sábado, 18 de noviembre de 2017

MICHEL FOUCAULT: SEXO Y PODER (1)


¿Cuál es la relación entre sexualidad y poder? ¿Y entre sexualidad, saber y verdad?

Porque existe una fuerte relación entre los discursos y los sujetos y los discursos acerca de la sexualidad con el poder.

Foucault establece que la palabra no surge de buenas, sin ninguna implicación, sino que dispone de ciertos mecanismos para su aparición.
Porque todo discurso se gesta según el juego contrastador de sujeciones y permisiones.

La sexualidad no es un simple dato natural del hombre, sino que es una construcción, forjada por diálogos de poder.
La sexualidad no es simplemente un dato biológico intrínseco en el hombre, sino que es a través del poder en el que es posible pensar una realidad sexual, y éste será un punto clave dentro de su genealogía.

¿Cuál es la verdad del sexo, una verdad que no hable sólo de represión, sino de construcción, en que sea posible pensar la construcción de los sujetos?

Son diversos los discursos que se gestan en torno a la sexualidad, haciendo énfasis en las diversas vivencias a las que se someten los sujetos, partiendo del contexto al que Foucault hace énfasis, y es el de mostrar que, como seres humanos, estamos envueltos en una historia, que no es más que el resultado de las luchas que se gestan en los discursos del poder, en su mecánica y en sus herramientas o dispositivos.

Se trata de ver que la sexualidad es más que un coito, que el cómo y el por qué, en un momento dado, estos objetos han sido tan problemáticos. 

Foucault al recurrir al sujeto de la ética, se da cuenta de que éste no es una creación social de una vez y para siempre, sino que se consolida como sujeto y como integrante de una sociedad a través de sus prácticas y discursos.

Para Foucault el sujeto está configurado por su época y el poder que lo legitima y es aquí donde se da el surgimiento de una serie de dispositivos, de fuerzas a los que este individuo que se está formando está de antemano inserto.

Foucault sentencia que el poder ha reprimido el sexo y si nos enfrentamos a un tipo de represión, lo ideal no es saber por qué hemos sido  reprimidos, sino determinar qué causas nos llevan a decir que somos reprimidos.

En “La Historia de la sexualidad”, en su primer tomo, él nos habla de una hipótesis que en primera instancia era el reflejo de una época silenciada para hablar de sexo.
En un primer momento podría pensarse que, por ejemplo, en la era victoriana, la realidad del sexo era reprimida.
Esta es una imagen tradicional alrededor del sexo que coincide con una imagen del poder puramente destructor y represivo.

Foucault se encarga de destruir esta imagen.

No se trata de que Foucault niegue la represión. Lo que Foucault hace es afirmar que ese elemento represivo estaba inserto en un proceso de construcción mucho más vasto.
El sexo, realmente, no se reprimía, se construía.
Y el sexo se construía a través del discurso.
Los elementos que parecen represivos servían igualmente, desde el punto de vista discursivo, para crear todo el aparato conceptual de la sexualidad moderna.

Hablamos pues, por ejemplo, de la pastoral cristiana, cuyo propósito consistía en la prohibición, en el silencio absoluto para hablar de sexo.
Pero “la pastoral cristiana ha inscrito como deber fundamental llevar todo lo tocante al sexo al molino sin fin de la palabra”.
Lo interesante de esta pastoral cristiana, es que ese campo de censura fue el toque para despertar en los sujetos ese interés por lo oculto, por aquello que, aunque prohibido, o por prohibido, es apetecible, el resultado de esto es que precisamente en esta época la literatura como expresión de la época tuvo una proliferación escandalosa de discursos relacionados con el sexo.

Además la pastoral cristiana y el recurso de la confesión transformaban el sexo en discurso.
Se obligaba al sujeto a hablar sobre su sexualidad.

“En lugar de ver en este hombre singular, al evadido valiente de un “victorianismo” que lo constreñía al silencio, se inclinaría a pensar que en una época donde dominaba consignas muy prolijas de discreción y pudor, fue el representante más directo y en cierto modo más ingenuo de una plurisecular conminación a hablar de sexo”.

Lo que el cura te preguntaba, lo que el confesante le decía, lo que el cura te aconsejaba y, después, con la palabra, te perdonaba.

Dado que la vida íntima de las personas no puede ser manipulada, los sujetos atrapados en sus emociones tan intensas como las que se viven actualmente en las sociedades modernas, crearon un atractivo y exitoso modo para desahogar sus impulsos hasta entonces reprimidos, no en la cama, sino en el lenguaje.

Lo que despertó en los sujetos un interés aun mayor por el sexo.


Como era pecado la palabra (“pecado de pensamiento, de palabra, de obra y de omisión”)….

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