martes, 23 de mayo de 2017

EL MATRIMONIO EN GRECIA.

El matrimonio es una institución con un ritual rígido.
En Atenas las esposas (como los esclavos, los hijos pequeños y los ancianos) carecen de todo tipo de derechos (políticos, jurídicos,…)
Las esposas jamás asisten a las cenas, junto a sus maridos, y las que están solteras apenas salen a la calle, quedando alejadas de las miradas de los varones, hasta los de su propia familia.
Los varones, en cambio, pasan  el día fuera de casa, de cháchara con sus amigos (como hoy casi todos los jubilados que no estén viendo la tele)

Sócrates le pregunta a Critóbulo: “¿Conoces a alguien con quien hables menos que con tu esposa?”
Y éste le responde: “si los hay son muy pocos”.

Una joven ateniense todo lo que sabe y tiene que saber lo aprende con su madre, con su abuela o con las criadas y, generalmente, son técnicas domésticas: cocina, cómo tratar la lana y los tejidos y unos rudimentos de lectura, de cálculo y de música.

La educación de los muchachos es diametralmente opuesta.

Los matrimonios son acordados por las familias y la mayoría de las veces los esposos no se conocen antes de casarse por lo que, es fácilmente comprensible que acaben buscando la satisfacción de sus deseos sexuales fuera de la casa.
Incluso, a veces, ni la propia esposa asiste a la ceremonia, como si la cosa no fuera con ella.
Muchos atenienses tenían una concubina (a la que ellos habían elegido, la conocían previamente y les gustaba) sin tener, por eso, que separarse de su mujer.

Las cortesanas eran, mayormente, esclavas y sus servicios sexuales eran recompensados con un óbolo, no así las hetairas de lujo que costaban un pastón por sus servicios.

La palabra “eros” (amor) se empleaba, en primer lugar para designar el sentimiento apasionado que unía al “erómeno” y al “erastés”, lo que se conoce como “amor griego”

La principal función del matrimonio es tener hijos legítimos y criarlos.
En Esparta un marido viejo de una mujer joven que no se queda embarazada puede, legalmente, proporcionarle un amante joven para conseguir el propósito reproductor.

Nada de amor, afecto, cariño,… entre los esposos. Todo es rutinario: él pone la simiente (el semen) ella pone la tierra (su vientre), no tiene por qué haber placer en el acto sexual, incluso estaba mal visto que ella tuviera un orgasmo, sería calificada por su marido como “viciosa”
El amor, el afecto, el placer,… se busca y está fuera de la casa y lejos del matrimonio.

El marido siempre tiene derecho a repudiar a su mujer.
Una de las causas más frecuentes de repudio era la esterilidad. Si no se quedaba preñada ella era la causante y la culpable, no iba a ser el marido, al que siempre se le supone fecundo (machismo puro y duro).

Si el marido quiere divorciarse puede hacerlo cuando le dé la gana pero si es la mujer tendría que denunciarlo delante de un tribunal y depende de la valoración que el tribunal haga.

Los malos tratos delante del tribunal ya se consideraban un motivo válido para romper el matrimonio.

El hecho de que el marido buscara fuera de la casa el placer tenía como consecuencia que los matrimonios eran poco fecundos.

Como, además, el aborto era libre y existía la costumbre de abandonar a los hijos recién nacidos que no se podían mantener influía sobre el bajo incremento demográfico.

El ámbito privilegiado, casi exclusivo, del amor (eros) era el amor homosexual masculino.
Se afirma que este tipo de amor era la consecuencia del mucho tiempo que los varones permanecían en campañas militares, en la guerra, lejos de mujeres.

Una costumbre espartana era que la mujer se disfrazaba de hombre, en la cama, cuando el marido regresaba de la guerra, para que no se encontrara con algo distinto a lo que estaba acostumbrado y se echara atrás en el acto sexual.

Un varón maduro y un adolescente de 12 a 18 años era la vinculación apasionada ideal.

La “pederastia” pedagógica se define como “el amor que cautiva a un alma joven y con buenas cualidades y que, a través de la amistad, llega a la virtud”
Pero no todas acaban en relaciones sexuales, porque la violación del efebo estaba prohibida.

De día y ante la sociedad nada de señales sexuales, todo muy serio y frío, gimnasio, baños, incluso aires de filósofo y de sabio pero por la noche, en la cama…esa podía ser la relación de Sócrates con Alcibiades, y, quizá también Platón podría haber sustituido a Alcibíades, con su maestro.

Y es que es muy poco lo que se sabe de la vida de Platón: que nació en el 427, que vivió hasta los 80 años y que su familia era de clase alta.
Muy modesto, serio y educado, que apenas se reía. Que asistía a las clases de Sócrates, al que veneraba, como se demostró cuando lo defendió al ser condenado en el 399, haciendo responsable de su muerte a toda la sociedad.

Sabemos de sus viajes a Egipto y a Sicilia, para poner en práctica su doctrina de la República (lo que terminó, siempre, en fracaso) y parece ser que en Siracusa forjó un sólido afecto personal hacia un joven, de nombre Dion, cuya hermana estaba casada con Dionisio I, el Viejo, y al que, en un poema lo llamaba “amor” y aseguraba que lo había vuelto loco.

De regreso a Atenas fundó la Academia, compartiendo mesa (y quizá otras cosas) con los discípulos.
Si en su testamento quien más beneficiado salió fue un efebo discípulo, de nombre Adimanto, pues puede ser una confirmación de la sospecha.
Al morir Dionisio I, el Viejo, y sucederlo en el trono Dionisio II, el Joven, Dion lo invitó otra vez a poner en práctica sus ideas políticas y, tras el nuevo fracaso, volvió a Atenas, a su Academia y, poco después, se le unió Dion.


Volverían ambos a intentar poner en práctica sus ideas sociales y políticas y tras otro fracaso fue vendido como esclavo pero, reconocido en el mercado de esclavos por un antiguo discípulo, Amníceris, lo compró y volvió, libre a Atenas, pero Dion sería asesinado.

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