domingo, 26 de junio de 2016

EL CAPITALISMO: EN EL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL SANTO MERCADO



El Capitalismo fue, a la vez, una doctrina descriptiva, una radiografía, de cómo funcionaba, cómo actuaba, la economía, y una doctrina prescriptiva (cómo debe actuar el capitalista), la reinversión de los beneficios en actividades productivas para incrementar ese pastel total del que todos puedan comer.

Es como una nueva religión, adaptable a las situaciones y que, si cree que una actividad tiene futuro de productividad, allí estará él, participando en ese proyecto de investigación con la productividad prevista a medio, incluso a largo plazo.
La obsesión de la inmediatez de la ganancia cede a la mayor ganancia no inmediata. Recoger mucho más, aunque no sea recoger enseguida.

El capitalismo invierte en perspectivas, estudiadas, pero no del todo aseguradas.

El filtro, obligatorio, que siempre pone el capitalista inversor, para el préstamo, es la perspectiva favorable.

Pero no sólo van de la mano, como en sus inicios, capital e industria.
Hoy, y cada vez más, la ciencia y la tecnología están siendo las hermanas siamesas, inseparables, del capital. Sin éste, aquellas son imposibles.

No sólo los individuos, también los gobiernos comenzaron a ser más fuertes cuando se sirvieron de los “créditos” más que de los “impuestos” para sus ansias expansionistas.

Serían los Banqueros y los Grandes Comerciantes los que tendrían cogidos por los huevos a Reyes y Aristócratas.

Colón buscaba patrocinadores (“sponsors”) para su nueva aventura y nadie, ningún Rey le hizo caso ante la inseguridad de los viajes y que, además, aunque más larga y peligrosa, ya existía una ruta hacia las Indias Orientales, aunque ahora fuera abordándolas por Occidente, hasta que dio con Isabel de Castilla que, tras la toma de Granada, se implicó en el proyecto.
Pero la Reina no disponía de capital y tuvo que solucionar el problema (del querer y no poder) pidiendo créditos siendo los bancos prestamistas los que, junto a los Reyes, se beneficiaran de las riquezas americanas.

El círculo mágico se cerraba sobre sí mismo: el Crédito financiaba los nuevos Descubrimientos, éstos condujeron a la creación de Colonias, de las tierras descubiertas y conquistadas, las Colonias proporcionaban Beneficios, éstos generaban Confianza y ésta se traducía en nuevos y más cuantiosos Créditos.

Créditos – Descubrimientos – Colonias – Beneficios – Confianza – Créditos.

Como ningún inversor privado quería exponerse a perder todo el préstamo, si la expedición fracasara por cualquier circunstancia, se crearon las Compañías por Acciones en las que varios o muchos aportaban algo, no lo exponían todo, y se beneficiaban, si todo salía bien, en proporción a lo prestado.

La Confianza, cumplida, generaba más Confianza, aunque no segura, y se incrementaba el Crédito.

Es curioso: la Psicología en la base de la Actividad Económica.
De todas las maneras, así es como funciona la Bolsa, en la que se venden y se compran expectativas, no realidades.
Cuando la Bolsa se hunde ¿qué es lo que se hunde?

Pero el capitalista quiere/pide/exige a los gobiernos la libertad absoluta, total.
Que el poder político mire para otro lado ante el desarrollo económico y la libertad de actuación tanto en el movimiento de capitales como de personas.

Todos recordáis el “laissez faire, laissez passer”, la expresión francesa que significa “dejen (déjennos) hacer, dejen (déjennos) pasar”, refiriéndose a una completa libertad en la economía: libre mercado, libre manufactura, bajos o nulos impuestos, libre mercado laboral, mínima intervención de los gobiernos,…
La Ley que debe regular la economía es la Ley de la Oferta y de la Demanda, que irá equilibrando la economía.
A mayor demanda de un producto será mayor el precio (independientemente del coste) y a menor demanda menor precio.
Pero esto mismo también debe ocurrir en la Oferta y Demanda en la contratación de la mano de obra.
Esta ley del Capitalismo, así, sería una injusticia manifiesta y un abuso tanto en los precios como en los salarios.
Pueden controlarse la salida de productos al mercado (los stocks), para no inundarlo y puede matar de hambre a la población que quiere trabajar.
El capitalista sabe que ganará más cuantos más productos venda y con un costo de producción más barato, pero también podría enriquecerse pagándole menos a los empleados y aumentando las horas de trabajo, con lo que repercutiría en el menor costo.

El Estado, pues, deberá negar al Capital esa libertad total deseada o exigida.
La supervisión es necesaria para que los beneficios que se obtengan provengan de manera justa

Pocas personas querían trabajar en los campos americanos del algodón o de la caña de azúcar, con ese sol tropical sobre sus cabezas, por lo que se recurrió a la esclavitud (hasta 10 millones de africanos) aunque hubo que esperar mucho tiempo en considerar la esclavitud como algo inmoral porque, en un principio, el esclavo y el burro, laboralmente hablando, sólo tenían una diferencia, ser bípedo o cuadrúpedo.

Si con uno ojo sólo se mira a la producción y con el otro la ganancia o beneficio se pierde la perspectiva de la justicia.


No nos gusta, a nadie, el “capitalismo salvaje”, a muchos ni siquiera le gusta el “capitalismo moderado o domesticado” pero la pregunta surge: ¿podemos vivir sin él?

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