lunes, 18 de abril de 2016

¿EL GIRO COPERNICANO?



Todos sabemos que durante miles de años el hombre defendía y se valía, para explicar el universo, de la teoría Geocéntrica.
La tierra ocupaba el centro del universo y tanto el sol como los planetas giraban alrededor de ella, en órbitas circulares (pues la circunferencia era la figura geométrica perfecta, sin principio ni fin) y con movimientos uniformes, siempre a la misma velocidad, a pesar de que, observando bien, aceleraban y frenaban en su caminar, pero era explicable con hipótesis ad hoc.

Todos vemos, a diario, cómo el sol sale, por las mañanas, por el Este o Levante, a mediodía está en el Sur y al atardecer se esconde por el Oeste, se “pone” por el Poniente.

Que la tierra estaba en el centro y en reposo era algo evidente, no sólo a los sentidos, sino religiosamente.
¿Dónde iba a haber nacido el Hijo de Dios sino en el lugar privilegiado, en el centro y en reposo?
El centro es el centro y el movimiento es, siempre, manifestación de imperfección.
Lo que se mueve (lo que cambia) lo hace para perder (luego tras el cambio es más imperfecto que antes del cambio) o para ganar (luego es más perfecto tras el cambio o era menos perfecto antes del cambio.

Todos así lo veían y bastaba mirar a los cielos.
Y todos así lo vemos pero le hacemos más caso a la razón que a los sentidos y afirmamos, con la nueva teoría (el Heliocentrismo) que es el Sol, y no la Tierra, quien ocupa el lugar privilegiado del centro.
Y aunque veamos el recorrido del Sol, a diario, desde el Este al Oeste pasando por el Sur, somos nosotros, la Tierra, los que giramos desde el Oeste hasta el Este pasando por el Sur.

Un fraile, Copérnico, ni se atrevió a publicar su teoría heliocéntrica temiéndose lo peor, pues la Iglesia y el Tribunal de la Inquisición podían echársele encima y ya se sabía cómo iba todo a acabar.

Pero Galileo sí se atrevió a publicarla, a exponerla y a defenderla. Y la Iglesia se le echó encima. No lo quemaron en la hoguera (como muchos opinan) sino que le obligaron a retractarse, públicamente, a que no la expusiera, la defendiera ni la publicara, y a arresto domiciliario de por vida.

Pero Kepler, un gran matemático, no estaba de acuerdo con las órbitas circulares del heliocentrismo y propuso, como mejor explicación, las órbitas elípticas, con el Sol en uno de los focos de la elipse y cómo, así, podía explicarse y entenderse los acelerones y los frenazos de los planetas según estuvieran rodeando el polo en el que se encontraba el sol o alrededor del otro polo, más alejado.

Pero, filosóficamente, se llama “Giro Copernicano” a la teoría del conocimiento que propuso Kant, en el XVIII.

Hasta entonces, en el conocimiento, el objeto a conocer estaba ahí, en el centro, ante el sujeto cognoscente y era éste el que tenía que ir al objeto y adaptarse a él para que pudiera ser conocido.

El conocimiento era “adaequatio intentionalis intellectus et rei”, sólo así el objeto podía ser conocido, si el intelecto se adecuaba al objeto.

Lo que propuso Kant fue lo contrario, “el Giro Copernicano Gnoseológico”.
El centro lo ocupa el sujeto cognoscente y es el objeto a conocer el que tendrá que adaptarse a la forma de conocer del sujeto.

El sujeto es así, conoce así, éstas son sus estructuras cognoscitivas, y el objeto sólo podrá ser conocido si se adecua a la forma de conocer del sujeto.

El hombre está pertrechado del Espacio y el Tiempo como estructuras del conocimiento sensible y el objeto, para ser sentido, tendrá que adaptarse a ellas.
Si alguien dice que ha visto u oído algo y le preguntamos “dónde” y “cuándo” lo ha visto u oído y nos responde que en ningún lugar del Espacio y en ningún momento del Tiempo, entonces es que ni ha visto ni ha oído algo.

Igualmente ocurre con el Conocimiento Intelectual.
El Sujeto viene pertrechado de las Categorías, las doce categorías kantianas, para poder entender los fenómenos.

Pero también, hoy, se es Kepleriano en  el conocimiento.

Si la Razón es Racional (valga la redundancia) y la Vida es Irracional, ambas, Razón y Vida, deben ser los focos de la Elipse Cognoscitiva, del Pensar.
Se elude, así, el Racionalismo Extremo y el Irracionalismo Anárquico de la Vida.

Ni la Razón Pura ni el Vitalismo Puro, sino la Razón Vital, el Racio-Vitalismo (Ortega dixit)

También Eugenio D´Ors propone la Elipse (no el Círculo) de la Razón, que integra las adquisiciones del Vitalismo y del Pragmatismo.

No somos ni Ángeles ni Bestias.


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