablar del humano como ser construible, como realidad cambiante y en construcción, inevitablemente caemos en determinaciones, aunque sean parciales, de formación.
Pues la pregunta que tendría que hacerse es: ¿con qué me construyo?
Si lo que es la persona es realizable en la medida que se va realizando, las variables que intervienen serán decisivas en el proceso.
Los actos que se ejerzan serán definitivos.

Pero el problema se agrava cuando soy consciente que no se pueden prever y elegir todos los aspectos que construyen mi mismidad.
Yo no decido con quien me voy a topar en la calle o el lugar en donde nazco.

También cabe pensar que existen personajes que tiene mayor injerencia en las decisiones colectivas que otros, y que por lo tanto ellos pueden construir la personalidad de otros sin que los individuos estén conscientes.

Si el humano es absoluta apertura e indeterminación, entonces ¿cómo es que me encuentro alienaciones constantes en el mundo?
¿Por qué tropiezo con dominaciones repetitivas llámense, ricos, blancos, varones, por citar algunos?

Si hay constantes simbólicas, ¿a quién le toca establecer y a quién le toca cambiar estos simbolismos?

El problema no es menor si nos limitamos al cuerpo y aceptamos que no hay nada más allá que los genes y la fisiología.

Como ya se ha dicho, el cuerpo implica determinación y ésta es lo opuesto de la apertura.

Aquí sí que estaríamos dispuestos a renunciar por completo a la libertad.
El hombre no sería, sino un desplegar continuo de factores preestablecidos.

Aristóteles nos plantea una sociedad que debe ser coherente con las naturalezas con las que cuenta y debe fijar los roles de trabajo.

Entonces, ¿por qué esmerarse en cambiar nada, en conocer, en crear conciencia, si todo “es” como “debe ser”?
¿De dónde sale este sueño de libertad? ¿Por qué experimento en mí la posibilidad de mutación, y cuando adquiero independencia se manifiestan sensaciones de satisfacción, reales, presentes e innegables?

¿Estoy dispuesto a abandonar la idea de mejora del mundo o tengo que aceptar que los cambios que se hacen no son substanciales?

La resolución de estas paradojas es complicada, pero nos recuerda que no podemos ignorar la biología, aunque tampoco tenemos que estar limitados por ella.

Se tiene que encontrar un punto medio entre lo natural, incluyendo lo biológico y lo socialmente construido.

Promover una modificación de estructuras sociales sin perder de vista lo que es el humano.
Una teoría que permita retomar los límites ciertos y presentes que aporta la existencia de la persona, enfocándose en sus capacidades.

“Las cuestiones de la vida y la muerte, la buena o la mala nutrición, la condición o la fortaleza de una buena o mala salud, no son solo materia de diversidad cultural, sin embargo son experiencias que son formadas culturalmente y que pueden influir de muchas formas”. (Nussbaum).

O en otras palabras: “El hambre es hambre, pero lo que califica como alimento es determinado y obtenido culturalmente”

El humano es una realidad que tiene una conformación heterogénea, mas requiere unas constantes para poder desarrollarse de una manera idónea.
Hay que detectar estas constantes y profundizar en lo propiamente humano, si es que queremos desarrollar una sociedad responsable que respete la dignidad de las personas y promueva el desarrollo humano.


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