martes, 13 de septiembre de 2011

NO ME GUSTAN


Una de las mayores tonterías escritas y que, continuamente se repite, es la de “sobre gustos nada hay escrito”.
Mentira. Sobre gustos hay escrito lo habido y por haber. A mi me gusta pasear por la Carihuela y ver salir el sol (lo que hago siempre que puedo) y no me gusta ni el Opus, ni los Legionarios de Cristo, ni los Kikos.
¿Qué quiere esto decir?. Sencillamente eso, que NO me gustan.
¿Los prohibiría yo?. Por supuesto que no. A nadie prohibiría que…. ni a nadie obligaría a….. Sencillamente, como no me gustan no ingreso en ninguna de esas comunidades o sectas.
Allá el gusto de cada uno. A mí no me gustan. Si alguien es feliz perteneciendo a una, a las dos o las tres, simultánea o sucesivamente, allá él. Que sea feliz, que es lo importante.
Y que nadie me diga que cómo lo sé “si no he experimentado”. Tampoco he experimentado la homosexualidad. Y no necesito ni tan siquiera probarlo, porque no me gusta.
¿Odio, pues, a los homosexuales?. ¡¡¡Por Dios!!!, NO. He sido, soy y seguiré siendo tolerante con las ideas y respetuoso con las personas. Pero que no me obliguen a…
Yo soy un agnóstico religioso, filosóficamente libre, moralmente responsable, políticamente demócrata, ideológicamente tolerante, un ilustrado en el sentido pleno de la palabra, amante de mi trabajo, un abuelo empedernido, amigo de mis amigos y enemigo de nadie.
Soy alguien que busca, pide, expone y exige razones, argumentos, a quien quiera dialogar conmigo, para que puedan ser confrontados.
Soy respetuoso con las creencias, con todas las creencias, pero que no se me las presente como argumentos.

El que a mí no me gusten ciertas cosas, ideas o creencias, sólo quiere decir eso, que “no me gustan”, pero como volteriano, que me considero, yo también “daría mi vida para que tú, con quien no las comparto, puedas ejercer tu derecho a tenerlas y practicarlas”.

Lo que sí me gustaría, de ellos, es que si alguien, que voluntaria o forzosamente entró, pueda, también, voluntariamente, salir sin chantajearlo y haciéndole la vida imposible (y son muchos casos los que conozco, empezando por el arquitecto cuya obra he admirado, el catalán Miguel Fisac.

Libertad para entrar, para estar y para salir. Por supuesto que SÍ.

Yo no sería feliz vistiendo traje y corbata, practicando la endogamia, viendo a los de fuera como peligrosos demonios disfrazados de personas y cantando salmos, a coro, en los retiros dominicales. Soy más feliz en la playa, oyendo las olas, sintiendo el mar, pisando la arena, y disfrutando, sólo con la mirada, casi lúbrica, de los desafiantes pechos limonáceos de jovencitas venusinas, pecando de pensamiento. Hasta ahí llega mi condición pecaminosa (no delictiva)

Son varias las parábolas que nunca he tragado, y una de ellas era la del Pastor y las ovejas. No me gustan los borregos que a la voz del pastor… Ni me gusta gritar, ni que me griten.
Prefiero más a los líderes que se desviven por los que malviven, pero que son callados y ejemplos a seguir (llámese Vicente Ferrer o Teresa de Calcuta) que a telepredicadores como Escribá de Balaguer, Maciel o Kiko Argüello.

No me gustan las masivas afluencias de cientos de miles de personas que aplauden y vitorean a quien no considero meritorio.

No sé si Kiko Argüello es el nuevo “Aguirre, la cólera de Dios”, pero sí que “Camino” era una visión fidedigna del Opus Dei, y “no me gusta”.
Quien sea feliz en la jaula, cantando, y libre del peligro de ser cazado por el gato, ¡mi enhorabuena¡. Yo prefiero la libertad de volar y cantar, si me apetece, el “Asturias, patria querida”, tras haber dado cuenta, con mis amigos, de un buen Rioja.

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