domingo, 9 de marzo de 2014

7.- 22 - LA CULTURA LITERARIA.


 
La literatura es concebida como una actividad explícitamente realizada por quienes tienen una inclinación a producir obras artísticas mediante el lenguaje, con un objetivo primariamente creativo en sí mismo pero finalmente dirigido a su difusión en un medio social incluso como una forma de profesionalidad y un medio económico de vida y a la cual otros grupos de personas están atentas como lectores, analistas o estudiosos.

La historia de la humanidad no conoce sociedad que no tenga arte. El arte es uno de los rasgos que diferencian a la colectividad humana de la animal. Pero, ¿para qué sirve el arte o la literatura?

Sería, entonces, conveniente formularnos otra interrogante paralela: ¿para qué sirve la vida?

Sin duda, todos percibimos con nitidez que la validez de la vida se impone por encima de cualquier lógica utilitaria y simple.

La vida no necesita una justificación instrumental, utilitaria o racional; simplemente es y el alcance de su sentido va más allá de ese tipo de interrogantes.

Igualmente, el arte o la literatura no se pueden evaluar con criterios instrumentales o utilitarios.

Como una flor o un amanecer, simplemente existen y se producen, sus sentidos escapan a una lógica reduccionista, su justificación no radica en la “utilidad inmediata” que ellas brindan. Como la vida, con quien dialogan permanentemente el arte o la literatura, están más allá de una justificación simplista, sus alcances van más allá de una lógica utilitaria o inmediata.

A pesar de que el arte no es imprescindible desde el punto de vista de las necesidades vitales inmediatas ni desde la óptica de las relaciones sociales obligatorias, la continuidad y permanencia del arte en la historia humana prueba su importancia y necesidad.

Desde que surgió un excedente productivo mínimo, en los albores de la humanidad, que dejaba cierto tiempo libre a los miembros de una comunidad, se manifestó a través de ciertos individuos un impulso singular que los llevaba a asumir conductas diferenciadas.

Los dibujos en las cuevas de Altamira o las partituras de Mozart nos señalan la existencia de una actividad singular, en las distintas sociedades y culturas de la historia, sin finalidad biológica alguna.

Se ha escrito mucho sobre el origen del arte y se le ha relacionado con la magia, con el trabajo y con el juego.

En los remotos inicios de la humanidad, cuando muchos fenómenos de la naturaleza y de la sociedad no podían ser explicados de manera racional y coherente a través de los instrumentos disponibles por el conocimiento, se intentaba la explicación fantástica o imaginativa.

Así, surgen los mitos y creencias que configuran la singularidad de cada comunidad humana.

Un aspecto a la vez dudoso, que no era explicado convenientemente, como es la conducta artística, fue a su vez incorporado por extensión al tipo de fenómenos mágicos o maravillosos.

Así, en la antigüedad, los artistas tenían el mismo estatus o posición que los sacerdotes o brujos, gozando de los privilegios del poder,

Como los dementes, los artistas fueron vistos como marcados por la divinidad. Siendo contradictoriamente motivo de admiración y de rechazo, alabados y encarcelados, recibidos con entusiasmo o exiliados por peligrosos. El arte era visto como un instrumento mágico y sirvió al hombre para dominar la naturaleza

Toda obra creativa lleva impresa varios componentes, desde biográficos a imaginados, desde sociales a familiares, que, de una u ora forma aparecen plasmados en la obra.

De aquí que, con el transcurrir del tiempo, la preocupación sobre el origen del arte se traslada, también, desde los aspectos mágicos y divinos de la obra a interrogantes sobre la vida de los artistas.

Es el autor el que concita el interés de los estudiosos, pues se supone que mucho de lo plasmado en sus obras depende o tiene su origen en la biografía del artista.

Entonces, determinar conflictos o vivencias en lo biográfico del productor echaba luces sobre el producto artístico y ofrecía un camino a la explicación de la naturaleza del arte.

Posteriormente, para el pensamiento materialista histórico, el individuo sólo expresa la acción de poderosas fuerzas sociales, de manera que el lugar del individuo y su biografía se ve ocupado por las diferentes clases sociales.

En la base de esta perspectiva hay la consideración del origen del arte como consecuencia y producto de la actividad productiva humana.

Para este pensamiento el arte es una forma de trabajo.

Por lo que la preocupación se traduce en la poca preferencia por el término “creación” y la elección del vocablo “producción”

Al señalar que el lenguaje apareció junto con los instrumentos y el trabajo, este tipo de enfoque puso énfasis nuevamente en la relación  entre arte y lenguaje.

La subordinación e instrumentalización del arte será un sueño acariciado por regímenes marcadamente autoritarios.

La función que se le asigna al arte dependerá de los diversos enfoques.

Para quienes consideran que el arte es una forma de conocimiento, asimilarán al arte a una función mimética, es decir, de imitación o reflejo de la realidad. Esta posición viene desde Platón y Aristóteles, desarrollándose a lo largo de la historia...

Quienes asumen que el arte es expresión, ligarán su función a lo estético y en tanto emoción de una subjetividad, pretenderán negar en el arte alguna función cognoscitiva, reiterando que no es vehículo de saber, sólo plasmación de la belleza.

El arte es un lenguaje, es decir, establece una comunicación entre un emisor y un receptor. Al definir el arte como lenguaje estamos precisando lo esencial de su organización. Para que el destinatario comprenda al remitente del mensaje es necesario que exista un intermediario común: el lenguaje.

Pero el arte y la literatura son lenguajes especiales, son lenguajes que se basan en otros lenguajes (lenguas naturales, colores, notas musicales, etc.).

El estudio de la literatura y el arte no puede reducirse al “contenido” o mensaje, dejando de lado la “forma” o particularidades artísticas.

¿Qué comunica el arte? Evidentemente no se trata de un tipo de información constatativa o verificativa, es decir, de la que podamos establecer su verdad o falsedad; sino se trata de un tipo de información realizativa.

Pero hay que destacar que una cosa es la verdad del lenguaje y otra la verdad del mensaje. Nadie se plantea la verdad o falsedad del castellano o el griego.

Al artista no hay que juzgarlo por la verdad de su lenguaje, en oposición a la verdad de su mensaje, pues ni uno ni otro existen separados, lo que interesa es distinguir lo que nos suscita su obra, distinguir la emoción psicológica de la artística.

La mayoría de los seres humanos nos emocionamos por un amanecer, por un accidente, por un hecho injusto,… pero no todos los seres humanos en base a esa experiencia o vivencia psíquica podemos escribir una novela, pintar un cuadro o componer una sinfonía.

El artista es ante todo un hombre, que no puede dejar de participar y pertenecer a la sociedad, la humanidad, lo que implica que asuma valores y puntos de vista, posturas políticas y creencias morales.

Sin embargo, su dimensión artística no se reduce a esa vida o ese rasgo común.

El artista o escritor logra trascender esa dimensión e instaurar una segunda naturaleza a su vida, expresada en la diferencia existente entre sus emociones vitales o psicológicas que le sirven de sustento y las emociones artísticas o sensibles que logra plasmar en sus obras.

La historia tiene múltiples ejemplos de grandes escritores que llevados por su sensibilidad confundieron su compromiso artístico con el político y terminaron apoyando a dictadores o genocidas.

Debemos hablar, pues, 1º.- de una realidad textual, es decir, de un texto o estructura de lenguaje altamente organizada. En ese nivel debemos distinguir: 2º.- lo pre-textual, es decir aquello que ha dado origen o motivado la producción del texto, es decir las vivencias, experiencias o emociones psicológicas desencadenantes; 3º.- lo contextual, o ámbito social, cultural donde se recepciona dicho texto, es decir, la situación comunicativa que establece con el entorno, de la que viene y hacia la que vuelve; y, finalmente, 4º.- el subtexto, aquellos elementos imaginarios o del deseo, que se han originado en las emociones psicológicas, experiencias o sucesos personales o sociales que permanecen latentes o sumidas como impulsos ciegos en la propia estructura textual, subterráneamente, inconscientemente, como conjunción entre emoción y razón.

TEXTO – PRETEXTO - CONTEXTO – SUBTEXTO.

Esto nos lleva al contraste entre el pensamiento y el sentimiento, es decir, al tema de la imaginación.

Por oposición al pensamiento  el sentimiento se presenta como algo simple, íntimo e incanjeable.

Mientras que el pensamiento es bipolar (verdadero- falso), básicamente público (1 + 1 = 2 ó 45 grados es la temperatura) son pensamientos o conocimientos que involucran y pueden compartir muchas personas) y corroborables o verificables, el sentimiento se muestra como una realidad contraria: más que verdadero o falso un sentimiento es o no es, es decir, existe o no, es exitoso o es defectuoso, fracasa o triunfa; tampoco es colectivo, pues cada uno tiene frente a los 45 ºC de temperatura una personal y no intercambiable manera de sentir ese calor, muy personal.

Mientras la imaginación del científico está al servicio de la racionalidad, el artista posee una imaginación centrada en eventos únicos e irrepetibles que intenta trascender desde una comunidad emocional.

Por todo lo dicho, podemos concluir que el arte y la literatura son una realidad muy singular, altamente organizada y que nos comunican información, sentimientos y perspectivas, si no opuestas, sí complementarias al conocimiento científico o a la experiencia racional.

La literatura forma parte de un conjunto de expresiones culturales que habitualmente se integran en el concepto de las “Humanidades”; conjuntamente con otras disciplinas como pueden ser las otras artes, tales como la música, la pintura o la escultura, la filosofía, la economía, el derecho, y otras que tienen como factor común el ser resultado de la actividad humana, y no meros productos de la naturaleza. Reservándose, para el estudio de estos últimos, la denominación de Ciencias.

Los artistas y sus obras, vistos como antenas sensibles de la especie, permiten ampliar los alcances de nuestra actividad, proyectar más allá de las posibilidades calculables nuestra capacidad humana e inventan, prefiguran o delinean anticipadamente la acción futura, que acompaña como una sombra al cuerpo del conocimiento, la ciencia o el saber.

Hay una estrecha relación entre el arte, la cultura y la sociedad que es necesario resaltar y estudiar, pues su importancia para una adecuada formación intelectual, para la comprensión de nuestra naturaleza humana y para una introducción a la creación verbal es fundamental.

Toda creación humana es cultura, por lo tanto la literatura es también un hecho cultural producto de la creación literaria, que crea y difunde la cultura.

Así mismo la creación literaria es el producto de las experiencias vitales, de la imaginación y de la creatividad humanas, acumuladas a través del paso del hombre sobre la tierra, por lo que encierra una enorme sabiduría, fruto de sus vivencias o de su imaginación que se registran en los diferentes géneros literarios, con los que nos identificamos las diferentes generaciones al través de los tiempos, por lo tanto la literatura constituye un enorme legado cultural en el que se ve reflejada la propia historia de humanidad, con sus errores y aciertos, con sus luces y sobras, sus grandes anhelos, temores, logros y frustraciones.

Valerse del lenguaje para expresar emociones, para comunicar sensaciones o pensamientos, es sin duda uno de los motivos de propia existencia de ese lenguaje entre los hombres. De tal manera, no puede llamar la atención que hayan existido textos que puedan calificarse de literarios, desde lo mismos inicios de la escritura.

Nuestro gran literato, Miguel de Cervantes, cultivó los tres grandes géneros literarios (poesía, teatro y novela) con el mismo empeño, aunque con resultados bien distintos. La historia literaria ha respetado siempre la evaluación adelantada por sus contemporáneos: fue menospreciado como poeta, cuestionado como dramaturgo y admirado como novelista.

Numerosos narradores empiezan o terminan sus relatos con alguna anécdota a partir de la cual despliegan una historia de largo recorrido.

La primera gran novela moderna, el Quijote, arranca con el relato de una anécdota inolvidable por su excentricidad y por su carácter insólito que, a pesar del tiempo transcurrido desde que aconteció, fue rescatada casualmente del olvido en el que yacía.

La historia de un pobre hidalgo ya entrado en años que, de tanto leer libros de caballerías, decide una mañana de julio transformarse él mismo en un caballero andante y abandona la anónima aldea natal con el propósito de revivir las mismas aventuras de estos personajes que protagonizaban las novelas de caballerías.

Don Quijote de la Mancha es la novela cumbre de la literatura en lengua española. Su primera parte apareció en 1605 y obtuvo una gran acogida pública. Pronto se tradujo a las principales lenguas europeas y es una de las obras con más traducciones del mundo. En un principio, la pretensión de Cervantes fue combatir el auge que habían alcanzado los libros de caballerías, satirizándolos con la historia de un hidalgo manchego que perdió la cordura por leerlos, creyéndose caballero andante.

Para Cervantes, el estilo de las novelas de caballerías era pésimo, y las historias que contaba eran disparatadas. A pesar de ello, a medida que iba avanzando el propósito inicial fue superado, y llegó a construir una obra que reflejaba la sociedad de su tiempo y el comportamiento humano.

La buena literatura es, esencialmente, antropológica pues pone al descubierto aspectos esenciales de la condición humana, desde la conciencia moral en “Crimen y castigo” a la muerte en “Cinco horas con Mario”, desde la lucha por la justicia en “Poema de Mío Cid”, hasta el cambio de mentalidad histórica en “El nombre de la rosa”, desde la compasión en “El viejo y el mar” al sufrimiento en “Lazarillo de Tormes”,….

No se trata tanto de contar (que también) como de “contarlo bellamente”, por eso la literatura es doblemente cultura.

No es lo mismo decir: “te quiero mucho” que decir: “si tu me dices ven, lo dejo todo”.

“El jinete se acercaba tocando el tambor del llano”.

Produce una percepción auditiva. Es una transformación de la acción táctil de los cascos del caballo sobre el camino. Las pisadas también producen el traqueteo sonoro.

Hace posible la metáfora del llano convertido en tirante piel del tambor.

La intensidad y la originalidad marcan la diferencia.

La riqueza conceptual y el dominio de los recursos estilísticos marcan la diferencia. Hace que lo mismo suene mejor. La musicalidad de las palabras presentes en todo poema que se precie, aunque sea de rima libre. El ritmo.

Ideas no simplemente expuestas sino envueltas en la magia del lenguaje que logra la belleza literaria.

¿Qué son los clásicos sino los que han sabido tratar bellamente los temas humanos universales? Por eso, aunque todo lo de alrededor cambie, ellos permanecen, porque han acertado a expresar bellamente las cuestiones fundamentales humanas.

La Ilíada y la Odisea, tras tres mil años, sigue siendo un ejemplo de que ellos son como nosotros, o nosotros como ellos.

Seguramente, podíamos calificar a Homero como el primer artista de la cultura occidental, tras bajarse el telón de la prehistoria, al entender la complejidad de la condición humana y revestirla con una forma literaria bellísima.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario