Cuando uno (yo) hace
excursiones y transita por terrenos que no son los habituales comienza a
maravillarse para terminar asqueándose y preguntándose por qué somos tan
imbéciles.
Resulta que el 97% de nuestro
ADN es ADN basura.
Resulta que el 60% de los
genes humanos son, básicamente, los mismos que se encuentran en las moscas de
la fruta,
Resulta que, como mínimo, el
90% de nuestros genes son los mismos que se encuentran en los ratones y que,
incluso, tenemos, los humanos los mismos genes para que tengamos una cola
(bastaría con activarlos).
Resulta que los humanos
tenemos 45 cromosomas, pero que algunos helechos tienen más de 600.
Resulta que el pez pulmonado
tiene 40 veces más ADN que nosotros.
Resulta que, incluso, un tritón
tiene 5 veces más que nosotros.
Resulta que, si en los años
90 se creía que el hombre tenía, al menos, 100.000 genes, los primeros
resultados del Proyecto Genoma ya los rebajó a 30.000-40.000, poco más o menos
los mismos genes que se encuentran en la hierba.
Resulta que el hombre y el
chimpancé compartimos el 99% de ADN.
Resulta que todos los seres
humanos (tú, yo, la vecina del ático y cualquier refugiado que viene huyendo de
la guerra y muere en el mar o llega a tierra en condiciones deplorables, incluso
cualquier mal-nacido que a diario, con el coco comido y vacío, se inmola como
mártir siendo, en realidad, un terrorista homicida), todos tenemos, de media,
el 99,9% de genes iguales, que es lo que nos convierte en especie.
Resulta, pues, de todo lo
anterior, que nuestra individualidad depende de ese restante 0,1%.
Coincidiendo en un 99,9% y
sólo diferenciándonos en el 0,1% ¿Por qué somos tan imbéciles como para
matarnos mutuamente, sin parar?
Si, incluso, “tus hijos no
son tus hijos, son hijos e hijas de la vida, deseosa de sí misma” como dice el
poeta Khalil Gibran.
Si sólo somos instrumentos de
los que se vale la vida para seguir ella, echándonos, poco a poco y uno a uno,
a la cuneta.
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