martes, 15 de marzo de 2011

LAS BRUJAS

¿En qué quedamos?

¿“Hombre y mujer los creó”, los dos iguales y al mismo tiempo (Génesis. 1,27) o “Primero fue creado Adán y, de la costilla de éste, sacó a Eva” (después e inferior) (Génesis. 2.5)?
¿No será que hubo dos Evas: la 1ª, Lilith, la que cuando Adán quería tener relaciones sexuales, quizás ella no quisiese, o cuando Adán le exigía que ella se pusiese en una postura concreta ella le contestaba que por qué tenía que estar debajo si habían sido creados iguales y que “si quieres arroz, Catalina” y que “guri guri guri tarán tan tan” y se marchó del paraíso, largándose y follando con los demonios, como una leona, siempre insaciable (que yo no creo que las leonas sean así)
Por lo que Adán protestó ante Yhavé de la insumisión de Lilith y de su huida, así que…. (lo de la costilla, la 2ª Eva, Eva, inferior y compañera, sumisa y que, además, como es un poco tonta se deja engañar por el demonio…. la manzana… el pelanas de Adán que también come y, cuando se ve desnudo, le echa la culpa a ella: “la mujer que me diste por compañera….”

(En mi Web me extiendo muy detenidamente)

¿Por qué toda esta Introducción?, porque el machismo ha seguido a lo largo de la historia. Y como ésta la han hecho los varones, y ellos la han escrito, si las cosas salen bien, ellos son los autores, y si las cosas salen mal, hay que echarle la culpa a la mujer.

(Tranquilos, que voy a escribir sobre las brujas, que van a ser la nueva versión de Lilith).

En la Edad Media, uno de los deportes preferidos por los reyes era la caza, pero el deporte de la Iglesia era la cacería de brujas. Porque ellas eran las que cometían actos de herejía e iban en contra de la moral y buenas costumbres de la época.
Pecadoras, pues, de pensamiento, palabra y obra. Mal ejemplo para las demás mujeres.
Ya conocen el refrán: “fruta macada, fruta sacada del cesto” (¿o acabo de inventármelo?). Y allí estaba la Inquisición, Santa, la Santa Inquisición, con el fuego purificador, para que el mal no se extendiera.

¿Es que no había brujos y todas eran brujas?. Ya se nota, desde entonces, la discriminación por el sexo, por parte de la Iglesia (y, hasta ahora).
¿Eran feas y viejas y le daban ataques epilépticos, signos evidentes de estar poseídas por los demonios?.

¿Recuerdan El Nombre de la Rosa?. En los huertos de los Monasterios nació la primera farmacopea medieval.

La Iglesia detentaba no sólo el conocimiento teológico, sino también el conocimiento médico. Lo que hay que creer, con el alma, para que no caiga enferma, y lo que hay que aplicarle al cuerpo, para mantenerlo sano y esbelto o para curarlo del mal, si está enfermo.

El alma y el cuerpo eran de y para la Iglesia.
Pero como las brujas son herejes (no están en la fe verdadera) y son viciosas (pecadoras) y conocen remedios para sanar los cuerpos (monopolio farmacéutico, exclusivo de la Iglesia), habrá que deshacerse de ellas.

En la Edad Media regía la disyuntiva excluyente: o conmigo o contra mí, o bueno o malo, u honesto o vicioso, o puro o impuro, o con Dios o con el Diablo, o blanco o negro, o santo o hereje, o fiel o apóstata, o Ángel o Demonio,…. No existen los matices, el más y el menos, la gama intermedia. Funciona el esquema típico maniqueísta.

Como el hombre es, en esta vida, el continuador de la creación divina, para que triunfe el Reino de la Luz, habrá que acabar con las tinieblas. Para que Dios reinase en este mundo, había que acabar con el reino del diablo y con todo lo diabólico. Empezando por la lujuria, por el sexo, que era si no el más sí uno de los más grandes pecados.
¿Por qué, si no, era el voto de castidad (no sexo, ni de pensamiento, ni de palabra, y menos de obra) del clero, para dedicarse, a jornada completa, a Dios?.

¿Quién vio al primer San Agustín, nadando en la lujuria, el tío más mujeriego y crápula del norte de la África romana, arrejuntado y con una relación estable, durante 14 años,…… y con un hijo, Adeodato, (“el niño de mi pecado”) y el segundo San Agustín, que es, exactamente, todo lo contrario?.
De este segundo San Agustín procede toda la moral sexual de la Iglesia.

Tanto para San Agustín, como para Santo Tomás y para toda la Edad Media cristiana, en general, la mujer era un varón frustrado, un macho que no llegó a término, que se quedó a medio camino (¿qué es el clítoris de la mujer sino un pene varonil atrofiado, que iba camino de … pero que se ha quedado en…?).

La mujer es un ser imperfecto, incompleto, por lo tanto inferior (como la 2ª Eva del Génesis, la segunda versión de la creación del hombre).
¿Por qué la 2ª versión y no la 1ª?. Por el interés machista, tanto de la Iglesia como del varón laico.

El varón era el divino, el racional, la mujer era lo instintivo, lo irracional, lo animal. Por eso el varón debía dominarla y ella debía dejarse dominar.

Ella, con su instinto siempre a flor de piel, como animal sexual, aspirando a tener, siempre, la vagina ocupada, para amortiguar los calores o fuego uterino, era una tentación, un peligro para el varón, al que se le despertaban los bajos instintos, podía caer en la tentación y pecar (ya no comiendo de la manzana, sino foll…).

Las mujeres, al ser incompletas e imperfectas, también eras débiles y frágiles, por eso eran ideales para que el demonio las utilizase como puerta de entrada (nunca mejor dicho), con su cuerpo, para perder al varón, desviándolo del camino recto que lleva hasta Dios.

Las mujeres eran, como las hembras animales, sexualmente insaciables (yo no sé por qué esa creencia, cuando las hembras animales SÓLO se dejan montar en las época de fertilidad, que es cuando están en celo, mientras las mujeres son, precisamente al revés, pueden querer sexo cualquier día de la semana y a cualquier hora del día, sin tener nada que ver su ciclo de fertilidad).
Ellas ponían en riesgo la castidad de los varones, una de las principales virtudes.

El matrimonio medieval era ajeno al amor. Los contrayentes nunca se casaban enamorados. Eso sería una pasión. Y eso es malo. El amor, después, surgiría o no, con la convivencia.
El matrimonio medieval era preparado por los padres de ambos para asegurar la transmisión de la herencia.
La función principal del matrimonio era la reproducción, no el placer. Incluso había que intentar copular y no sentir placer. Sería lo perfecto.

¿Y si la mujer quiere sexo pero no quiere quedarse preñada?.

Aquí entran las posibles salidas que tenía la mujer medieval:

1.- Con sexo?, entonces a) esposa de un varón y b) madre de hijos. ¿Su lugar de estancia?, la casa, para estar a disposición del varón y para criar y educar a los hijos. Los domingos y fiestas de guardar, obligatorios los servicios religiosos, en la iglesia.

2.- Sin sexo?, entonces monja, voto de castidad, virgen, “casada con Dios”. ¿Su lugar de residencia?. El convento. Y allí, el “ora et labora” pidiendo por la salvación de todos los hombres.

3.- Las mujeres pobres sólo tienen tres salidas: o siervas, o vagabundas, o prostitutas. Éste es el gremio de las brujas: que no son vírgenes (como las monjas), que practican sexo (como las casadas), pero que no están casadas (por lo tanto “pecadoras y empecatadas”). De aquí a la hoguera purificadora sólo hay un paso.

El estado privilegiado era el “estar casadas con Dios” y el segundo lugar el estar casadas con un varón, el padre de sus hijos (del varón). En la Edad Media la gente estaba convencida de que el niño era 100% del varón. El grano de trigo produce la espiga, como el semen engendra al niño. (El óvulo, como la otra parte del feto, no se descubriría hasta el siglo XIX),
¿Y la mujer qué aportaba?. Lo que la tierra, y si la tierra es del señor, lo sembrado también. Y cuanto mejor sea la tierra, mejor, más sazonada, saldrá la espiga.

Las brujas solían vivir solas, en el campo, en caseríos del bosque, lejos de la ciudad, parecían raras, sin control por parte de varón alguno, no tuteladas, autónomas y autosuficientes económicamente, muy diferentes a las mujeres cristianizadas (porque al campo no llegaba la “palabra de Dios” y ellas no iban a la ciudad a cogerla).
Eran mujeres pobres, sencillas, no casaderas o no casables, por lo tanto menos reprimidas sexualmente, nada que ver con las “buenas mujeres” o “mujeres normales” del pueblo o de la ciudad, que debían ser “como los caracoles y las tortugas, llevando la casa a cuestas”.
Era normal su desaliño, o, quizá mejor, su dejadez estética, en contraste con las mujeres casadas, que debían estar “bellas” para poder ser deseadas por su varón, como “descanso del guerrero” (del marido cuando viniese de trabajar y ganar el pan para la familia)
Sin la noción de pecado, más liberadas y liberales, con conocimientos de la naturaleza que las rodeaba (las hierbas y sus remedios, las flores, …).
Ejercían de sanadoras, de curanderas, de parteras, igual te colocaban un hueso que se había salido de su sitio, descoyuntado, que te hacían un bebedizo con flores y hierbas para el dolor de cabeza, eran las médicas de las clases populares. Eran buenas perfumistas, cocineras, fueron las primeras farmacéuticas (preparando jarabes, ungüentos, recetas para enfermedades varias…)
Conocían, pues, la anatomía, la botánica, la sexualidad, la reproducción (¡a cuántos animales no verían copular y cómo se quedaban preñadas las hembras!).
Poseían un cierto saber y prestaban, con sus conocimientos, grandes servicios a la comunidad.

(Todos nosotros sabemos de los curanderos rurales, de muchos pueblos andaluces, que viven en cortijos perdidos en el campo y que lo mismo te solucionan un problema de hemorroides que los dolores de crecimiento en el estirón que pegan los chiquillos. No piden nada a cambio. Aceptan regalos. Al “Santo Manuel”, de Priego de Córdoba, yo recuerdo haberle llevado un cartón de Ducados)

Y aquí, y por todo eso, comenzó el problema y su desgracia. Porque esas cualidades serían interpretadas como poderes diabólicos. El diablo se había valido de ellas, por su incultura y analfabetismo, para poseerlas a cambio de darle poderes curativos.

Las brujas ponían en peligro el sistema establecido, porque la hegemonía de la práctica médica estaba en poder de los varones allegados a la Institución Eclesiástica.
La brujas, pues, estaban cometiendo el delito de intromisión, por lo que podían ser perseguidas.

La medicina académica masculina “versus” la magia y la hechicería femenina.

Otra vez el maniqueísmo, o sí o no, o la medicina popular de las brujas o la de los cultos Médicos Universitarios de los Claustros Medievales. La ciencia versus la hechicería. Por lo tanto, si es diabólico, a quitar de en medio el medio del que se vale el diablo. Persecución y aniquilación, Acusadas de herejía (¿Se le puede a alguien acusar de “desviado” = hereje, si no conoce la “vía”?. De aquí el “brujicidio” (que es un sexocidio).

El machismo de la época no podía consentir la competencia de “una mujeres incultas”…
Y es que estas mujeres, conocían tan bien la sexualidad que podían controlar la reproducción (y esto sí que era un pecado: follar sin reproducción), y también eran capaces de prepararte abortivos (más pecado todavía).

Si no tenían hijos, si no tenían varón, si eran ajenas a la ciudad, si eran analfabetas e incultas, si practican el sexo cuando les salía de…porque nadie, ajeno a ellas controlaban su sexualidad, si no se acicalaban para un varón, pero si conocían la naturaleza, y mucho, entonces tenían todas las papeletas para ser sospechosas de tener trato con el diablo.

Ha sido tradicional la fealdad de las brujas. Así que ya no sabe uno si son brujas porque son feas o son feas porque son brujas. Lo cierto y seguro es que el diablo tiene el camino abierto con las feas, porque como ningún varón les dice nada…

La Cultura, perfectiva, es al varón, lo que la naturaleza, salvaje, es a la mujer.

El peligro de dejar libre a la naturaleza femenina, que se descontrola y es capaz de descontrolar al varón, por lo tanto al mundo social, sería el triunfo del mal, el aparecer del diablo.

Ellas eran los modelos de una humanidad desviada de Dios, a la que había que parar para que la oscuridad no dejara ver a los hombres el camino recto, el camino moral y religioso.

Se les atribuía poderes, no propios, para que, a través de sortilegios (hechizos, embrujos, encantamientos, adivinación que se hace a través de medios mágicos) atentar contra personas, animales, cosas, cosechas, atmósfera, aguas,…

Durante los procesos de brujería, tanto los jueces, como los cirujanos y los verdugos, buscaban las marcas, las señales diabólicas en su cuerpo.

Una esposa “apasionada” podía ser denunciada por su esposo por sospechosa de haber sido captada por el diablo.

A las brujas se las desnudaba, se las rapaba y se las examinaba minuciosamente, sobre todo sus órganos íntimos, donde el diablo se escondía mejor que en ningún otra parte.
Los “inspectores” miraban aquel cuerpo desnudo, igual o parecido al de sus esposas, madres, hermanas, hijas,… pero veían en él el pecado”.
Como apareciera cualquier verruga, cualquier cabello alejado de su lugar, cualquier bulto o grano rojizo…

Bajo tortura podían confesar cualquier cosa, hasta “haberle dado al diablo un pelo de sus partes pudendas”.
(Ante el torno, o cualquier instrumento de la Inquisición, yo, Tomás, firmaría haberle dado muerte a Manolete o ser el instigador de Tejero o… cualquier cosa).

El pacto de la bruja con el diablo no era un pacto de sangre (importancia de la sangre en los pactos) sino un pacto de sexo (la obsesión por el sexo como el primer pecado (o el segundo) juntamente con la desobediencia.

Las brujas, lo que realmente fueron, es que eran transgresoras de la “normalidad” del resto de las mujeres. Fueron las primeras mujeres científicas o paracientíficas del cristianismo, a través de un saber experimental o transmitido de generación en generación, pero como eran calificadas de locas, irracionales, “demoníacas”, su saber sólo podía provenir del diablo.
Así que “muerto el perro, se acabó la rabia”.

El pacto sería algo así como: “tú me das tu alma y yo te daré mi poder” (que yo siempre me he preguntado por qué Dios, tras echarlos al infierno, no les quitó ese poder).
“Tú me das placer y poder y yo te entrego mi cuerpo y mi alma” para que a través de mí…

Un ataque epiléptico, unas convulsiones, una manifestación de histerismo,… era la marca diabólica.
Se podía poner en práctica el exorcismo religioso, pero como casi siempre (si no siempre) fallaba…
Habrá que esperar al siglo XIX para que estos fenómenos femeninos sean medicalizados y sean tratados psiquiátricamente.
Pasar del poder religioso al poder médico, de la creencia (inútil en la solución) a la ciencia (donde, con la cooperación de la “enferma”….)

Estos fenómenos de “brujería” (sobre todo en mujeres del campo) y de “posesión” (más abundantes en conventos,…), en el XIX serán considerados, más que como “fenómenos diabólicos”, como “fenómenos patológicos”.

Eso sí, aunque la brujería era practicada por “hechiceros” y “hechiceras” (“curanderos” y “curanderas”), sólo se actúa contra ellas porque:

1.- Son una Amenaza al sistema social y religioso, que descansa en los varones, un sistema “patriarcal”, “machista”
2.- Son un peligro, porque poseen saber y detentan poder (campos reservados a los varones).
3.- Son, pues, raras, al ser transgresoras.
4.- Son pecaminosas/están empecatadas por ser y manifestarse sexualmente libres.
5.- Son malos ejemplos para la población femenina, al ser independientes, autónomas, autogestionadoras de sus bienes.
6.- Son sabedoras, científicas.
7.- Son conocedoras de sus cuerpos, de sus partes erógenas.
8.- Tienen síntomas de histeria (convulsiones, temblores, espasmos, pérdida de control,…) que serán interpretados como manifestaciones diabólicas, consecuencias del pacto) (lo raro hubiera sido que tuvieran síntomas prostáticos, pero histéricos,… pero si todas las mujeres tienen útero).

Cuando, en una sociedad, el sistema predominante, el modelo social, es totalmente masculino (eclesiástico, civil, científico, educativo, laboral,….) el que unas mujeres posean saber y detenten poder (las denominadas “brujas”) son una amenaza para el sistema que, si es así, y es el que es, y está como está, es porque Dios así lo ha querido.
Querer cambiarlo es ir contra Dios, es como querer enmendar un error divino, es como desafiar a Dios y decirle que está equivocado, que también las mujeres…
Habrá que acabar con ellas, en el fuego que todo lo purifica, por herejes y por diabólicas (no tiene otra interpretación su poder, puesto que ellas,
las mujeres, son frágiles, débiles, deben ser sumisas,….).

Estamos a las puertas de que el Mito de PROMETEO (el futuro depende de cada uno, está en nuestras manos,) sustituya al Mito de ADÁN (hay que confiar, tener fe en Dios y pedírselo a Él).

Habrá que esperar bastante más a que el Mito de EVA (la compañera, la obediente y sumisa, la paridora y legitimadora de la herencia, la inculta, la mojigata,….) deje paso al Mito de la Primera Eva, de LILITH (la igual al varón, la sexualmente libre, la dueña y señora de su cuerpo, la buscadora de placer y del poder, la culta, la desinhibida, la laica, la luchadora, la crítica, la autónoma y autosuficiente, la transgresora, la…

He ahí el peligro que entrañaban las brujas.

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